Texto: Dax Canchari Fotos: Lourdes Rázuri
El auditorio estaba lleno. Estudiantes de Negocios Internacionales, Ingeniería Civil, Derecho, Periodismo y Comunicaciones ocupaban cada fila, algunos tomando apuntes, otros grabando con sus teléfonos. Cuando Augusto Townsend —cofundador de Recambio, periodista y economista— tomó el micrófono, el murmullo se apagó. Vino a hablar de ciudadanía, pero dejó claro que no sería una lección aburrida: “Todo buen profesional debe ser primero un buen ciudadano”, lanzó de arranque.
Indicó que la ciudadanía tiene dos dimensiones: una legal —derechos y deberes, como votar o pagar impuestos— y otra política o cívica, que implica sentirse parte de una comunidad, orgulloso de ella y dispuesto a actuar para que funcione. “El próximo ciclo electoral pondrá en juego más de 13.000 cargos”, recordó. “No les digo que hagan de la política el centro de sus vidas, pero sí que tengan el mínimo de información para votar con responsabilidad”. Los estudiantes asintieron en silencio, algunos se miraban con complicidad: la advertencia sonaba seria.
Más que derechos: valores, dilemas y cómo los resolvemos
Townsend invitó a pensar en los dilemas éticos de todos los días, desde elegir carrera hasta decidir qué producto comprar. Usó el marco de Daniel Kahneman para explicar que en asuntos importantes no basta el pensamiento rápido: “La ciudadanía responsable exige reflexión, pensamiento lento”.
Desgranó valores esenciales: confianza, integridad, justicia, respeto, tolerancia, apertura al diálogo, empatía, compasión, optimismo, curiosidad y pensamiento crítico. Cuando explicó la diferencia entre respeto y apertura al diálogo, varios estudiantes sonrieron con incomodidad: “Yo puedo tolerar a alguien, pero quererlo bien lejos. Otra cosa es escucharle para entender por qué piensa distinto. Eso es más incómodo, pero necesario para la convivencia”, advirtió.
Explicó que la empatía es casi biológica —gracias a las neuronas espejo— pero que no siempre conduce a la acción. Ahí entra la compasión, que impulsa a hacer algo concreto para aliviar el sufrimiento ajeno. Y sobre el optimismo, fue tajante: no es un estado de ánimo pasajero, sino la capacidad de imaginar un futuro deseable y actuar para alcanzarlo.

En este punto, Townsend invitó a Sandra Vega —profesora de Ética y Ciudadanía— a sumarse
al escenario.
“No podemos hablar de un buen ciudadano si no hablamos de una buena persona. Ciudadanía es coherencia e integridad en todas las facetas: padre, empresario, estudiante”, indicó Vega.
Varios estudiantes asentían, otros tomaban nota de la frase.

Riesgos y tareas: tribalismo, desinformación y la alfabetización mediática
La segunda parte fue más provocadora. Townsend habló del tribalismo, esa tendencia a dividir el mundo en “nosotros vs. ellos”. Mostró la famosa ilusión óptica del conejo-pato y bromeó: “No habrá paz hasta que el otro renuncie a su dios conejo y acepte nuestro dios pato”. El auditorio soltó risas nerviosas: la metáfora calzaba demasiado bien con la polarización política.
Luego abordó los sesgos cognitivos: confirmación, efecto Dunning-Kruger y el aislamiento de las burbujas digitales que refuerzan lo que ya creemos. Advirtió sobre la desinformación en redes y la dificultad de distinguir videos reales de los generados por inteligencia artificial.
“No se dejen manipular por cadenas de WhatsApp ni por deepfakes. Contrasten fuentes. Lean medios con posturas distintas”, pidió.
La ronda de preguntas levantó el ánimo de la sala. Sandra Vega abrió con la primera: “¿Cómo pasamos de ser ciudadanos pasivos a ciudadanos activos?”. Townsend respondió que hay muchas rutas: desde quienes se vuelven políticos profesionales hasta quienes ejercen liderazgo en empresas, ONG o medios de comunicación.
“Un gerente general que decide cómo tratar a sus trabajadores, o un líder de opinión en redes, también ejerce un liderazgo político”, dijo. Hubo murmullos de aprobación en el público.
Un estudiante al fondo preguntó: “¿Qué le dirías a los jóvenes que sienten que no vale la pena involucrarse porque un voto es solo uno entre millones?”. Townsend dio una respuesta económica: el costo de informarse es tangible y el beneficio individual parece mínimo, pero si todos actúan bajo esa lógica, el sistema colapsa.
“Ser un buen ciudadano implica asumir costos que no siempre tienen beneficio inmediato”, remarcó, arrancando aplausos.
Otro asistente, colombiano que vivió en México y Perú, preguntó por diferencias de ciudadanía en América Latina. Townsend explicó que hay patrones comunes: baja confianza en instituciones y poca participación cívica, pero insistió en que la salida no es resignarse, sino involucrarse y construir redes de confianza.
La sesión cerró con una reflexión que dejó la sala en silencio: la democracia y la economía se sostienen sobre confianza, y esa confianza comienza en uno mismo. Townsend citó a Stephen Covey: “El principal problema de comunicación es que no escuchamos para entender, sino para responder”.
Las charlas, abordando distintos aspectos, continuarán todos los viernes, de 1 a 3 p.m., visitando los cuatro campus UPC.


