El artista conceptual Manuel Antonio Flores Jordan, con tan solo 23 años ya ha logrado obtener muchos méritos por su gran talento. Crea esculturas que parecen salidas de otro mundo y ha podido exponer con artistas que hace poco llamó maestros.
Redacción: Bryan Cadenas
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A inicios de mayo se celebró el día del cómic, cientos de artistas, historietas y fans se reunieron en este divertido festival lleno de talento. En medio de la zona donde se desarrollaba, en la sala de exposición para ser exactos, podías encontrar sobre dos mesas, dos esculturas que por momentos te llevaban a otra dimensión; seres de forma humanoide y reptil, difícil de describir adornaban la entrada a esta sala y junto a ellos estaba su creador, Manuel Antonio Flores.
Manuel tiene casi dos años dedicados a la escultura y toda una vida al arte. Su principal hobby era dibujar y su juguete preferido era la plastilina, con la que creaba -de pequeño- personajes o hacia versiones propias de los que veía en televisión. Fue creciendo y dejando de lado su pasión, ya de joven se puso a estudiar arquitectura, pero duró poco. “Tu pasión nunca vas a poder alejarla, ahí es donde habita tu alma», afirma Manuel.
Luego de dejar arquitectura, Flores comenzó a llevar talleres en la Escuela de Bellas Artes, en los que perfeccionó sus habilidades en el dibujo. Entró al instituto Toulouse Lautrec a estudiar Diseño de Personajes, donde aprendió ilustración digital e hizo sus primeros cachuelos.
Un día sucede el infortunio más afortunado que le pudo haber pasado: reprueba un curso por faltas. Su malla curricular es cambiada por el instituto y es obligado a llevar la materia que daría inicio a su vida: Escultura. Es aquí donde renace un talento que por muchos años había permanecido guardado, saliendo por momentos para moldear rostros en limpiatipo durante el ocio.
Esa clase fue la puerta a un mundo nuevo; su profesor Lelio, quien luego sería un gran amigo, le presento los materiales con los que daría forma a sus personajes.
– Comenzó todo desvistiéndome por 15 soles la hora.
Inició haciendo retratos y pequeños encargos y un día recibe por parte de su profesor y amigo una inusual propuesta, “me dijo ‘Oe, necesitamos un modelo para la clase de anatomía ‘, en ese momento estaba misio y dije ‘bueno, ya que va’, cuenta Manuel, quien pasó de ser tímido y no desvestirse ni en la playa, a posar en bóxer para estudiantes de arte; “querían que usara zunga, pero no, ya mucha vaina”, dice entre risas.
Una fecha, sucede una dichosa casualidad, esas que llamas oportunidad. Mientras posaba, también estudiaba y una vez salió apurado de su escuela y va a posar con uno de sus bustos. El profesor lo ve e impresionado lo invita a postular para enseñar en verano. Manuel, un poco escéptico, decide hacerlo; arma a la volada un portafolio y lo manda, sin esperar nada. Sorpresivamente, un día, mientras se bronceaba preparándose para posar, lo llama su profesor y amigo, Marco, quien le da la buena noticia: había sido aceptado como profesor. Manuel, dudoso de lo que le decía su amigo, entro a la web y tuvo que leer tres veces su nombre en la lista para poder creerlo, así empezó una nueva faceta: “Fueron clases bien experimentales, los chicos bien contentos; eran talleres libres, la gente iba a divertirse y a hacer arte.”, comenta Manuel.
A la par de esto, los éxitos no dejaron de venir: ganó en un concurso en la Toulouse con su primera escultura, el Artrorapadz, <artro> de artrópodo y <rapadz> de depredador, en el que compitió con los mejores escultores del país. Llevó un taller de personajes de Marvel con su amigo y profesor Lelio y surgió su primer gran trabajo: hacer una escultura de Wolverine, para la premier de la película Logan en el Jockey Plaza, la cual vendió esa misma noche. Esa noche también conoció a una chica que la contactaría con la organizadora del “Día del cómic”, quien muy amablemente, luego de ver su arte, le dio un espacio gratis en este gran evento.
Las esculturas de Manuel llaman mucho la atención pues parecen traídas por un meteorito o dejadas por alguna nave espacial, pero no hay nada más humano que el esfuerzo que les pone; pues Manuel, antes de buscar sorprendernos, busca sorprenderse a sí mismo, lo mágico es que no dibuja al personaje antes, ni siquiera lo tiene en la mente, solo va surgiendo con cada moldeada que le da a la plastilina. Así, en la feria del cómic, nos lo encontramos; con una carrera que recién empieza pero que crece como la espuma. Nos cuenta que después de este evento conoció muchos escultores y surgieron nuevas oportunidades. Que no nos sorprenda escuchar pronto más de él y de sus increíbles personajes, que nos trasladan por un momento a dimensiones fantásticas.