Punto Seguido estuvo presente en la primera caminata por el barrio de Alto Perú para ver los grandes cambios y la historia de este lugar histórico de Chorrillos.
Desde leyendas de la existencia de túneles que convergen en la Plaza principal de Chorrillos, de la época de la Guerra con Chile. Hasta mitos de apariciones fantasmales de soldados chilenos y peruanos en las madrugadas rondando por la calle llenan de misterio a la zona. Cerca, un lugar de pesca: la playa «Agua dulce», una de las únicas playas con arena de la costa verde de Lima, sobrevive y da acojo para las clases de Muay Thai de los chicos de un barrio rodeado de mucha historia. Alto Perú lo conforman casi 600 familias y aquí diez años atrás nació el proyecto con el mismo nombre que motiva a los niños del lugar a practicar deporte, arte y a mejorar su propio vecindario. La primera caminata de este grupo nos ha mostrado sus tres zonas y cómo han ido mejorando. Un carpintero de ribera, una joven que obtuvo una medalla de plata en el Mundial de Muay Thai en Tailandia y las “Guardianes del Morro” retratan el cambio que ha obtenido esta zona de Chorrillos.
Primer mural de “Alto Perú” realizado hace 5 años. Un primer vistazo para los que quieran entrar al barrio. (Foto: Alexis Castañeda)Redacción y Video: Alexis Castañeda
El barrio de Alto Perú uno lo puede conocer a través de tres zonas: la primera es Santa Rita, la zona de familias pescadoras que siempre han vivido acá por su cercanía al mar. Ellos lo agradecen: de aquí salen varios de los botes y chalanas que llegan al mar chorrillano para la pesca artesanal. Desde la entrada, podemos ver los primeros rastros de cambios que ha dejado Diego Villarán, fundador de la ONG Alto Perú: Una cancha de tierra de fútbol acompañada de un mural, un contraste junto al polvo del suelo donde se han jugado innumerables «pichangas».
El responsable de construir los botes para la pesca artesanal en Chorrillos, y quizás el último procedente de este barrio es Wilfredo: “acá en el barrio me dicen Makukin”. Su abuelo y padre fueron su escuela y lo graduaron como carpintero de ribera, el que se encarga de la construcción artesanal de embarcaciones en madera. Uno trabaja directo con su maestro. Treinta años perfeccionando su trabajo le dan el lujo de no armar planos, no los requiere. “En mi cabeza lo tengo todo”. Makukin explica, la gente se fascina, los turistas, después de traducir lo que dice, se asombran. Cedro y tornillo son su base para “una buena resistencia y que nunca hagan agua” y les otorga hasta 20 años de vida a un bote.
La caminata sigue, la frase “Vlto Perú” en la pared con los colores de la “U” es la entrada perfecta para la segunda zona del barrio, la más peligrosa: El alto. Es esta la que vio nacer el proyecto de la ONG y donde se dieron los primeros proyectos que embellecieron el lugar. “Alto Perú, Chorrillos”, grita con orgullo los niños que juegan en el llamado “Parque de la Amistad”, acá juegan y corren, mientras los más ancianos se pueden llegar a tambalear por algunas copas madrugadoras.
Este espacio les demandó ponerle más empeño por la rudeza de sus calles. Con los mismos vecinos lo transformaron hace dos años de un fumadero y basural donde los niños jugaban, a un lugar que se presta para sus talleres de arte y juego creativo. Equilibrar la balanza con cosas positivas. Una de ellas la trajo Víctor Canto, profesor de Muay Thai, quien dio la primera clase aquí y vio como los primeros niños observaban su demostración de artes mixtas. Un objetivo claro: llevar este entrenamiento al malecón y a la plaza, para que los chicos de Alto Perú aprendieran a usar el espacio de su barrio. Este deporte es una buena opción para sobresalir en talentos que pueden ser muy bien explotados.
Los niños corretean y saltan en el segundo nivel del parque mientras Víctor sigue relatando como poco a poco fueron enseñando este arte marcial a los primeros veinte niños que se acercaron en un principio. Entre los que se fue sumando una de sus alumnas que ha demostrado en cinco años con este deporte ser más ruda que estas calles y lograr grandes cosas: Tatiana trajo desde Tailandia hasta su barrio Alto Perú una medalla de bronce del mundial de muay thai.
La última zona y la más joven es Jirón Ica. Con menos de 50 años, nació producto de migraciones e invasiones provenientes de la sierra sur de nuestro país que ya forman parte de este barrio y de su historia. El único lugar con zonas verdes se encuentra en la subida al morro solar. Este parque encarna la ardua lucha de los vecinos por mejorar su barrio. Un par de vecinos bajan por las escaleras hechas por los mismos niños de Alto Perú: “bienvenidos chicos, suban con confianza”. Desde lo más alto de las escaleras una gran vista del barrio se lanza a los ojos de todos los que han venido a este primer recorrido.
“Las Guardianes del Morro” le dan seguridad a esta zona histórica, donde aún se pueden encontrar huesos si uno se da el tiempo de excavar, y a su mirador para que pueda ser disfrutado por todo aquel que lo transite: ciclistas, parejas, corredores, etc. Darle vida a estas 900 hectáreas es el objetivo que se han planteado Doris, Juanita y Flor: poner las primeras plantas, limpiar los desmontes, hasta pintar carteles de ubicación y señalización han sido sus primeras labores.
Flor viene bajando esta zona intangible, recuerda que antes esto era un basural: “desmonte, solo eso veíamos aquí”. Si los ciclistas se enfrentaban a este reto de subir y bajar la empinada pista, la adrenalina no les impedía pasarla bien, porque la delincuencia campeaba en el lugar. Flor veía esto y nada podía hacer. Si lo hacía, “me amenazaban”. “Las Guardianes del Morro” ahora organizan a sus vecinos para que ellos mismo vigilen la zona. Cada vecina trae agua hacia las plantas y así se van viendo las primeras luces de esperanza cuando la gente decide actuar y cuidar el espacio que habitan.
Tres horas nos demoramos para hacer el recorrido organizado por los chicos de Alto Perú, pero a Matías Ballón, director general de esta ONG y a sus compañeros les ha tomado diez años poder formar estos talleres de arte, deporte y motivación para presentarlo a todos en su distrito y hasta turistas que, fascinados, se toman las últimas selfies desde el Morro de Chorrillos.
Lo que empezó como una buena intención y ganas de ayudar al barrio de Alto Perú, ahora les permite contar con distintos profesionales en esta tarea: “contamos con gente de varias zonas, como dos arquitectos de la Molina que forman parte del equipo.” Matías también es acompañado por psicólogos que hacen los juegos y dinámicas para los niños más pequeños. Los hacen interactuar con el entorno. Él sabe que el deporte es una buena excusa para tener a los chicos juntos.
El nombre del distrito proviene de los chorrillos de agua dulce que fluían hasta sus playas, tan dulce como el empujón que han logrado dar a los vecinos para que salgan de la inercia y que ha llegado hasta sus primeros alumnos que ahora después de una década se han convertido en instructores de los talleres. “La idea es que en un tiempo los chicos del mismo barrio sigan con el proyecto, sin la necesidad de nosotros. No podemos esperar al Estado para resolver nuestros problemas. Nosotros tenemos que hacer el cambio.”
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