No conoce fronteras. Liubenka, bibliotecóloga egresada de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), ayudó a niños y jóvenes en el VRAEM así como también en otros departamentos del país
Redacción, fotos y video: Lorely Requejo
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El sueño de Liubenka es que en cada comunidad del Perú exista una biblioteca. En su colegio, allá en el pueblo de Supe, en Barranca, no había un espacio que reuniera los pocos libros que tenían. Un día, nació una iniciativa para organizar aquellos ejemplares. Pero, en ella, también se fortalecerían las raíces de sus nuevas aspiraciones. Liubenka quería que los libros estuvieran bien resguardados y que las personas accedieran a ellos sin problemas, cual inversionista asegura su riqueza para el futuro. Era el primer paso.
Tras no alcanzar vacante para la carrera de Psicología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), volvió a las aulas para rendir un nuevo examen. ¿El objetivo? La carrera de Bibliotecología, que no se trataba de sacar un libro y entregar el material a un alumno, docente, apasionado o curioso. Por el contrario, traspasaba las páginas y había que leer entre letras. En esas épocas, recuerda, la universidad era un lugar muy peligroso y no era muy bien vista.
“Nosotros estudiábamos en salas con pintas y con muchos mensajes senderistas”, dice tras recordar su ingreso.
Eran los años ochenta cuando Sendero Luminoso ya había dado inicio a la violencia interna en Lima. A pesar de ello, los profesores en San Marcos no dejaban que el miedo ocupe el rol protagónico. Los docentes en San Marcos, por otro lado, le enseñaron a pensar como el otro y a sentir como el otro. Y las comunidades en Perú exigían ayuda a gritos. “Cuando vas a una comunidad donde no hay libros y bibliotecas, tienes que pensar en cómo puedes apoyarlos”, indica.
Esta pregunta marcaría su punto de partida.
Liubenka comenzó a trabajar como practicante en la ONG Cedro y con el equipo estuvo presente en distritos muy afectados por problemas como el consumo de drogas. Entre los caminos que guardan sus pasos encontramos a Villa El Salvador, Callao y La Victoria. Los papás escuchaban a los psicólogos acerca de cómo prevenir el consumo de drogas mientras los niños sólo los acompañaban. Para ellos, empezaron a trasladar módulos de libros en una maletita. Así, los padres eran acogidos en los talleres en tanto que los niños se transportaban a mundos paralelos con aquellas páginas y tenían un encuentro cara a cara con la lectura. Este pasó a convertirse en el nombre del programa que hasta esa fecha no se realizaba constantemente.
Pero lo mejor estaba por venir.
“Yo tengo mi local comunitario para que puedan tener un pequeño espacio de lectura”, empezaron a decirle los pobladores a Liubenka tras la llegada de los primeros módulos. Aún cuando los lugares eran de esteritas, el interés de las personas funcionó como combustible para comenzar con la inauguración de pequeñas bibliotecas. Algunos de sus alumnos eran personas migrantes que dejaron sus comunidades por la violencia interna.
“[Los chicos] eran muy desconfiados. Nosotros teníamos que entrar primero con los más pequeños para que los adolescentes puedan involucrarse. Teníamos que trabajar con ellos día a día, jornada a jornada para fortalecer el tema de la lectura”, cuenta Liubenka.
Y en el 2010, se acercó al pasado que vivió en la UNMSM: viajó al Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), una zona muy golpeada por las acciones de Sendero Luminoso. “Encontramos escuelas donde hace tres meses no iba un docente. Un niño que estaba jugando nos dijo: ¿ustedes son los docentes?” Le respondimos que no. Eran situaciones bastante difíciles y donde nosotros dijimos: “aquí es nuestra oportunidad de trabajar con bibliotecas”. Así lo hicieron y el resultado fue impresionante para Liubenka y su equipo al ver el rostro de los niños ante un libro con muchas imágenes. Con sus miradas, quedaron atrás las preguntas de las personas por saber si tenía miedo de viajar a una zona tan peligrosa. “La necesidad de los niños fue más fuerte que el miedo”, revela. En las bibliotecas que llegaban al VRAEM se encontraban desde textos para niños hasta textos preuniversitarios, teniendo en cuenta que en la zona ya existía un anexo de la Universidad de San Cristóbal de Huamanga.
“Empezamos a comprar colecciones básicas con poco texto y más imágenes. Las bibliotecas se fueron fortaleciendo de acuerdo a la demanda de la comunidad, de acuerdo a sus necesidades. Nos pedían mucho libros de autoayuda y también sobre pequeños emprendimientos. Libros sobre tejido y manualidades fueron formando parte de la biblioteca”, detalla.
Esta experiencia le permitió ganar el Premio Bibliotecóloga del Año 2015, otorgado por el Colegio de Bibliotecólogos del Perú. Así sucedió tras el trabajo que realizó en el VRAEM: desde acercarse a la comunidad para identificar sus necesidades con respecto a la lectura hasta evaluar las posibilidades de cambiar la vida de muchas personas.
Ahora, las bibliotecas comunitarias están dispersas en el Perú. Suman 20 y están ubicadas en San Martín (Morales, Tarapoto, Banda de Shilcayo, Lamas, Tocache); Huánuco (Aucayacu, Monzón, Tingo María); Ayacucho (Huanta, Huamanga); Loreto (Iquitos); Lima (Callao); Ucayali (Pucallpa) y el VRAEM (Llochegua, Santa Rosa, Civia, Pichari, Pichari Baja, San Francisco, Kimbiri). Actualmente, Liubenka trabaja en un proyecto para Pamplona Alta, en el distrito de Villa María del Triunfo en Lima. “Estamos fortaleciendo a los niños en el cuidado del medio ambiente a través de la lectura. Muchos de estos chicos pasan por algunos problemas de violencia en esa zona y es por ello que trabajamos lecturas para fortalecer los valores y su autoestima”, comenta.
Mientras Liubenka trabaja junto a su equipo, sabe que tan importante como promover el hábito de la lectura es fundamental contar con el respaldo de una política pública en cuanto al tema. Y esto pasa por contratar a más bibliotecólogos que puedan ser partícipes del cambio a través de las letras. “Lo importante en cada biblioteca que es tener a un profesional que pueda ayudar a gestionarla mejor y pueda acercarse a la comunidad”, afirma. Este acercamiento del que ella nos habla se apoya en la capacidad de análisis del bibliotecólogo para comprender los problemas del medio donde trabaja y su espíritu de servicio a la hora de difundir los hábitos de lectura.
“Como bibliotecaria no voy a estar detrás de un escritorio”, dice Liubenka mientras sonríe. “Creo que la biblioteca hoy en día tiene un rol más protagónico, de alianza y de gestión. El Estado debe considerar a la biblioteca como un sector que puede transformar la situación”, enfatiza.
En esta entrevista ella nos cuenta más de su experiencia: