Las restricciones durante la pandemia y el miedo al coronavirus han causado graves consecuencias para las personas con discapacidad y en el ámbito de la salud mental.
Escribe: Paola Arapa
La pandemia producida por la COVID-19 trajo consigo restricciones y medidas sanitarias que han afectado a dos grupos vulnerables: las personas con discapacidad y la población que padece trastornos mentales.
La falta de acceso a la información, el aislamiento social, la pérdida de un familiar, las deudas, los programas de educación virtual y la salud mental son las áreas que más han generado dificultad en estas dos poblaciones.
Agravios a las personas con discapacidad
A finales del 2020, la Defensoría del Pueblo manifestó que la atención brindada por las instituciones no se ha adaptado a las necesidades particulares de las personas con discapacidad. El acceso a la información respecto a los cuidados para prevenir el contagio del coronavirus y a los bonos otorgados por el Estado y a la comunicación han sido limitados y han tenido un impacto negativo en el ejercicio de sus derechos.
Asimismo, los programas virtuales brindados por el Ministerio de Educación (Minedu) no aseguran la accesibilidad para los niños y adolescentes. “Se identificó una insuficiente articulación entre el Minedu y las autoridades de los distintos niveles educativos, así como limitados recursos educativos adaptados para las necesidades de los estudiantes con discapacidad y otras necesidades educativas especiales”, indicó la Defensoría del Pueblo.
En el aspecto de la salud mental, para la psicóloga y especialista en personas con discapacidad, María Basauri Olaya, la salud mental se ha visto doblemente afectada, lo que ha conducido a cuadros de crisis.
“La pandemia ha afectado la salud mental que ya está dañada por el mismo diagnóstico de discapacidad. Ha generado, en algunos casos, cuadros o crisis que han llevado a la persona a internarse para calmarse, por desesperación, temor a la muerte o el no poder salir. Su discapacidad no les permite razonar que no es posible (salir a las calles) y se van a los extremos. Ha habido varios casos de internamiento por crisis de este tipo que ha generado una psicosis”, expresó la especialista María Basauri en diálogo para Punto Seguido.
Las personas con discapacidad necesitan estar en constante interacción con las personas, ya sea por medio de actividades, caminatas o talleres. “Al inicio de la pandemia, las personas con discapacidad no han tenido actividades, encuentros con sus compañeros con similares discapacidades ni caminatas. En el caso de los niños con diagnóstico de autismo, se han vuelto más ansiosos y han generado rasgos de ansiedad”, explica la especialista.
La pandemia producida por la COVID-19 ha generado el deterioro familiar ya sea por la muerte de un ser querido, los casos de contagios de algún familiar o los grandes endeudamientos. Por ello, la especialista recomienda que: “En los hogares donde el virus ha traído muertes y grandes endeudamientos, la terapia de duelo siempre es lo primero, y oportuno para ayudar a estos jóvenes a manejar mejor esta situación crítica”.
La salud mental en tiempos de pandemia
En conversación con Punto Seguido, la psicóloga María Basauri Olaya considera que la salud mental de las personas con trastornos mentales ha empeorado durante la pandemia.
“La salud mental de todos se ve afectada en un contexto como este, pero las personas que ya la tienen afectada con diagnósticos como la esquizofrenia, ansiedad, depresión, entre otros, tienden a empeorar”, señaló la especialista Basauri.
Pero mucho antes de la pandemia, la salud mental del país presentaba indicadores preocupantes. Según datos del Ministerio de Salud (Minsa), de cada 100 peruanos, 20 ya sufrían un trastorno mental, incluido los más pequeños de la casa.
En mayo, durante la cuarentena y el toque de queda, los resultados de un tamizaje digital realizado a 50 mil personas por parte del Minsa y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) confirmaron el impacto que provocó el encierro en la salud emocional de los peruanos: seis de cada 10 peruanos tenían malestar emocional relacionado con alguna enfermedad mental, el 55% tenían problemas para dormir, el 42.8% problemas de apetito, el 44% presentaban cansancio o fatiga, el 35% tenían problemas de concentración y el 13% pensamientos o ideación suicida, mientras que 4 de cada 10 tenían síntomas asociados a depresión severa.
Asimismo, en junio, un estudio hecho por el Instituto Nacional de Salud Mental (INSM) reveló que el 52.2% de limeños sufre de estrés de moderado a severo, causado principalmente por los problemas de salud, económicos o familiares, como consecuencia de la COVID-19.
Si bien el estrés no es una enfermedad, el director general del INSM, Humberto Castillo advierte que: “El estrés puede tornarse en un trastorno mental cuando la persona estresada empieza a desarrollar cuadros de ansiedad y de depresión. Además, estos casos requieren de un tratamiento especializado y, algunas veces, incluso de medicación.
Por su parte, la psicóloga Basauri recomienda a las personas con ciertos diagnósticos psiquiátricos estar debidamente cautelados con sus medicinas, tratamientos y aceptación por parte de sus familias, para evitar las desapariciones de casa.