Según cifras oficiales del Ministerio de la Mujer, en lo que va del 2018 han sucedido 32 feminicidios y 82 tentativas de feminicidios en el Perú.
Redacción y video: Katherine Campos Pinado
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“Me subo al bus. Un hombre que me acosa desde hace meses, me sigue y logra subirse al mismo bus. El bus se detiene en una luz roja, este sujeto se acerca hacía mí, aprovecha el momento para tirarme gasolina y me prende fuego. Se excusa diciendo que yo lo merecía. Lo cuento yo, porque ahora Eivy Agreda se encuentra en cuidados intensivos.” – Tomado del hashtag #Cuéntalo viralizado en Twitter.
Esta es la realidad en la que vivimos. Una realidad, en la que hoy por hoy, las mujeres en vez de vivir, están sobreviviendo. Pero, esta problemática se ha normalizado tanto que para el Estado y la sociedad en general ya no es extraño despertarse todos los días con noticias sobre mujeres víctimas de violencia, un escenario que demuestra que este problema sigue tan vivo como hace unos 20 años atrás. ¿En qué momento nos convertimos en este Perú? ¿En qué punto nos encontramos para que una persona crea tener el poder suficiente sobre otra para decidir por su vida o por su futuro?
El fatídico día
El pasado martes 24 de abril, el Perú completo se quedó paralizado al enterarse de la historia de Eivy Liset Ágreda Marchena. Eivy es una joven de 22 años que fue prendida en llamas en pleno corazón de Miraflores, uno de los distritos supuestamente más seguros de la capital, convirtiéndose en la víctima n° 83 en intento de feminicidio.
Tras 16 horas de investigaciones policiales, el agresor fue identificado rápidamente como Carlos Javier Hualpa Vacas. Según declaraciones oficiales, el testimonio del conductor Julio Aguilar Crispin fue crucial para la captura, ya que él dijo que el sospechoso huyó del lugar con el brazo izquierdo en llamas. Esta habría sido la principal prueba que permitió reconocerlo al momento de su detención. Horas más tarde, la versión de la policía habría sido la correcta, puesto que el resultado del examen pericial de medicina forense que le realizaron, concluyó que la quemadura de segundo grado de su brazo se generó por un agente químico directo y no por un accidente que sufrió en su casa, como dijo al inicio del interrogatorio.
El móvil del atentado
Esta historia se inicia hace unos 4 años. Eivy y Carlos se conocieron mientras trabajaban en un service. Ella era azafata y él, cocinero.
Desde un primer momento, el confeso agresor se sintió atraído por Eivy. “Ella era bien alegre, pero no conmigo, sino era alegre, bien alegre, bien liberal”. En su confesión, Carlos Hualpa manifiesta que durante varios meses estuvo enamorado en secreto hasta que, por fin, el 25 de octubre del año pasado decidió confesarle su amor. Sin embargo, Eivy eligió decirle no ante la propuesta de tener una relación. El rechazo a sus pretensiones amorosas y a sus detalles habría sido lo que motivó el brutal ataque.
Hualpa no podía aceptar un no por respuesta, es por eso que el hostigamiento hacia Eivy se vuelve mucho más intenso. Para él, era inconcebible que ella, “su” Eivy, pudiera ser feliz con otro hombre que no fuera él.
“Ella era muy feliz, haciendo su vida normal y yo fregado, discutía con mi mamá. Entonces, con todas esas cosas, alguien tenía que ponerle un alto.” Es así que resuelve ejecutar el plan que un mes antes ya había pensado. “El mes anterior yo no podía dormir, me iba a descansar y no podía descansar, me despertaba, pensaba en la rabia que tenía; incluso me iba al segundo piso de mi casa, comenzaba a orar, me ponía a llorar. Le decía a Dios: ‘quítame esa idea que no me deja dormir’”, confesó.
El desenlace ya lo sabemos: Eivy quemada a vista y paciencia de todo el mundo, con quemaduras de segundo y tercer grado en más del 60% de su cuerpo.
¿Qué pena le correspondería?
Las contracciones estuvieron presentes desde el primer momento en que lo capturaron. No obstante, con el fin de acogerse a los beneficios de la confesión sincera, concluyó que lo mejor era confesar.
Cabe señalar que para poder saber la pena efectiva, según nos cuenta Yola Francisco, abogada penalista, primero tendría que definirse si se trata de homicidio calificado o tentativa de feminicidio.
“Tenemos que conocer en qué contexto, Hualpa le echa gasolina y le prende fuego. Si lo ha hecho por venganza porque ella no aceptaba tener una relación con él, nos encontramos frente a un caso de tentativa de feminicidio. En este caso, la pena sería de 15 a 35 años.”
María Ysabel Cedano, abogada y directora del Estudio para la Defensa de los Derechos de la Mujer (DEMUS), nos indica que el Código Penal advierte que la pena sería de cadena perpetua cuando concurran dos o más circunstancias agravantes.
“En el caso de Eivy Agreda, podemos calificar como primer agravante el hostigamiento o acoso sexual (inciso 2 del artículo 108-B) y como segundo agravante el uso de fuego o explosión (artículo 108). Cabe resaltar que no solo ella (Eivy) fue agredida, 10 personas más también salieron perjudicadas, por ellas los cargos que se le sumarían sería de un homicidio simple.»
¿Cómo podemos hacer para cambiar esta situación?
Adriana Chávez y Susan Urcuhuaranga, periodista y psicóloga respectivamente, nos mencionan 3 cosas por las cuales debemos partir para cambiar esta realidad que nos sobrepasa.
- Primero: es fundamental que reconozcamos que la raíz de todos estos problemas es el machismo. Aunque muchos lo crean exagerado. Es el machismo lo que hace que los varones piensen que una mujer es de su propiedad y por ende, puede hacer lo que desee con ella, incluso matarla o desfigurarla. La famosa frase “si no eres mía, eres de nadie” es la última que escucho Eivy antes de ser quemada. La pregunta que deberíamos hacernos es ¿cuántas más deben escucharla?
- Segundo: debemos dejar de asociar que cada agresor tiene algún problema mental, lo que ellos ejecutan es violencia y atribuirlo a priori a un trastorno es falso y cruel para las víctimas. Es por ello que la Asociación de Psiquiatras del Perú lanzó un comunicado de prensa, en donde precisó: “la violencia es un problema estructural que obedece a múltiples factores: económicos, sociales, educativos, familiares, etc.”, agregan, señalando que la falsa creencia de la relación entre violencia y trastornos mentales “refuerza un estereotipo que estigmatiza, discrimina y alta el respeto a los derechos de las personas que parecen un trastorno mental”. El agresor de Eivy preparó su ataque con un mes de anticipación y todo fue fríamente calculado, pensar que “está loco” y que por eso actuó así, siempre será la vía más corta de reflexión sobre la violencia de género.
- Y por último: Lo fundamental para cambiar este pensamiento es educar a los hombres y las mujeres desde pequeños en igualdad. Si orientamos a la niñez y a la juventud a respetarse mutuamente sin importar el género podremos decir que estamos avanzado.
El caso de Eivy es una muestra de que la enfermedad sigue latente y que solo nos llama a actuar cuando vemos a una mujer asesinada o brutalmente golpeada. Ante esta situación, Punto Seguido realizó una encuesta sobre el tema, y recogió la preocupación de los ciudadanos ante el caso de monstruo de la gasolina.