Un testimonio que faltaba ser escuchado en esta huelga era el de los mismos maestros. Conoce la versión de uno de ellos.
Redacción: Estefano Matta Garratt
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El día de hoy, Pedro Castillo, presidente del Comité de Lucha de las bases regionales del SUTEP, anunció la suspensión de la huelga de profesores. Pese a conocerse esta medida, muchos docentes no se sienten reflejados por el SUTEP y aclaman ser escuchados.
Este es el caso de Teresa Reyes Manrique, una profesora que no percibe la protección de su sindicato y que cree sesgada la visión de la sociedad ante esta extensa y violenta -sobre todo, los últimos días- huelga magisterial.
El deber de un profesor nacional
La huelga continúa para Teresa. Ella no dará marcha atrás hasta que el Estado de una solución a su petición. Y es que esta maestra de primaria de la Institución Educativa 131 Monitor Huáscar en San Juan de Lurigancho denuncia haber bajado de categoría en la Carrera Pública Magisterial sin motivo alguno.
La Carrera Pública Magisterial es una medida impulsada por el Ministerio de Educación que logró completar con la nueva Ley de Reforma Magisterial N° 29944. En ella se estipula que los profesores deben someterse a capacitaciones constantes para acceder a una de los ocho Niveles Magisteriales existentes. Asimismo, deben probar con una serie de documentos que tienen una extensa trayectoria laborando en su profesión. De acuerdo con el nivel del maestro, este puede situarse desde el puesto I al VIII (números romanos) de esta escala. Encontrarse en los peldaños más altos significa recibir un porcentaje de pago mayor que el anterior.
Por tanto, varios maestros como Teresa optaron por postular a este beneficio. No todos están dentro de la Carrera Pública Magisterial, porque hay ciertos requisitos que se deben cumplir. Uno de ellos es ser titulado en educación. Según Reyes Manrique, ella no es titulada, pero sí tiene una maestría en la Universidad Nacional Federico Villarreal. Además comentó que la descendieron sin razón alguna del V Nivel al VIII. Si tuviera su título, hasta podría dictar clases en una universidad.
La labor de un maestro
Pese a este descenso, esta limeña y madre soltera ocupa gran parte de su escaso tiempo dedicada a su profesión. “El trabajo de un profesor dicen que termina a la 1, pero no es así. Prácticamente, los profesores nos olvidamos que tenemos hijos”, comenta con un tono apagado como si le costara aceptar esa dura realidad.
Enseñar a niños es una tarea que requiere de un talante de acero. “Debes ponerte al nivel del niño”, manifiesta. Teresa prepara cada semana la clase que dictará día por día. Cuando termina la jornada laboral, muchas veces debe continuar en el colegio a coordinar asuntos de la institución con los demás docentes, charlar con los padres y corregir trabajos -si es que no los lleva a casa también-.
Estar involucrada con sus niños le costó su matrimonio. Ahora afronta una disputa legal con su ex pareja para que este cumpla con la pensión alimenticia de sus dos hijas. Por fortuna, ninguna de las dos le reclamaron por su efímera presencia en casa. “Mi esposo me decía que era más profesora que madre”, admite frotándose las manos. “Pero, cuando estudié mi maestría, mis hijas entendieron”, añade.
Aunque este mezquino trabajo -por el sueldo corto de por sí- le consuma largas horas de su vida, Teresa pretende seguir aferrada a su cargo. No huye a las capacitaciones como cree un gran sector de la sociedad. Es más, dice estar preparada para cada una de ellas. El motivo por el cual persiste en colmar, junto a sus colegas, la Plaza San Martín hasta el momento es otra. Ella le increpa al MINEDU realizar evaluaciones excesivas y sin criterio: “Yo consigné mis 20 años de trayectoria y el Ministerio no me lo consideró. Me bajaron a la última escala”. “No te evalúan a ti. También ven cómo se porta el niño. Si un niño se quiso portar mal ese día, me jalan a mí”, reclama alzando la voz. Señala que ahora estos exámenes para los profesores se centran en terceros -la respuesta de los alumnos- y no se enfocan en lo que sabe el maestro ni en su metodología de enseñanza.
Por ahora, Teresa ha cambiado las aulas de San Juan de Lurigancho por los pastos de la Plaza San Martín, los mismos que van perdiendo su verdor al ser visitados por cientos de docentes día tras día. No teme a los descuentos y espera con ansias una pronta solución. Evidencia una desazón cuando señala que los medios la tildan de irresponsable, de perjudicar a los niños, sus niños. “Todo el aumento que hemos tenido es porque hemos luchado”.