El mayor problema de la violencia de género en nuestro país es la violencia familiar y el abuso sexual a niñas y adolescentes mujeres. Según un informe del Ministerio de Salud del año 2020; 733 niñas y adolescentes fueron madres tras una violación sexual, de ellas, 19 fueron partos de niñas menores de 10 años.
Por otro lado, El Ministerio de la Mujer dió cuenta que en cinco meses con cinco días de emergencia sanitaria, la Línea 100 atendió más de 113 mil casos de violencia familiar y abuso sexual. De ellos, el 76% tiene como perpetrador a una persona que vive en la misma casa que la mujer, niño(a) o adolescente ultrajado(a).
Y podríamos seguir cruzando cifras de espanto: en nuestro país, el abuso sexual representa 6 de cada 10 embarazos adolescentes, una de las mayores causas de embarazos no deseados.
El Hogar Gladys acoge a mujeres embarazadas que han sido violadas o abandonadas por sus parejas o familiares y que a pesar de no contar con los medios económicos o de recibir presión para que aborten, deciden dar a luz a sus hijos.
La Asociación Gladys Pezzutti ha abierto este tipo de albergues gratuitos transitorios en las ciudades de Jaén, Arequipa, Piura, Chiclayo y Lima. Siendo esta última la más grande que acoge a un promedio de entre 15 a 30 mamás.
Victoria Delucci, quién es la presidenta del Hogar Gladys y más conocida como “hermana Toya”, explicó que la misión de estas casas está en ayudar a la madre y salvar la vida de los bebés. “Nuestro objetivo principal es la chica que está embarazada, que está abandonada, que la han violado. Ahí dan a luz y las ayudamos con los bebés”, sostuvo en una entrevista con Punto Seguido.
“Vienen de sectores bastante pobres. Son personas que están abandonadas, que su pareja las han abandonado o que han sido violadas por el pariente o el abuelo… La mayoría son de provincia, y el chico no quiere saber nada del bebé y quieren que aborte”, añadió la hermana Toya en otra entrevista para Punto Seguido.
En una entrevista obtenida con una de las agraviadas, pudimos escuchar su historia que la hizo “cambiar” y además, la urgencia que necesitan de seguir implementando este refugio de la sede central de Lima.
Julia decide salir adelante
Un día cualquiera en la Casa Hogar Gladys; Julia, quien por razones confidenciales decide no darnos sus apellidos, logra llenar de adrenalina y entusiasmo todo su cuerpo para vivir el día a día. Sin embargo, su historia se remonta a cuando tenía 16 años y vivía en el distrito de Kimbiri, en la selva de Ayacucho, que forma parte del Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM).
Siendo su infancia un lado oscuro que hasta el día de hoy no olvida. Sus padres se separaron cuando ella era aún bebé y creció soportando los maltratos de su mamá y su padrastro. Querían que ella se hiciera responsable de todas las tareas del hogar.
“Me trataban como empleada desde muy pequeña y me pegaban por todo lo que hacía mal hasta que un día llegué al límite cuando mi padrastro me violó mientras mi mamá no estaba”, comenta Julia para Punto Seguido.
El maltrato continuó. Y a pesar de que le contaba a su mamá sobre los tocamientos indebidos que le hacía su padrastro, ella no le creía y su padrastro se negaba. Se volvió una pesadilla para Julia y cada día que pasaba era un temor desenfrenado a que le vuelva a pasar. Pues también intentó ahorcarla un día que ella se resistió.
Ella al día siguiente de haber sucedido el hecho, escapó a un centro asistencial donde fue resguardada y posteriormente, se hizo chequeos con el médico legista al ser menor de edad. Al contarles a los enfermeros todo lo que había pasado, su padrastro fue denunciado y llevado a la comisaría del sector. Julia, al enterarse de estar embarazada debido a los resultados del médico legista decidió emigrar a la ciudad de Lima a rehacer su vida.
“Salir de mi pueblo, fue la mejor decisión de mi vida. Vivir allá fue una tortura, yo llegué a Lima y no sabía que hacer. Entonces un día preguntando en la comisaría me enteré de la Casa Hogar Gladys y los llame enseguida donde sentí que me brindaron todo el apoyo desde el primer momento. Este hogar cambió mi vida completamente y estoy agradecida por todo lo que hicieron por mí desde que estuve embarazada” menciona Julia para Punto Seguido.
Al día de hoy tiene 19 años, en su lista está terminar el colegio, emprender un negocio de elaboración de postres y seguir una carrera técnica.
“Acá trabajó vendiendo ropa y de lo que gano sale para dar una cuota a la casa. Quiero que mi hijo viva tranquilo y que sepa que siempre me tendrá a mí para cualquier cosa. Por último, me gustaría que otras chicas sepan que existen lugares como este albergue donde van a estar seguras y que entiendan que como mamás adolescentes también tenemos derechos”, comenta Julia con los ojos lagrimosos.