Redacción: Gian Calsina C.
Al aterrizar en Lima, la agradable sensación que le había dejado a Bruno Díaz el viaje y las lecciones aprendidas en la Universidad de Purdue, Indiana, se esfumó. Tras casi cuatro horas varado en el despacho aduanero instalado en el aeropuerto Jorge Chávez, vio como el anhelo del teclado con el que había soñado hace meses para poder producir su propia música en casa y que por fin obtuvo, tras una inversión de 180 dólares, se le escapaba de las manos.
La burocracia arancelaria había resuelto dejar en libertad el instrumento siempre y cuando se cancele la tasa tributaria, que habían fijado en unos 40 dólares. Luego de revisar sus bolsillos, Bruno Díaz no supo qué hacer. “Creo que por pena al final no me cobraron”, recuerda con ese humor que solo la distancia de los años proyecta sobre las malas experiencias del pasado.
Era 2010, y por aquel entonces, de trámites de comercio exterior, Díaz todavía no sabía nada. “Quien diría que yo mismo facilité, tiempo después, la vida a miles de personas cuando me la compliqué tanto yo mismo”. De ese amargo recuerdo, Bruno Díaz salió con una promesa: la de nunca más regresar desinformado.
Hoy, a siete años de distancia, su nuevo emprendimiento, Guvery, viene conectando a gente que, como él, desea tener en sus hogares productos americanos con viajeros frecuentes que llegan a Lima portando productos desde Estados Unidos. A simple vista parece el acuerdo que uno hace con un amigo o familiar en el extranjero para que le traiga una mercancía a su retorno. Pero, una mirada al detalle nos revela ciertas diferencias y obstáculos que su negocio promete resolver.
El tiempo: Guvery ofrece que en un plazo menor a 10 días el pedido llegará, dejando de forjar esa paciencia que uno practica mientras espera que un conocido viaje a Norteamérica.
De esa misma se desprende la segunda: la independencia. Es decir, que se puede solicitar y negociar el precio de la mercadería en el momento que uno quiera.
Y por último la seguridad, Guvery brinda protección contra estafas y guarda el dinero de la transacción hasta que el usuario confirme la correcta recepción del producto solicitado.
De no ser el caso, la empresa debe encargarse de hacer el reembolso total al cliente. Por todo el proceso, cobran una comisión del 7% del acuerdo (precio del producto más la comisión del viajero) más un dólar, con un tope máximo de cobro de 20 dólares.
Sobre todo eso el cliente tiene derecho al decidir comprar a través de Guvery, pero qué lo haría mejor que otras empresas nacionales o multinacionales que colocan productos en todo el mundo como Amazon. “Ellos la rompen con e-commerce y delivery pero allá. Es quizá el retail más importante del mundo, el problema es que Amazon está enfocado en Estados Unidos. Y las alternativas nacionales que existen cuestan mucho y demoran mucho porque están pensando como empresa. Nosotros no somos una importadora, sino una empresa de tecnología que hemos desarrollado una metodología de conectar a un grupo de personas con otras”, sostiene Díaz.
Solo al momento que la demanda de pedidos amicales en sus viajes al extranjero se volvió un problema, por la cantidad de encargos que le hacían, vio que podía llevar esa intermediación a un siguiente nivel, y no solo atendería toda las solicitudes de productos de sus amigos sino que además se llevaría un dinero por ello.
Con cinco mil dólares de inversión, a mediados del 2016, junto a su socio Jaime Farfán, lanzó Guvery.com al mercado con una red de seis viajeros (actualmente son alrededor de 150) que conoció en sus viajes a Estados Unidos. Desde su aparición ya tenía un diseño amistoso, un proceso de inscripción sencillo e información complementaria necesaria tanto para viajeros como usuarios para llegar al mejor acuerdo posible. Pero entonces se topó con esos obstáculos que se producen cuando el negocio deja de ser una idea en papel y se pone en marcha.
“Aprendí rápidamente que el cliente es muy temeroso, está acostumbrado a hacer depósitos y transferencias bancarias físicamente, muy poca gente quiere pagar con tarjeta de crédito. El cliente peruano aún es muy tradicional”, lamenta. El nivel de desconfianza ha sido tal que algunas personas se han acercado al mismo local de Guvery en Miraflores para consultar detalles de la página. Diaz, junto a su equipo de trabajo, atendió a cada uno de ellos, uno por uno. A la fecha su portal lleva la cuenta de 1816 pedidos.
—¿Ya sabes cómo ingresa legalmente el producto?, le pregunto.
Ríe.
—Claro, como ‘pertenencia al viajero’, dice ahora con seguridad.