No todos pasamos este aislamiento en familia, no todos estamos seguros en casa.
( Foto: Andrea Linares)
Escribe: Andrea Linares
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De mi cuarto al baño, del baño a la cocina, de la cocina a la sala y de nuevo, retorno al cuarto. Esa es mi rutina en estos días. La de mi madre, definitivamente no lo es. Despierta 10 minutos antes de las seis para darse una ducha, tomar su café con leche con rosquitas y listo, hora de irse a trabajar. En menos de cinco minutos logra ingresar al hospital y marcar su asistencia para tener una jornada de 12 horas seguidas.
Yo encerrada en mi casa, ella encerrada en el nosocomio. Yo sana y salva con Ignacio, mi perro, y ella encerrada entre pacientes, medicinas y bacterias. Para sentir que he hecho un poco de cardio diario, salgo con mi mascarilla a dejarle su almuerzo en la puerta principal del Rebagliati. Espero su llamada para decirme «gracias hija, estaba rico» pero últimamente la escucho y veo a la hora que regresa del trabajo.
Debo confesar que la primera noche de esta cuarentena la fui a recoger al hospital. Ya eran las ocho de la noche y escuché aplausos. En primera instancia pensé que era idea de los vecinos en jugar por su ventana, pero no. Ese día comenzaron los aplausos para todas esos policías, marinos, médicos, enfermeros, técnicos de enfermería, serenazgos, en otras autoridades que salen de sus casas para trabajar y ayudar a los demás.
Ocho de la noche, las luces de las casas empiezan a prenderse y a lo lejos un equipo de sonido tocando “Contigo Perú”. Me la imagino caminando con la mano en alto saludando y agradeciendo por el cariño de los vecinos, como si hubiera ganado un certamen de belleza. «Me han aplaudido todo el camino hasta llegar a la casa», me dice con una voz agitada, pero con una sonrisa.
Quizás no tengo balcón o ventana que dé a la avenida, pero cada que esa mujer entra por la puerta, yo también la aplaudo. La aplaudo porque nos deja para cuidar a personas que necesitan de ella, la aplaudo porque trabaja corriendo de un lado a otro cuidando a 24 pacientes por día, la aplaudo porque no se queja si también le duele algo o está cansada, la aplaudo porque es una heroína, mi heroína.