

Agentes de Fiscalización y Policía Nacional intervienen local clandestino durante estado de emergencia.
Foto: ANDINA
Infringir las normas: actuar cotidiano en el país. Con o sin pandemia este suceso se ha extendido a lo largo de su historia. Pero ¿cuáles son los factores que tientan a los peruanos a no seguir con lo establecido?
Escrito por: Camila Salazar
En Ucayali, El Ministerio Público denunció a un pastor por desacato a la autoridad, pues había convocado a sus fieles para reunirse en su parroquia a fin de acabar con el coronavirus; entre sus asistentes se encontraban niños y ancianos, siendo los más propensos al virus. Pese a que las reglas son explicitas al igual que sus sanciones, la conducta de rebeldía a las normas sigue predominando en el país. Lo más inquietante es entender los motivos que impulsan a ello.
Para el psicólogo Luis Salhuana, la desobediencia social es una construcción fuertemente ligada al ámbito psicológico y social. Basándose en la forma de sentir, actuar y pensar del individuo, quien a su vez sirve como herramienta para influenciar en los otros, en función a sus propias costumbres y a otras que va adquiriendo en sociedad, dentro de ellas figuran acciones rebeldes.
Según Salhuana, el motivo principal de los peruanos para infringir las reglas se debe al constante afán de reapertura a la libertad. Esto quiere decir, que al sentirse coaccionado por una prohibición que la sociedad establece, genera el deseo de llevar la contra y demostrar su nivel de independencia. Esta conducta es involuntaria e innata en el ser humano, siendo más manejable para unos, que para otros.
“El criollismo es un reflejo de cómo los peruanos se desenvuelven en colectividad, una constante manera de tener mayor reconocimiento. Se considera una persona más viva a aquella capaz de sacar el mayor provecho a cada situación, así sea a costa de sus valores o transgrediendo la ley” afirma Salhuana, quien a su vez cuestiona la poca empatía con la que se percibe el mundo, debido a que se piensa más en el bien propio que en el común. Por eso, si sienten que algo podría perjudicarles prefieren sacarle la vuelta: desde evadir impuestos, hasta salir sin protección en plena epidemia. No solo eso, “también les afecta la burocracia; muchos pasos a seguir, todo les genera malestar. Por una cuestión de comodidad se prefiere no acatar”.
Otro factor a tomar en consideración es el rechazo a las buenas conductas, lo que significa que si la persona tiende a estudiar a menudo, respetar a las autoridades, seguir a carta cabal las normas impuestas e interactuar en base a sus valores y principios, ante la sociedad suele verse como un ser aburrido y de poco interés (a diferencia de los que hacen todo lo contrario, quienes logran tener mayor aceptación y hasta admiración). Ante ello “las personas que se sienten percibidas de esa forma, tratan de modificar su conducta, con el fin de ser aceptadas a la opresión del grupo y sus etiquetas”.
Estas conductas son indiscriminadas; no tienen género ni estrato social. Aunque varían en accionar, el sentimiento de rebeldía es innato en el contexto peruano, convirtiéndose tristemente en un sello característico y es comúnmente aceptado por todos. ¿Se podrían haber evitado situaciones engorrosas si se acataban las normas? Posiblemente sí. ¿Cuándo realmente, no solo se tomará conciencia, sino habrá un verdadero cambio? No lo sabemos.