“Cuando tenía ocho años me violaron. Hoy estoy acá porque la historia no se puede repetir. Ella será una mujer fuerte”, responde una mujer. Lleva a su niña de la mano, al mismo tiempo, la observa y le sonríe. Su hija asienta con la cabeza.
Redacción: Pablo Condori Quineche
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Al promediar las cuatro de la tarde, las miles de personas que se congregaron por tercer año consecutivo para alzar su voz de protesta contra la violencia de género en nuestro país, en la marcha’Ni Una Menos’, iniciaron la movilización por el Jr. Lampa y la Av. Nicolás de Piérola. El lema que movilizó para esta ocasión: “Nada ha cambiado: Volvemos a las calles”. Y es que, cuando cifras del Ministerio Público demuestran que se han registrado un promedio de tres ataques sexuales cada hora, hasta setiembre de este año, pareciera que efectivamente, las cosas siguen como antes.
Dentro de la multitud, no sólo se podía observar a mujeres y hombre adultos, se podían ver a niños de todas las edades. Ellos no estaban solos, eran cientos las madres y padres que llevaban a sus pequeños hijos en brazos o los sostenían fuertemente de la mano, mientras que desde la otra mano, llevaban carteles y pancartas.
Pero ¿Por qué estuvieron con sus hijos en la manifestación? ¿Por qué los padres deben visibilizar este tipo de violencia a sus hijos, si su deber es protegerlos? ¿Qué los impulsó a hacerlo? Esto fue lo que respondieron.
Una madre llevaba a su hija agarrada fuertemente de su mano, ella se hizo presente para que la historia no se repita:
“Para que sepa sus derechos, para que mañana, más tarde cuando alguien la quiera tocar pueda decir que no. Cuando tenía ocho años me violaron. Hoy estoy acá porque la historia no se puede repetir. Ella será una mujer fuerte”.
Una maestra de educación inicial había coordinado la asistencia de madres y niños de su salón de clase, estaba muy segura que sus alumnos sabían porque marchaban esa tarde:
“Están luchando por sus derechos, ellos y ellas se dan cuenta de lo que pasa e incluso se quejan del tipo de sociedad en el que viven. Luchan por lo que creen, si les preguntas van a saber por qué están acá, luchan por sus derechos como mujeres y como hombres. Juntos”.
Una joven junto a su madre e hija, tres generaciones unidas para alzar una sola voz:
“Porque nosotras como familia, mi madre y mi hija, no queremos que las niñas y niños sean violentadas. Debemos tener conciencia, y el gobierno también debería tomar conciencia de lo que está ocurriendo en los últimos tiempos. Esto no debe continuar”
Ella era una mujer con su niña de dos años en brazos, aferrada a su cuerpo porque llevaba el torso desnudo con la inscripción feminista:
“Para que ella sepa que todas las mujeres tenemos nuestros derechos desde cuando estamos en el vientre de nuestras madres. Niñas y niños tienen derecho a defenderse contra cualquier acto de violencia, física o psicológica. Ella tiene que saber defenderse, se debe valorar y defender a otras mujeres”
Un padre llevaba en brazos a su hija de tres años, él se hizo presente por el futuro de su hija:
“Porque ella, desde pequeña, tiene que aprender que tiene que luchar por sus derechos. Así como nosotros vamos a tratar de cambiar hoy, para que mañana esté segura en las calles”.
El último informe realizado por el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público, demuestra que entre enero y setiembre de este año, se han registrado 17, 182 denuncias por delitos de violación sexual registradas en las sedes fiscales y que el 90% de las víctimas de agresión sexual fueron mujeres. Pueda que lo más aterrador de este panorama sea que el 76% de las víctimas eran menores de edad.
Entonces, ¿Qué tiene que suceder para que se inicie un cambio sustancial en nuestra sociedad? Tal vez esas mismas mujeres y hombres que marcharon ese 25 de noviembre tenían la respuesta y las llevaban consigo: sus hijos, con ellos se inicia un cambio.
Y es por eso, que la presencia de estas madres y padres fue vital. Esos hombres y mujeres que no sólo llevaron a sus hijas, sino también a sus hijos, sabían que en ellos se forjan futuras esposas y esposos, madres y padres, ciudadanos de un país que observa el futuro con esperanza. Es lo que es esperan para sus hijos, una sociedad en que hombres y mujeres vivan en igualdad de condiciones. Y es por eso que la historia no se debe repetir.
Mientras avanzaban, un grupo de aves volaba en círculos sobre el grupo de la maestra y madres. Al percatarse de esto, la profesora se acercó a los pequeños para decirles que observaran las aves porque eran el símbolo de la libertad que con esperanza debían aguardar para su futuro.
Video: Liana Rivera