Por Marcelo Olave
En un mundo globalizado y tecnológico, no hay espacio para la negación ni la discriminación. Inés y Solischa son dos influencers andinas que se postulan como orgullosas representantes de la cultura quechua ante el mundo. Hoy entre ambas acumulan más de 150.000 seguidores, y la pandemia les ha dado la oportunidad de seguir creciendo. Lo único que necesitan es prender la cámara y hablar, su voz recorre el mundo entero y conectan a quechuas de oriente a occidente. Esta crónica es sobre su recorrido a ser estrellas de Internet. ¡Vive el Quechua y Solischa!
Qorich´aska Quispe Puma llegó al Cusco muy pequeña, cuando era a penas una infante. Sus primeros recuerdos de la ciudad se remontan a su experiencia en la Escuela Cecilia Tupac Amaru, en el distrito de Santiago, donde ella vivía también. Durante la infancia Inés, que es su primer nombre, migró de la provincia de Acomayo junto a sus padres. En el primer año aprendió a hablar el español. Era muy hábil y absorbía lo que escuchaba y veía. El quechua, que es su lengua madre, era una lengua poco usada en la ciudad. Sucede que en el Cusco, aunque yace el corazón de los andes, el idioma predominante es el español; y hasta hace algunos años los quechua hablantes, por temor a ser discriminados, ocultaban su tradición quechua.
Promoviendo el quechua en el colegio
Desde bastante pequeña, Inés entendió que la lengua quechua, valiosa para interpretar su mundo, en la ciudad había perdido valor. Por eso nunca dejó de promoverla en todos los ambientes en los que estuvo. En 5to de secundaria, cuando ya estudiaba en el Colegio Clorinda Matto de Turner, la intrépida Inés propuso que el nombre de su promoción, a diferencia de lo que la tradición dictaba, esté en lengua quechua: «normalmente los nombres de la promoción estaban basados en personajes importantes o en escritores, a veces en el nombre del padrino de la promoción; pero yo propuse que sea Intihina k’ancharisunchis, que significa «brillaremos como el sol». Y así quedó.
Cuando egresó de la secundaria, decidió estudiar educación, inspirada en las profesoras que la habían ayudado. Inés nunca olvidó que su propósito era ayudar a los demás, especialmente a quienes llegaban de las provincias quechuas del Cusco. «Siempre que veía o veo a alguien que tiene problemas para comunicarse, yo le ayudo, porque me recuerda a mis papás». Algunos familiares que habían llegado antes a la ciudad trataron de persuadirla para que elija otra carrera, «una más rentable». Pero Inés tenía claro que su vocación era educar y comunicar.
Nunca olvidó que sus orígenes eran quechuas y que su lengua madre era el marcapaso de su corazón. Durante el período universitario se vinculó a colectivos y asociaciones culturales que revaloran la cultura andina, como Yawar wayna, Guaman Poma y el centro Amauta de danza; y en estos espacios encontró el ambiente adecuado para revalorarse y empoderarse como mujer quechua. Los profesores que la conocían inmediatamente identificaban sus aptitudes y le decían Inés, tu ya tienes una vocación: es la educación bilingüe intercultural. A Inés lo que le faltaba era el empujón.
Su primera vez ante el público
Comenzó poco a poco. Una vez la invitaron a un evento intercultural destinado a promover el uso de la lengua quechua en la ciudad. Ella solamente iba a colaborar, pero la animadora nunca llegó. «Me dijeron: Inés, hazlo tu. ¡anima! Yo estaba asustada. Me explicaron de qué trataban las dinámicas y cuando entré no sé qué pasó, pero lo hice» A partir de entonces nunca más dejó de estar en contacto con el público. Continuó animando estos eventos que pasaron de realizarse en una plaza secundaria a realizarse en la Plaza de Armas del Cusco. «Hacerlo en la plaza del Cusco era otra cosa, era el mismo corazón de la ciudad. Me acostumbré a ir y la gente ya nos conocía». Así sucedió hasta que el evento perdió el soporte de las instituciones, dejaron de asistir a los animadores y se acabo. Pero Inés no se rindió. Quería hacer realidad una idea que rondaba por su cabeza desde hacía muchos años.
En 2018, junto a un equipo de audiovisuales, creó una página en Facebook: Vive el quechua. Un proyecto cultural que busca, a través de las redes sociales, revitalizar y promover la cultura andina a través de la lengua. En menos de 3 años, el proyecto alcanzó a tener más de 35 mil seguidores en las redes, y de interactuar con más de 6,000 personas en cada uno de los vídeos que publican. Cuando publicamos nuestros vídeos y empezaron a haber 30, 40 o 100 reacciones: pensamos woooow, era algo que nos motivaba muchísimo. Mucha parte del público de Vive el quechua son peruanos migrantes que ven el programa desde Italia, Japón, Estados Unidos, y se conectan durante un momento para reencontrarse con la matriz de su corazón: el quechua. Una de las intenciones más importantes del proyecto es mantener unida a la comunidad quechua esparcida en el mundo, y hacer visibles a los quechuas en la cotidianidad.
Solischa: vida en el campo.
Al igual que Inés, Soledad Seca Noa, tampoco nació en la ciudad. Ella nació en la comunidad campesina de Occopata en el distrito de Santiago, donde la lengua madre también es el quechua. Por eso nunca la llamarón por su nombre; pues sucede que Soledad es un nombre de tradición española y en su comunidad decidieron quechuizarlo: Solischa. Así sucede con todos los nombres en el mundo quechua, se les coloca el infinitivo «cha» que es un diminutivo para expresar cariño, pero también para hacerlos más propios, más quechuas. La traducción sería Soledadsita. Si de mi nombre se tratara sería Marcelucha: Marcelito.
Solischa creció bajo el amparo de su familia, en el campo. Como toda buena campesinita quechua sabe hacer bien el trabajo de la chacra, aprender de los mayores y respetar las costumbres. Por eso recuerda siempre las recomendaciones de su abuela para lucir bella: Para que luzcamos bellas tenemos que vestirnos bien, con ropa colorida, con la pollera, así es la juventud, me decía ella. También se las ingenia para usar la naturaleza y maquillarse: recoge algunas florecillas silvestres y tiñe sus labios. Se ponen de color rosa: Ven chicas, no necesitamos usar cosméticos ¡usemos lo natural!.
Soledad nunca se imaginó ser influencer, pero quería aparecer en la televisión. Cuando era niña veía las novelas que se transmitían en la pantallita, todas eran historias interesantes, entretenidas, pero todas tenían el mismo problema. ¡No la representaban! Eran historias de otro lugar, de otra gente, de cosas que pasaban en la ciudad. Y en ninguna de ellas me veía a mí. Solischa entones identifico un tema que debía resolverse.
Un día Solischa, que ya era una adolescente, decidió subir una foto al Facebook usando su traje tradicional: pollera, chompita de lana y sombrero, muy elegante. Y de forma sorpresiva la foto se viralizo. Empezaron a aparecer comentario y likes que desbordaron sus redes, e incluso recuerda que en un solo día recibió 1,000 solicitudes de amistad. Tal fue el caso que la misma plataforma de Facebook le recomendó crear un fanpage, lo que estuvo prácticamente obligada a hacer.
Creó un Fanpage con el nombre de Solischa y empezó a subir fotos que provocaron reacciones de muchos lados. Entonces alguien le recomendó que subiera vídeos enseñando el idioma quechua, pero Solischa, que para entonces ya estudiaba antropología en la Universidad San Antonio Abad, decidió más bien compartir su vida en el campo. Los vídeos recibieron visitas de todos lados y la página de Facebook llegó a tener 86 mil seguidores. Abrió también un canal de Youtube, una página en Twitter y un perfil de Instagram, y acumula a más de 20 mil seguidores en estas plataformas. Pero en Tiktok la influencer explotó muy rápido: en la nueva plataforma ella acumula a casi 30 mil seguidores convirtiéndose en la primera superstar quechua de internet.
Internet es una herramienta muy útil, y hoy permite que cientos de personas se conecten. Así como Solischa e Inés, hay más influencers de todo el mundo que demuestran con orgullo la cultura viva de su comunidad.