Por: Manuel Coral
Foto: Manuel Coral
Las noches en el Centro de Lima son siempre una travesía llena posible conocimiento de personajes enigmáticos, de situaciones impredecibles; y cada calle alberga, al menos, alguna persona que canta, que baila, que cuenta chistes, y también gente curiosa, que se sorprende y que se anima a ver, por ejemplo, a dos ciegos que cantan sin ritmo ni tono. “¡Qué talento!”, murmura un grupo de señoras. Pero, también hay personas que se retiran un poco, que no quieren contaminarse del aire pegajoso, del río de personas que parecen formar el Jirón de la Unión, ni del tumulto de grupos de la Plaza San Martín. Más abajo, casi en completa soledad, en una esquina del Centro Cívico, sin embargo, los pisos se decoran, primero, de trazos suaves, lentos. Las tizas están esparcidas por el suelo, y Orlando, descansa un momento para responder, “Ya solo me faltan colorear sus zapatitos”. Las noches, también, esconden en sus rincones destellos de luz, la luz que emana el arte.
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Tiene once años y solo tres meses dibujando en las calles. “Mi tío Jorge Luis me enseñó a dibujar. Al principio me salía todo feo, y después me fui acostumbrando y lo sacaba bonito”. La gente pasa y, al ver al suelo, les llama la atención ver un dibujo casi perfecto del Chavo del Ocho. “¡Mira, mami, mira el Chavo!” Orlando ha terminado de dibujar y colorear a su personaje favorito, pues ya lo ha dibujado tres veces durante todo el día. ¿Cuánto te demoras dibujándolo? “Me demoro máximo dos horas”. Un transeúnte pasa y deja caer algunas monedas sobre el recipiente donde se ven numerosas monedas de diez, veinte y una que otra de cincuenta céntimos. Mientras se incorpora para estirarse, lo primero que hace es sacudirse el polvo multicolor de las tizas que han ensuciado sus rodillas y, cuando termina de hacerlo, saca un pañuelo del bolsillo para poder limpiarse las manos.
- ¿Estás acá todos los días o solos los fines de semana? –le pregunto
- Yo vivo en Vitarte, pero vengo solo los sábados y domingos, nomás, porque los otros días tengo clases.
- ¿Y cómo llegas hasta acá?
- Yo vengo a La Victoria, porque mi tío vive allá, y él ya me trae.
- ¿Y vuelves solo?
- No, los sábados y domingos me quedo a dormir en la casa de mi tío.
Cada día de los fines de semana que viene al Centro Cívico, saca alrededor de cincuenta soles, pero hubo un día en el que dibujo al Chavo y a Woody, personaje de Toy Story, en el que saco noventa soles. Ahora practica en su casa y quiere dibujar a Chuck, pájaro amarillo de Angry Birds. “Ese que tiene forma de diente” ¿Nunca has pensado en dibujar a tus personajes en cartulinas y venderlos?
- Nunca he dibujado en papelotes o cartulinas, no me saldría.
En su colegio, es bueno para comunicación y matemáticas. Y en la clase de arte, el profesor Guardia dijo que era excelente y tenía mucho talento para el dibujo. “En cada clase que no entiendo dibujo y pinto en mi cuaderno. Los dragones me salen un poco, pero me gusta más dibujar al Chavo”. Sus compañeros de clase reconocen su talento, y siempre le piden que les haga uno que otro dibujo. Él solo accede a hacer tres dibujos: a dos hombres y a una mujer. Después de haber terminado de dibujar al Chavo, revisa la bolsa que tiene junto a su pote de tizas, hay una galleta y un jugo en caja. Necesita comer, pero no lo dice. Ya son cerca de las siete y media de la noche, y ya su tío vendrá por él, a recogerlo. “Yo dibujo solo por mi papá y mi mamá” ¿Te gustaría ser un gran pintor? “Sí, pero mi papá dice que primero son los estudios. Mi papá dice que no me debo acostumbrar tanto a dibujar. O de repente, quizás, si me dedico a los estudios quisiera ser abogado”.
Parece haber entrado en confianza y con cuidado, abre el paquete de galletas, “toma una”. Se le ve feliz, y observa con mucho amor su dibujo. No quita la mirada del piso, y lentamente, se vuelve a sentar junto a él.
- ¿Para ti qué significa dibujar? ¿Qué sientes cuando lo haces?
- Me aferro a que sí puedo dibujar. Solo me concentro en dibujar, y después pido la propina.
¿Pero por qué el Chavo está tan presente en su vida? ¿Qué tiene de significativo para él? “Me gusta que el Chavo hace reír siempre”. Y quizás no se haya dado cuenta, pero él también conmueve con su talento.
- ¿Por qué te gusta tanto el Chavo? –pregunto, porque siempre hay que saber el fondo de las cosas.
- Porque mi papa y mi mama no me dejan ver otra cosa, nos ponen el Chavo a mí y a mi hermanito.
La noche parece acelerar al tiempo. La gente camina más rápido, la alegría y el misterio se apoderan de la atmósfera. Ambos miramos como la gente pasa y deja una que otra moneda. Observan mucho el dibujo, con detalle, un hombre, por ejemplo, achica los ojos para ver el rostro. “Igualito al de la caricatura”. Después, lo observan a él. Pero a Orlando parece no importarle.