Taller de Periodismo de Opinión
Escribe: Lourdes Razuri
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Siempre fui fan del entorno digital. Nunca tuve problemas en usarlo para relacionarme con otros, aprender o entretenerme. Incluso, quizás en su momento, lo disfruté más. La situación ahora, sin embargo, es distinta. No es una decisión tener nuestras experiencias sociales o laborales en el espacio virtual, es una ley. Por tanto, esta cuarentena cambia, radicalmente, el significado que solemos darle a la virtualidad y a la construcción de nuestra identidad en ella.
Estamos acostumbrados a percibir lo virtual como efímero; por ejemplo: los comentarios en redes se pueden eliminar, desaparecer en unas horas o simplemente olvidarse. También, es común considerar que lo compartido en un entorno digital refleja una máscara, una selección de los puntos específicos que nosotros queremos compartir de nosotros mismos (muchos tenemos una curaduría del contenido de nuestra cuenta en Instagram que equivale a la edición de una muestra fotográfica).
Siendo este ahora el único espacio social, creo que los comportamientos en redes se tomarán con más severidad. Acciones que podrían cuestionarse, pero se pasaban por alto, estarán bajo mayor escrutinio. Quizás, hasta se llegue a un punto de valorar la sinceridad y abandonar esa máscara que muchoscuidamos para mostrar un poco más la realidad.
Además, ¿qué significa esto para nuestro sentido de la responsabilidad? ¿Es posible el mismo nivel de productividad cuando este debe probarse solo en entorno virtual? Algunos podemos sentir que nuestro trabajo ha dejado de tener el mismo valor, que no es suficientemente tangible o que se nos dificulta separar la vida laboral de la personal. Si podemos trabajar todo el día desde nuestra casa, ¿cuándo dejamos de trabajar? O, ¿cuándo dejamos de distraernos? La costumbre es entrar al mundo online buscando un escape de las presiones reales, pero nuestra realidad es ahora virtual.
La responsabilidad de cumplir nuestras obligaciones recae enteramente en nosotros. Día a día debemos ponernos metas, crear nuevas estructuras de trabajo, separar las horas de diversión de la de labor, organizar las tareas del hogar y confiar en que podemos adaptarnos a este escenario. Sobre eso hay que manejar la ansiedad y el estrés, la soledad y quizás la depresión que cualquiera puede desarrollar en esta situación. Las tareas o labores ya no parecen quizás, tan importantes. Y hay que mantener un ojo en las relaciones interpersonales que tenemos, que la distancia no nos separe.
Esto me lleva a señalar que el espacio digital será el único lugar, fuera del entorno hogareño, que disponemos para construir y mostrar nuestra identidad. Solidificar amistades y amores es, hoy, más importante que nunca; aunque solo se pueda hacer a partir de lo que mostramos tras una pantalla. Actitudes tan sencillas como solo utilizar ropa “decente” en la parte superior del cuerpo, o la importancia del rostro como único soporte de nuestra presencia online al momento de comunicarnos con otros, revelan que ya estamos modificando los significados de nuestra presentación, adaptándonos según los soportes que disponemos. Estos cambios pueden movilizarse al espacio real y será interesante ver cómo afectan las interacciones sociales terminado este período.