Escribe: Renato Avellaneda
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Según las últimas informaciones, en el continente se han detectado momentáneamente alrededor de 51 mil casos y 2 mil fallecidos. Pero ¿Se puede fiar de esta cifra?
Desde el instante en el que el coronavirus empezó a brotar, se deducía que para África el reto iba ser aún más difícil que para el resto. Sistemas de salud precarios, regiones que no cuentan con acceso a agua potable, y un 36,2% de población que vive con menos de un dólar al día, entre otras muchas limitaciones. Es importante mencionar que estos problemas los sufre en mayor medida la región subsahariana, también conocida como ‘África Negra’, que no es integrada por Sudáfrica, ni por los países del norte: Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto y Sudán.
De todas formas, los primeros dos casos se dieron en la mencionada región, específicamente en Argelia y Egipto, a mediados de febrero. A fines del mismo mes, en Nigeria se confirmó el primer caso de la región subsahariana, pero durante todo el mes de marzo las estadísticas indicaban un avance lento. La respuesta de los observadores internacionales era lógica para esto: los informes son deficientes, y la tasa de realización de pruebas, muy baja. Dentro de todo, lo bueno fue que para mediados de marzo, 33 de los 47 países de esta zona, ya contaban con localidades especializadas en el diagnóstico del virus (en enero, el único era Senegal).
Esto último no quitaba el hecho de que las infraestructuras sanitarias siguieran siendo insuficientes para albergar a una cantidad considerable de pacientes. La OMS ha establecido que, 23 doctores por cada 10 mil habitantes, es lo mínimo que debería haber en un país para prestar servicios de salud esenciales de calidad. Por dar un ejemplo, esta cifra en Camerún y Costa de Marfil, según Index Mundi, es actualmente de 1 y 2 respectivamente. Para fines de marzo, países como Egipto, Argelia, Libia, Kenia, Ghana, entre otros pocos más, ya habían tomado medidas. Entre estas, principalmente la cancelación de los vuelos procedentes de países de riesgo. Al término del mes, los informes decían que apenas se rozaban los 400 casos en el continente entero.
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El estímulo económico a la población tampoco era un lujo que pudieran darse en gran medida los gobiernos de la región, por lo que al comienzo de abril, el Banco Africano de Desarrollo proporcionó un bono social de 3 mil millones de dólares para los países. Las cifras crecían poco, pero lo más preocupante fue el balance al término de abril: en dos meses, tan solo 500 mil pruebas realizadas en un continente poblado por más de mil millones de habitantes (una tasa de realización de pruebas de menos del 0.1%), lo que daba como resultado hasta ese momento 40 mil contagiados. La mayoría de estos en los países del norte, donde la infraestructura ha permitido una mayor ejecución de exámenes.
Hace una semana, la OMS en un informe, evaluó que el brote masivo podría matar en África a más de 300 mil personas, y llevar aproximadamente a 30 millones a la pobreza extrema. A pesar de esto, hasta el momento países como Nigeria, Sudáfrica, Ghana, Argelia y Túnez, han estado suavizando sus restricciones, permitiendo una progresiva reactivación de la dinámica económica. Hay que señalar que, otra preocupación de África en estos instantes, es la malaria. La OMS teme que este año dicha enfermedad, por el desvío de atención que se está llevando el covid-19, mate a cerca de 800 mil personas en el continente.
Las pruebas aun no son tantas como para garantizar seguridad, y lo más preocupante serán permanentemente los países de la zona subsahariana. El tiempo dirá que sucederá, pero es una garantía que el continente africano sufrirá la recesión económica de forma aún más acentuada que cualquier otra región, así lo aseguró Hafez Ghanem, vicepresidente del Banco Mundial para África.