Escribe: Mauricio Escobar Camoretti
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Ayrton Senna, el automovilista que revolucionó la fórmula 1.
Corriendo, esquivando y consiguiendo su objetivo, así viven los guepardos en la sabana. El animal más raudo del mundo tiene esa consigna de vida, ser más rápido que sus rivales. Los guepardos no saben que son los más veloces, pero lo sienten, lo sienten porque su corazón bombea mucho más y porque dominan los quiebres y grietas que puede haber en su hogar. Ellos se conocen y saben que no hay animal que se plante frente a ellos y les haga competencia. Los cien, o ciento veinte kilómetros por hora que pueden alcanzar no les importa, siempre y cuando logren coger a su adversario por el cuello para deleitarse de un banquete. Aquel guepardo brasileño fue Ayrton Senna, un animal que llegó a la fórmula 1 y cubrió con una sábana el mundo para hacer de las pistas de carreras su sabana. Fue rápido, muy rápido, y enamoró al mundo entero con las carreras siendo el más grande du mundo.
Senna no era un piloto normal, él desafiaba lo que muchos creían perdido y no luchaba por ganar, si no por humillar. Cuando corría por las pistas no recordaba lo que había entrenado o cuanto había estudiado para llegar a la competencia, pensaba en ser el primero en ver la bandera con cuadros agitándose. Esque esa es la naturaleza animal de este corredor, deleitarse con un buffet de perdedores que habían pensado en él durante las vueltas que dieron por la pista. Era difícil competir con alguien que nunca daba una carrera por perdida, y si había que pasar a todos los autos en la última vuelta, él los iba a pasar desafiando cualquier regla que se hubiera tenido hasta ese entonces. Se sabe que los guepardos no son los únicos depredadores, son los más rápidos pero no los únicos capaces de matar a los rivales. Los leones acechan a las mismas presas y asustan más o de igual manera que los guepardos. Así como un león era Alain Prost, cauteloso y calculador y hasta ese momento el rey de todo. Era raro que un león y un jaguar compartieran un mismo espacio y eso se notó cuando Senna y Prost compartieron el mismo equipo, el mismo que no duró mucho por la ambición de ambos. Prost era calculador y Senna vehemente, por eso no llegó hasta lo más alto tan rápido como se esperaba, pero una vez arriba este guepardo ganó todo y cuando quiso.
Así como este animal, Senna también tuvo una corta vida. El corredor había ejercido una conexión con sus autos, las llantas se volvían patas fuertes y musculosas y el motor era el corazón que aceleraba y hacía llegar la sangre a todos lados para poder ganar. Senna era el auto y el auto era Senna. Cuando cambiaba de equipo, mutaba y se adaptaba a una nueva piel, unas nuevas motas que se exhibirán en lo más alto del podio. Luego de pasar por tres equipos y de lograr el mejor cuerpo con McLaren, Senna decidió cambiar al que daba la hora por sus innovaciones tecnológicas y llegó a Williams. Una vez aquí, todo lo electrónico que se le puso al auto se le tuvo que quitar por un decreto en las bases y el carro perdió todo. Senna ya no era el auto, las piernas que McLaren le había brindado se convirtieron en flácidas y quebradizas, y así en Italia Senna perdió la vida. Una curva que no aguanto la velocidad, un carro que voló y un Ayrton que dejó de existir. Senna cambió la fórmula 1, luego de él nadie murió en una pista. El doctor Sid Walkins, quien había atendido al brasileño durante su carrera, se encargó de la seguridad en el deporte y no dejó que nadie muera como lo hizo el talentoso Ayrton. Este guepardo dejó de correr, pero dejó un ejemplo de competitividad, de ganas y de que nadie debería morir haciendo el deporte que ama. El último suspiro que dio en la pista era el punto de partida para los que siguieron el deporte por lo que él logró. El guepardo dejó de correr y empezó a descansar.