Ollas comunes y comedores populares: han aliviado el hambre agudizado en los últimos tres años.
Por Verenizze Lara, Humberto Oyague, Alexander Yaranga y Andrés Aparicio
“La olla común para mí es la unión de todos los vecinos”, menciona Derek, un jovencito de tan solo quince años con una sonrisa muy entusiasta. Nos cuenta que paga tres soles por el menú, pero cuando no puede hacerlo, recibe una donación. Él acude a la olla común “Renacer” del asentamiento humano Nuevo Jerusalén, ubicada en la cuesta de un cerro en Pamplona Alta de San Juan de Miraflores. Alrededor de la ruta se observan casas de madera prefabricada y de cemento deteriorado. Los caminos son estrechos y sofocantes por la polvareda de arena. Para llegar se debe ascender, teniendo sumo cuidado, pues la tierra afirmada se convierte en un peligro latente. Además, se evidencia en muchas viviendas que la falta de agua y desagüe son el problema de cada día.
Estos son aspectos que caracterizan a diversas ollas comunes, y que las diferencian de los comedores populares, puesto que las primeras suelen hallarse en las partes más altas, más pobres, con menos servicios y sin mucho apoyo de instituciones públicas o privadas. Tania Vásquez, socióloga y especialista en demografía y desarrollo, indicó que las ollas comunes representan organizaciones de base y tuvieron contextos donde su relevancia fue igual de significativa que ahora. “Su historia empieza desde la década de 1960 o 1970, cuando las familias migrantes empezaron a poblar las zonas periféricas de las ciudades. Con la pandemia del COVID-19, su reactivación fue crucial en las familias para acceder a los alimentos”, agregó Vásquez, que es investigadora principal del Instituto de Estudios Peruanos (IEP).
Vicky Bautista es dirigente de la olla común “Renacer”, hace ocho años, y atiende a más de cincuenta personas al día, especialmente a madres, ancianos y niños; ella aseveró, con tristeza, que cada vez compra menos alimentos por el alza de sus precios, aunque recuerda que en la agobiante pandemia del COVID-19 también fue crítico porque la mayor parte de ese tiempo carecieron de apoyo externo: “No sabíamos qué hacer. Unas monjas nos apoyaron por un par de meses. Solo repartimos para los más necesitados. Para 25 o 20 personas estábamos cocinando.” Y con un semblante de preocupación respecto al incremento de precios, aseveró: “Se han tenido que reducir los insumos. Antes usábamos cinco kilos de zapallo y ahora solo la mitad, no nos alcanza”.
El economista Iván Huertas, comentó que el alza de precios se originó por la inflación mundial. “Se acentuó por los conflictos sociopolíticos en el país y el impacto ha sido muy severo: después de 25 años tenemos la inflación más alta, alrededor del 8.7%, debido a eventos internos y externos”, añadió el consultor financiero.
En efecto, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el índice de los precios al consumidor (IPC) a nivel nacional, en el mes de marzo, se elevó en 1,19%, mientras que, en el primer trimestre del año, subió 2,10%, y en los últimos doce meses su variación es de 8,67% (abril 2022 – marzo 2023). Los valores de los alimentos que más se consumen, aumentaron en marzo de 2023: la leche y el huevo (4,0%); el pollo, (7,2%); las frutas, 3,1%; y pescados y mariscos, 1,4%. En consecuencia, los costos de las ollas comunes se han estado encareciendo sostenidamente.
El alza del costo de vida también involucra a los comedores populares, aunque sean más urbanizados, con mayor disponibilidad de servicios y cuenten con asistencia del Gobierno central. Blanca Torpoco, secretaria del comedor popular Víctor Raúl Haya de la Torre, en José Gálvez, del distrito Villa María del Triunfo, mencionó: “Tenemos apoyo de la municipalidad. Mensualmente nos traen víveres, pero también compramos pollo, carne, verduras, papas, porque estos alimentos a veces faltan”. La organización se ubica cerca a un alto cerro, pero el trayecto es menos escarpado que el de la olla común Renacer. Hay más casas con infraestructura sólida, y que no carecen de agua, luz o gas.
“Para mí este comedor significa mucho. Es una ayuda para las personas que tenemos familia. Las cosas están caras, como el pollo y las verduras. Gastamos mucho. Contribuyendo a cocinar, te llevas un menú para tus hijos y ahorrar en gas”, expresó Janeth, mientras preparaba el almuerzo para los comensales, que no tardaban en aparecer. Lleva cinco meses laborando en el comedor popular y acompañando a la señora Torpoco. El establecimiento atiende a más de noventa personas al día. Por dentro hay un espacio limitado para que un máximo de quince personas consuman, pero es muy pulcro. Son cuatro o cinco mesas, y, sobre todo, con un ambiente acogedor para todos aquellos que acuden por el menú del día, siempre de 3.5 soles.
Las mujeres tienen un papel clave en las ollas comunes y los comedores populares: son las líderes de sus comunidades y, para muchos, las heroínas de los arenales. Hay veces que las porciones de la comida se deben reducir, pero ellas multiplican los platos por un crecimiento del número de los comensales. Marisol Matienzo, quien es becaria de la Fundación Carolina y el Banco Santander en España y colaboró durante la pandemia con las ollas comunes en Mi Perú, distrito de la provincia del Callao, opinó para Punto Seguido sobre el rol femenino: “Ellas ofrecen respuesta en tiempos de inquietud. Construyen una salida frente a la incertidumbre. Son el motor fundamental para que las ollas comunes y los comedores populares funcionen”. Además, ella admira su capacidad de obtener alianzas y recursos, sean privados o públicos. No obstante, la egresada de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), consideró que la sociedad no reconoce la encomiable tarea que ejecutan.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que se establecen políticas públicas, las cuales implican primordialmente al aspecto económico para solventar los gastos en abastecimiento y procuran velar por la continuidad de las dos organizaciones. En julio del 2022, durante el gobierno del ex presidente Pedro Castillo, se dictó el Decreto de Urgencia Nº 017-2022, en el cual se transfirió 96 millones 834,634 soles con el objetivo de coadyuvar a las ollas comunes frente al alza de precios. El soporte estuvo destinado y repartido en 80 distritos de 14 regiones del Perú. Antes de eso, solo los comedores populares recibían, legalmente, subvención estatal.
Ahora bien, para el año 2023, el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS) ha dispuesto ampliar el presupuesto para los dos grupos comunitarios. El fondo de las ollas comunes es de aproximadamente de S/100 millones, que beneficiarán a más de 200,000 personas en 14 regiones. Mientras que los comedores populares tendrán una partida de S/223 millones, favoreciendo a más de 700,000 personas en el territorio nacional.
¿Estos esfuerzos y proyectos que realizan las autoridades estatales, son suficientes para ofrecer un desarrollo eficaz, sobre todo, en las ollas comunes que son autofinanciadas? Lorena Alcázar, investigadora principal de GRADE, declaró a Punto Seguido que la ayuda ofrecida no siempre llega a las zonas rurales, y se prioriza familias en Lima que, por ejemplo, podrían no ser las más urgidas del país “Se les entrega [a comunidades rurales] canastas, apoyo de diferentes organizaciones. Pero no necesariamente es lo que requieren. No tienen implementos, ni las condiciones sanitarias, ni alimentos que permitan una dieta balanceada, afirmó Alcazar, especialista en políticas sociales. Agregó que continuamente se les da arroz, azúcar, fideos o menestras, pero no es suficiente.
Alcázar junto a su colega Ricardo Fort, investigador principal de GRADE, desarrollaron un riguroso análisis de las ollas comunes, planteando recomendaciones en políticas públicas para mejorar su situación. Entre ellas está el elaborar un registro nacional de ubicación y beneficiarios, así como sus características y necesidades, y cuáles son duraderas y temporales: para planificar proyectos particulares en cada grupo. También propusieron capacitaciones a las gestoras, mediante talleres, ampliando su visión de empleabilidad, y potenciando sus actividades. Además, sugirieron incorporar comités de acompañamiento, involucrando a la ciudadanía, para que no vaya solo a entregar recursos, sino que se evalúe la conveniencia y transparencia del proceso de ayuda.
¿Se podrían implementar las mismas medidas para los comedores populares? Sí, porque pese a tener mayor sostén de las autoridades, hay días cuando deben adquirir directa y propiamente los alimentos. Por ello, requieren tener dirigentes que, además de ser líderes, también puedan asumir compromisos para mejorar las estructuras y calidad del servicio, ya sea olla común o comedor popular. En ello, las autoridades locales y nacionales tienen una gran labor que, hasta el día de hoy, no ha podido ser lo suficientemente eficaz. Estas organizaciones, dirigidas por mujeres y, a la vez madres de familia, que han enfrentado la pandemia del COVID-19 y la reciente alza de precios, han sido y siguen siendo el único medio de subsistencia para muchas familias vulnerables.