Crónica por Daniel Robles.
El zapatero Zacarías Aquino dice que por sus manos han pasado los calzados de reconocidas personalidades peruanas. El periodista César Hildebrandt, la vedette Susy Díaz y el exfutbolista Franco Navarro han acudido a su zapatería por un taco desprendido o unos chimpunes desteñidos. El zapatero con nombre de profeta dice que los zapatos son una envoltura protectora al andar.
Cuando el adolescente Zacarías Aquino cumplió quince años, supo que su destino no sería trabajar en la chacra de su padre en la sierra de Huánuco. De modo que, una noche, sin avisarles a sus siete hermanos o a su padre , se marchó de casa. Junto con algunos amigos, viajó a Tingo María, en la selva de Huánuco, donde vivió en un pequeño pueblo llamado Cincuenta y uno. Zacarías era un joven que aún no pensaba en el futuro, solo quería disfrutar el día a día: corría sobre su moto a más de 150km/h, entrenaba gallos de pelea para torneos, y antes de ser mayor de edad bebía mucha cerveza en las fiestas de cumbia. De zapatos aún solo conocía los que llevaba puestos.
“De joven tenía un espíritu de aventurero y no me preocupaba vivir sin mis padres. Viajé a Tingo María para estudiar en un colegio de secundaria, pues no había alguno en mi pueblo natal”, dice ahora Zacarías Aquino, con 54 años, en su tienda reparadora de calzado en Surco. Lo cierto es que en Tingo María no pisó una escuela, pero sí el acelerador de una moto con todas sus fuerzas. Una noche se accidentó y tuvo que permanecer ocho meses en el hospital de la ciudad. Una vez que estuvo recuperado, partió a Lima sin regresar a su hogar en Cincuenta y uno, y sin despedirse de sus amigos. Era un errante en busca de algo que lo convenciera de quedarse a vivir en un solo lugar.
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Zacarías llegó a Lima antes de cumplir veinte años, y solo entonces se inscribió en un colegio para acabar la secundaria. Vivió con un tío en La Victoria, y trabajó con él en su zapatería por más de cinco años. En la actualidad, lleva más de trece años trabajando en su local en Surco. Después de mucho buscar, ha encontrado al fin ese elemento para quedarse por mucho tiempo en un solo lugar: el oficio del zapatero. En su tienda, en Surco, ha tenido clientes famosos. Ha arreglado los tacos altos de la vedette Susy Díaz y ha escuchado sus mensajes irónicos con doble sentido: “Ella siempre hace bromas. Cuando me deja sus tacos, me dice: ‘Si necesitas ayuda, me avisas nomás’ ”, cuenta riendo Aquino.
Zacarías afirma que César Hildebrandt también acude con frecuencia y que una vez le pidió que arreglase su maletín y que colocara un nuevo candado con contraseña. Recuerda que el periodista fue contundente y le dijo algo así como: “Arreglar este maletín es difícil. ¿Puedes hacerlo o no? Si no puedes, dímelo, para que no me hagas perder el tiempo”. Zacarías asumió el reto. Días después, fue el chofer del periodista a recoger el maletín. Aquino afirma no haber recibido ni una queja de Hildebrandt.
El zapatero también menciona que personajes del entorno futbolístico como los entrenadores Franco Navarro y Wilmar Valencia, y el delantero Víctor Rossel acuden a su local. Cuando el exjugador de Sport Boys anotaba sus primeros goles en el estadio Miguel Grau, era Zacarías quien se encargaba de pintar y arreglar los botines del artillero para el partido del domingo. Hace algunos meses, un familiar de Rossel le llevó una bolsa con monedas de cinco soles a Zacarías: “Sumaban 70 soles. Me las enviaba Rossel, como agradecimiento”.
Aquino dice que sus clientes no solo quieren reparar sus zapatos para volverlos a usar, sino también porque cada calzado guarda una historia especial.
-Una vez vino un señor con su esposa. Quería que arreglase los zapatos de la mujer – dice Aquino.
-¿Lo querían para ese momento? – le pregunto.
-Sí. Así que empecé por sacar la plantilla falsa. De pronto, cayeron al suelo varias fotos donde aparecía el marido. ¡Estaban escondidas dentro del zapato y rodeados de pelos! – responde.
-¿Por qué? ¿Era un gesto de amor?
-No! ¡La esposa había hecho un ritual de brujería contra su marido!- exclama el zapatero.
El sueño de Zacarías Aquino fue ser abogado, pero, ahora, con más de 50 años, ha encontrado en los zapatos una razón para asentarse en un solo lugar. Ayer, miércoles, arregló treinta zapatos que ahora posan dentro de cajas en la vitrina del local. Caminante 71691. Caminante 70132, se lee en las cajas. Son los códigos de cada usuario para cuando los lleven de vuelta a casa. En el cuarto interior del local, hay decenas de zapatos y sandalias que aún esperan ser reparados para regresar al estante de sus dueños. Aguardan que el huanuqueño Zacarías Aquino, chaveta y martillo en mano, empiece una vez más a arreglaros y, al mismo tiempo, a encontrar secretos dentro de cada calzado.