Por: Manuel Coral González
“¿Por qué escribo? Para crear, sin otro recursos que las palabras, algo que sea bello y duradero”, escribió Julio Ramón Ribeyro en La tentación del fracaso. Un buen escritor perdura siempre a través de su obra. Sobre todo si se trata de él, el cual el miércoles 31 de agosto habría cumplido 87 años. La lima de Ribeyro, un libro antológico que reúne diez cuentos para retratar una ciudad ya inexistente, fue el homenaje póstumo que Henry Mitriani le presentó por esa ocasión.
Pero esta Lima es inexistente solo geográfica, urbanística y arquitectónicamente. La esencia de un hombre, al igual el de una ciudad, siempre perdura y persevera. Porque las ciudades las inventan los seres que las pueblan e imaginan; aquellos con los que se produce la literatura. A través de su obra cuentística el lector puede comprender y conocer la Lima que tanto le fascinaba a un joven Ribeyro que todavía deambulaba por los bares de Surquillo. La Lima que en ese entonces era considerada marginal, pero que al día de hoy se ha vuelto protagonista de su propia ficción. El mundo literario de Ribeyro se puede definir –si de algo sirven las definiciones –desde la experiencia del borracho, de la prostituta, del ludópata, del burócrata mediocre, del pobre resignado. Seres condenados al rotundo fracaso.
“La literatura es impostura. –dice Luder -Por algo riman”. Ribeyro se transforma y encuentra en su alter ego, Luder, su propio personaje para reafirmar e interiorizar ciertas reflexiones que tocan temas como los placeres, la amistad, el arte y, sobre todo, la vida; que en su caso es la literatura. Y es por medio de este género artístico que Ribeyro de manera poética y melódica –en términos narrativos –nos impone una realidad que lucha por ser visible, a medida que el Perú (o la Lima en que vivió, o en lo que se creía que era el país entero) era en realidad una fantasía, un cuento, un antónimo de lo que encontraba en las calles fuera de su barrio de Miraflores.
Su arte no consiste en retratar de forma inmediata, sino en contar una realidad futura.
Por ello, a través de esta publicación, podemos encontrar la excusa perfecta para volver a este autor que por medio del retrato de vidas tristes, mediocres y selladas por el infortunio, nos muestra la complejidad y profunda sensibilidad que padece –y compadece –el ser humano.
Después de haber finalizado la presentación de uno de los tantos libros que se presentarán sobre Ribeyro –porque uno siempre adonde fue feliz; en este caso sus libros –los asistentes hablaban sobre la importancia y su trascendencia. Algo cohibido y lleno de la serenidad que transmite el whisky, entonces, el que escribe esto, se acercó hacia un hombre flaco, de vestimenta pulcra, de ojos algo tristes y nostálgicos, y un visible bigote elegante, y le preguntó: “¿Por qué quieren tanto a su tío?”
Él, acomodándose la corbata y resoplando con fragilidad, respondió: “Lo bueno vive en el pasado, pero estará siempre incrustado en el presente, en el futuro”.