Decenas de vendedores ambulantes aprovechan el mes del ‘Cristo Morado’ para vender desde estampillas religiosas hasta mata moscas.
Redacción: Estefano Matta Garratt
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Economistas como Jorge González Izquierdo aseguran que cientos de peruanos tienen como objetivo sacar provecho económico de temporadas transitorias. Fiestas Patrias, Año Nuevo, Navidad y el mes del Señor de Los Milagros son eventos que ocurren una vez en el calendario anual y son vistos como una oportunidad viable de emprender negocios.
Los comerciantes se escabullen entre los devotos del Cristo Moreno. No pasan desapercibidos. Llevan tanta carga consigo que estorban, pero no les interesa estorbar. Caminan sin preocuparse en medio de las oraciones mientras promocionan con una voz sonora y retumbante sus productos. Algunas de esas voces llegan a ser más fuertes que la del mismo sacerdote que preside la misa. La falta de espacio no es impedimento para ellos: saben hacerse un lugar dentro de la multitud que camina siguiendo al ‘Cristo de Pachacamilla’. No temen empujar al que está en frente. Otros, más prudentes, prefieren pararse en una zona levemente despejada de devotos y esperar a que pasen para poder negociar lo que venden.
De esta manera, estos devotos del comercio aprovechan la multitudinaria conglomeración de personas en el ‘mes morado’ para llevar dinero a sus hogares. Muchos de ellos planifican con meses de anticipación esta importante fecha en su calendario. Elaboran un presupuesto para adquirir todo lo que llevan en sus hombros, manos o en lo que puedan sujetar sus materiales de trabajo. Ellos ofrecen estampillas, pulseras, collares, rosarios, velas, insignias, inciensos, polos, pósters, cruces, y son parte de los que están en armonía con el motivo de la celebración. Son una encarnación del Señor de los Milagros ambulante: mucho morado y religiosidad entre lo que venden. Sus precios varían según el tamaño y el material de lo que exhiben y resguardan con recelo si es que alguien lo toca mucho y no compra. Las estampillas, sin son de plástico, pueden valer un sol. Si son de cobre –según el experimentado orador que lo comercializa-, aumentan hasta los 3 o 5 soles.
Pero también están los fuera de serie. Portan todo lo que no tiene que ver con la celebración. Mata moscas, corta uñas, colgadores de ropa, sandalias, palos para tomarse un selfie –si el devoto es moderno, esto quizá sí vaya de acuerdo con la celebración-, son otra alternativa para el peruano de a pie que exige variedad. Sus precios son igual de razonables y van desde los 50 céntimos (corta uñas) hasta los 25 soles (palos de selfie) que pueden llegar a los 15 si el comprador tiene astucia. “Yo trabajo de esa manera. Veo que va haber algo así de importante y me preparo para ganar algo de plata”, dice uno de los vendedores.
No se quedan atrás los que se amanecen preparando diversos potajes para que los fieles no mueran de hambre en el extenso trayecto. Alrededor de las Nazarenas se pueden conseguir los infaltables turrones. Durante la procesión, algunos cargan panes con pollo, con carne, con lomo, con palta, con queso, con aceituna y todo lo que pueda entrar en un pan. Los vendedores ambulantes también están prestos ante cualquier caso de deshidratación crónica y auxilian a los creyentes con agua, café, chicha, gaseosa y jugos de todas las frutas. Si el sol quema mucho ese día, otro vendedores cuentan con ‘marcianos’ y helados; y, si no quema, no importa porque igual ya los llevaron y los venden como sea.
De repente, si eres un ferviente seguidor del Señor de los Milagros, te encontraste con caras conocidas ofreciéndote turrón o chicha. Y es que ellos siempre están en los recorridos de octubre, porque esa es su manera de trabajar. Muchos más se suman y no quieren perderse esta posibilidad latente de iniciar un negocio. Cada vez son más son los fieles al comercio.
Video: Oscar Miranda