Los opiniones en redes sociales ya no tienen nombre ni rostro (Foto: Pixabay)
Pese a los problemas sanitarios y económicos, la indisciplina de nuestra sociedad durante la pandemia está representando, para nuestras autoridades, una enfermedad que aún no tiene cura. Sin embargo, comentarios sobre la tragedia en Los Olivos han puesto en evidencia el violento pensamiento de algunos peruanos.
Escribe: Joyce Castillo Abad
Tras los desacatos ocurridos en nuestro país durante la cuarentena y en el vigente Estado de Emergencia, el término “desobediencia civil” ha surgido para tratar de explicar por qué un número de peruanos ha optado por salir a las calles pese a las advertencias del gobierno. Sin embargo, luego de conocerse que 13 personas fallecieron en una fiesta clandestina, las redes sociales se llenaron de comentarios como “Se lo merecen”, “Ahora sí son el alma de la fiesta”, “Eso les pasa por irse de juerga”, entre otros. Este tipo de opiniones lleva a cuestionarnos qué tan arraigada está la violencia en nuestra sociedad.
Para el filósofo Martín Córdova, en el Perú existe una picardía al momento de desobedecer, pero no necesariamente con un propósito social o político, sino con la intención de tender a lo informal. “Es diferente un ambulante que quiere desobedecer la ley porque no puede formalizar su negocio o porque necesita dinero y lo gana como pueda frente a otro que simplemente asiste a una discoteca solo por mero placer”, agrega refiriéndose a lo ocurrido el 22 de agosto en la discoteca “Thomas Restobar”.
La opinión pública asegura que los asistentes buscaron ese final a pesar de que ahora sabemos que la policía tuvo errores en su protocolo de intervención. Ante esto, Córdova afirma que, pese a las pruebas, la sociedad no ha cambiado de opinión, lo que demuestra el deseo de castigo hacia el otro logrando que la violencia naturalizada sea justificada.
No es la primera vez que ocurren hechos violentos en nuestro país; estos sucesos tienen un carácter tan habitual que hemos llegado a aceptar estos hechos como parte de nuestras vidas. Para el especialista, un ejemplo son los feminicidios: “Cuando sucede este acto, las personas suelen decir “Ah, pero ¿por qué saliste vestida así?, tú lo provocaste”. Esto es una suerte de aceptación y naturalización de la violencia, que solo variará cuando tengamos un cambio de mentalidad”.
Por otro lado, al buscar un origen a la rudeza de nuestra sociedad podríamos pensar en nuestros inicios como república, ya que el cambio, luego de un régimen virreinal, fue una transición drástica para la población que no estaba acostumbrada a la formación de una ciudadanía ni de partidos públicos y que se encontraba ampliamente fragmentada por el racismo y el centralismo. Según Córdova, “Los militares gobiernan en base a su poder y por los intereses de la nación. Es en este régimen militarizado que la violencia empieza a verse como algo bueno y que sucede por el bien del país. Esto no solo quedó en las dictaduras, sino que también influyó en las democracias como el Baguazo, ocurrido durante el gobierno de Alan García, o el conflicto que surgió durante el mandato de P.P. Kuczynski por el caso Chincheros”.
En la actualidad estamos viviendo en una sociedad en donde todos somos hermanos y el Estado cumple el rol de padre. Si uno de los hermanos no cumple con las reglas, tendemos a sentir placer al ver cómo se le castiga por su desobediencia.