El mundo entero se refiere al covid- 19 como la peor tragedia que ha surgido en los últimos años; sin embargo, existe un mayor pesar global que está afectando irreversiblemente la más extensa reserva forestal del planeta.
Escribe Ann Millones
Recientemente la reconocida revista Nature anunció en un artículo que “existen suficientes evidencias científicas para declarar un estado de emergencia planetaria debido al cambio climático”. La principal causa de este mal es la pérdida de los bosques acelerados por la deforestación.
Desde hace cuatro décadas el accionar del hombre ataca catastróficamente al pulmón del planeta logrando afectar a más del 20% de su totalidad. A pesar de la coyuntura que se vive mundialmente, la deforestación por minería no ha cesado. De acuerdo al último informe del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), el último trimestre de este año se ha registrado un aumento del 64% a comparación del año pasado.
Más de 150 comunidades nativas son afectadas por las consecuencias de la deforestación minera: el usual consumo de peces como fuente principal de proteína podría contener altas concentraciones de mercurio según los estudios realizados por científicos ambientales y el Ministerio de Ambiente. El biólogo botánico Jorge Caballero, miembro del Centro de Investigación Científica Amazónica (CINCIA), comentó para Punto Seguido, sobre los estudios realizados en Madre de Dios, una de las regiones más afectadas por el fenómeno de la minería ilegal.
“Se han analizado muestras del suelo de áreas degradadas en comparación con zonas de la Selva que no han sido tocadas, descubriéndose que hay mayor concentración de mercurio en zonas ajenas al territorio que ha sido afectado”. Esta hipótesis también sostiene que el impacto directo en la flora y fauna es la bioacumulación de mercurio, la cual se transmite al hombre mediante la cadena alimenticia trófica. Esto da como resultado daños en el sistema cognitivo y nervioso, así como también malformaciones y enfermedades degenerativas.
Los daños irreversibles en los subsuelos amazónicos y las consecuencias sistemáticas que recaerán en los seres vivos plantean un panorama desolandor para el hombre y la naturaleza. Sin embargo, se espera que la lucha contra este suicidio humano demuestre un cambio significativo en los próximos años.