Perseguidas durante siglos, las brujas fueron el foco del odio de muchos; sin embargo, esa violencia sigue manifestándose en la actualidad.
Escribe: Arianne Giralt
El 29 de junio del 2022 en el distrito de Chilia, Pataz, los medios peruanos dieron a conocer una noticia que impactaría a todos. Aproximadamente 10 mujeres, entre 45 y 70 años, fueron secuestradas, ultrajadas, desnudadas, azotadas y colgadas de cabeza por ronderos al ser acusadas de brujería. Entre gestos de sorpresa e indignación la población peruana se cuestionaba qué podría haber ocasionado tal situación de violencia en pleno siglo XXI. “Las brujas son cosa del pasado”, habrán pensado, “y la violencia hacia ellas aún más”. Sin embargo, las brujas siguen entre nosotros. No aquellas que vuelan en escobas y convierten a sus enemigos en sapos, sino aquellas que buscan conectar con el universo y ponerlo a su favor. A las personas que siguen estas creencias y buscan desarrollarlas sin hacerle ningún mal a nadie se les llaman “brujas blancas”. Tres brujas compartieron sus prácticas para conocer mejor este mundo: Abril, Chanela y Marta*. Esta es la primera parte de una serie que habla sobre la violencia contra las brujas, los charlatanes espirituales y las prácticas de las brujas blancas en nuestro siglo a través de la vista de estas brujas y distintos especialistas.
Y aunque sería bueno decir que las brujas existen pero la violencia hacia ellas ya no, la realidad es otra. El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (OHCHR) documentó 22.000 víctimas acusadas de brujería en los últimos diez años y, aun así, creen que esta es solo una pequeña cifra en comparación a lo que realmente podría estar pasando. Lugares como Tanzania sufren más de mil asesinatos anuales por dichas denuncias y en India se registraron 2.500 asesinatos por sospechas de brujería entre los años 2000 y 2016. Al ver el informe de la OHCHR, la sorpresa y el horror se sienten a flor de piel, ya que a estos países los acompañan la República Democrática del Congo, Angola, Nigeria, Ghana y Kenia. De previas investigaciones también se conocen Nepal, Papúa Nueva Guinea y Arabia Saudita. Una sociedad que sigue condenando sin pruebas concisas.
Sin ir muy lejos, Chanela cuenta las historias que conoció en Arequipa. Historias sobre la tía abuela de una jóven que practicaba lectura de números. En su tiempo libre jugaba con esos conocimientos y le divertía ver los resultados. Un día, en una tienda de artesanías, se compró un frasquito que decía ser un ritual para atraer dinero. Traía lentejas crudas en su interior y elementos denominados “llama plata”. El mito dice que al mover la botellita, el sonido atrae abundancia a tu vida. En esos momentos había tenido varios problemas económicos y pensó que no estaría de más recibir una pequeña ayuda. Las cosas comenzaron a mejorar y, emocionada, le recomendó un llama plata a todas sus amigas. Siguiendo el consejo, al poco tiempo todas andaban haciendo sonar sus frasquitos. Sin embargo, el esposo de una de ellas era un policía machista y controlador. Al encontrar el hechizo y enterarse que había sido preparado por un chamán, se volvió loco. En un ataque de furia descargó toda su ira hacia su esposa, golpeándola descontroladamente e incluso llamando a su hermano para que lo ayudara. Luego de la paliza, se encargó de que su esposa no volviera a salir por un tiempo y, sobre todo, que no volviera a comprar baratijas de curanderos. También escuchó sobre una señora de un pueblo más alejado que realizaba rituales, ciertos tés que debían ser tomados en ciertas fases de la luna que ayudarían a abortar a quien lo deseara. Fue asesinada de un balazo. Sin embargo, la razón sigue siendo una suposición. Nadie nunca dio la cara y, al no tener familiares cercanos, nadie nunca se quejó o denunció la muerte.
Historias como estas la seguían desde pequeña. Sus nanas le advertían que no hiciera público su lado de brujil, pues en sus pueblos había castigado a varias por practicar brujería. Si bien no le contaban tanto detalle, Chanela era consciente que la violencia estaba siempre presente para personas como ella. Pero, ¿qué genera este odio?¿Qué crea esta violencia desenfrenada hacia estas creencias? El psicoanalista, Francisco Coriñaupa, miembro del Foro Analítico del Río de la Plata y docente de postgrado en la Universidad Tecnológica del Perú, nos plantea una teoría interesante: “Esto recae en el asunto de las creencias. ¿En qué creemos?¿Qué es lo que estamos defendiendo? Te recuerdo una cosa: ningún ser humano, como creencia, mata o violenta a otra persona por lo que está haciendo, sino por lo que representa. Es a lo que Jacques Lacan llamó el “kakon”. Si, por ejemplo, alguien mata a fulanito, no estará matando a fulanito por lo que es, sino por lo que significa fulanito para esa persona”.
La brujería no es apartada por sus prácticas en sí. Lo más probable es que muchas personas ni siquiera estén al tanto de las costumbres que se llevan a cabo. Es rechazada por la idea de “brujería” que cada uno tiene en su mente. Por ello, a pesar de que algunos rituales involucren buenas intenciones o elementos del catolicismo, que por siglos ha sido el sinónimo del bien, mientras un individuo tenga una creencia opuesta a ellos, habrá espacio para el odio. La violencia hacia las brujas nace del miedo y la desinformación. Básicamente, dos factores que, al menos en muchos casos, caminarán de la mano con el rechazo y el abuso.
Muchas brujas blancas modernas nacen del deseo de querer crecer y mejorar, tanto personal como espiritualmente. Su magia proviene de un bien mayor, buscando aportar a la comunidad una forma de sanar heridas emocionales e incluso generacionales. Si lo ponernos en palabras de Chanela, “creo que todo el mundo es bruja si quiere serlo. Ser brujo no es hacer rituales o leer cartas. Puedes no hacer nada de esas cosas y serlo. Es más un tema de abrirte al balance de la vida. Aceptar que existen partes de luz como partes de oscuridad y poder conocer que el mundo es mucho más de lo que vemos y mucho más de lo que sabemos. Siempre hay algo que aprender, siempre hay algo que buscar. Ser bruja es esa curiosidad por la vida y poder utilizar esa energía a tu favor. Puedes ser bruja con arte. Si haces tu arte con demasiada energía y pasión y generas un impacto y cambias la energía de otras personas: eres bruja. Es como… tener el poder de transformación. Da igual si es a través de un ritual o a través de crear música. Todo el mundo es bruja en cierta medida”.
*El nombre de Marta fue cambiado para mantener el anonimato.