Redacción: Muriel Villavicencio
Follow @PS_UPC
Cuando el sol aún no se asoma y el clima permanece frío, Carlos Cornejo sabe que debe de iniciar su día. Se levanta y en lo primero que piensa no es en la nota de cierre, ni los videos de sus nuevos programas periodísticos online y, mucho menos, en las cuentas que debe de pagar. Su preocupación está en qué dinosaurios llevará hoy Emiliano, su hijo menor, al nido. Se sube a su camioneta 4×4, que más parece el corral de sus hijos, y está listo para comenzar con el ajetreo de todos los días.
-Disculpa la demora, te pedí puntualidad y me demoré yo (se excusa por su retraso de 3 minutos). Acompáñame a dejar a mi hijo.-
Caminamos apenas unos cuantos pasos hacia el nido de la avenida Paseo de la República, en el que han estudiado sus tres hijos. Carlos ya no necesita utilizar un traje formal. Atrás han quedado esas corbatas fastidiosas que lo obligaban a usar cuando trabajaba en canal N. Ahora, puede darse el lujo de vestirse como en sus tiempos de universidad. Un polo holgado, un pantalón y una casaca de jean bastante despreocupados y nada más.
-Emiliano, baja con cuidado y saca la caja.– le dice Carlos a su hijo con un poco de prisa.
-Pero aquí hay uno más.– replica el pequeño.
-¿Qué te parece si te llevas este elefante y dejas los demás?– menciona mientras intenta persuadirlo.
Emiliano mira la caja y coloca el elefante junto a los otros animalitos de plástico. Coge todos sus juguetes y camina más rápido.
-Esa no era la idea.– menciona Carlos con pequeña risa de resignación.
********
A cinco minutos de allí, en el bohemio distrito de Barranco, está su “oficina”, como él lo llama. La agencia de comunicaciones, La Factoría, se encuentra en un edificio que parece normal, pero esconde más de una sorpresa. Está rodeada de bodegas, mercados, colegios, iglesias y gente. Mucha gente. Incluso de mal vivir, con las que ha tratado unas cuantas veces, sobre todo cuando le robaron pequeñas piezas del carro y no quiso “negociar” para que se las devuelvan. Aún así, para él, este lugar ha sido un descubrimiento absoluto. Eso sí, lamenta tener que subir todos los días, con sus 115 kilos, a pie hasta el cuarto piso. “Trato de olvidarme que me deja sin aliento, porque lo vale”, menciona Carlos. Para él, ningún otro lugar podría ser mejor.
Mientras subimos las escaleras, recuerda que nunca se imaginó estar en un proyecto como este. Cuando él fue expulsado de canal N, lejos de acercarse a otra casa televisora, se reunió con varios de sus amigos, entre ellos Eduardo Guerrero, director de La Comba comunicaciones y Carla Harada, su compañera en su programa de televisión.
Con un poco de esfuerzo, entre tazas de cafés y conversaciones de anhelos casi imposibles, lograron convencerlo de hacer el primer programa online en el que Carlos participaría: “Sabemos lo que hiciste”. Él, como típico periodista de la vieja escuela, se mostraba un poco escéptico y hasta temeroso por la acogida que tendría ese nuevo proyecto audiovisual. Pero el tiempo, las estadísticas y el rebote que le dieron los medios de comunicación más grandes, se encargaron de hacerlo creer en el mundo del periodismo digital. El mismo que lo haría soñar, más adelante, en una agencia de comunicaciones como La Factoría.
*********
Cuando entramos a la oficina, ésta parece más una de esas agencias de publicidad. Dibujos antiguos como Malfalda, la pequeña Lulu y algunos súper héroes, decoran las paredes del lugar. Un par de butacas antiguas de cine sirven como lockers improvisados. Del techo cuelgan aviones de juguete. Grandes. Pequeños. Vintage y modernos. Otros carros de carrera acompañan un estante lleno de libros de fotoperiodismo que a Carlos le gusta contemplar. Hay tantos juguetes, que cualquiera pensaría que se los robó a sus hijos, pero los puso ahí para hacer un ambiente más acogedor, o tal vez, más parecido al de su casa.
La oficina de Carlos, en realidad, es un conjunto de mesas blancas pegadas unas con otras. Computadoras, plantas y porta lapiceros conforman toda la sala de redacción principal. En una esquina, separada por vidrios templados, está una hemeroteca en formación. Carlos guarda su preciada colección de revistas Caretas ahí. “Los chicos piensan que todo está en Google, pero no es verdad. Aquí está lo que el internet no ha registrado”, cuenta orgulloso. Al otro extremo, instaló un estudio de radio acústico bastante reducido, pero completo. Ahí graba sus programas de radio para “ZONA PUCP” y, algunas veces, también para Exitosa.
Apenas pone un pie dentro, se dirige en seguida hacia Alejandro y Alejandra, 2 de sus 5 plantas que tiene en el lugar. Coge una botella con agua, camina hacia a la ventana y las riega.
-Ésta se me va a morir (expresa con bastante pena). Es que no le está dando el sol.-
-Él mismo las ha plantado, a pesar que ya se le han muerto varias.- nos cuenta otra Alejandra, la Community Manager.
Se sirve un té con leche, bastante británico, como lo tomaba su abuelo. Y es hora de hacer el trabajo más aburrido del día: la parte administrativa. Antes él solo iba al canal, recibía los temas del día, pasaba por maquillaje y estaba listo para empezar. Hoy, Carlos tiene que hacerlo todo. Busca auspiciadores, contesta mails, planea los temas y revisa, una y otra vez, los alcances y las reproducciones de las publicaciones. “Antes me molestaba que mi productor estuviera tan pendiente del rating. Ahora lo entiendo”, declara entre risas.
*********
Uno a uno, van llegando los redactores. Pero las que aparecen primeras y salen últimas son Alejandra, la Community Manager y Laura, la editora de vídeos; a las que Carlos prefiera llamar “Chucho” y “Checho”, porque todo el tiempo lo fastidian y le hacen bromas sobre la zona residencial en la que vive, su alto nivel adquisitivo y sus lujosos viajes fuera del país.
-Ahí está, pues. Ahora eres caviar.- le grita Laura en un tono burlón desde su asiento, en referencia a los comentarios del último video interactivo sobre los problemas internos de Fuerza Popular.
-Pero… siempre lo he sido. Ja ja ja.– le responde con un tono sarcástico.
La discusión se enciende, todos comienzan a molestarlo y la bulla parece más a la de una aula de colegio. De pronto, todos se ponen serios. Un silencio estruendoso inunda la sala y las teclas comienzan retumbar. Carlos presiona fuerte, una, dos veces, como si la dureza de sus dedos acentuara mejor sus palabras. Luego borra. Borra mucho y vuelve a marcar con la misma fuerza de antes.
Después de un largo tiempo haciendo un mapeo de noticias, ha llegado la hora de hacer la lista más importante de la semana.
-A ver, chicas, ¿qué hace falta?- pregunta Carlos bastante preocupado.
-A mí, dos peras.- exclama Winni, otra de las redactoras.
-Yo quiero platanitos chiquitos, como los que comía Carla. Y también, pan pita.- aclara Laura tratando de recordar más cosas.
-Ah, bueno, ¿algo más señoritas? (dice en tono burlón).Tienen un jefe que es un santo.- enfatiza.
Para Carlos es importante que su gente tenga un ambiente cómodo. Como si estuvieran en su casa. Y en su mini cocina tienen casi todo, pero nada alto en grasas. Luego de haber definido la comida de la semana, es hora de terminar de redactar el tema de cierre. Carlos se apresura. Se sirve otra taza de té con leche, se sienta y escribe. Escribe como si se transportara a otro mundo. Se vuelve sordo y, a veces, también mudo. Se olvida por un momento de las mil cosas más que tiene que hacer. Hasta que suena el celular y rompe su tranquilidad. Puede aguantar las risas, también los sonidos de las sillas o el bullicio de la calle. Pero el sonido del celular, no. Eso distrae a cualquiera.
*********
-Te voy a enseñar algo que no ha visto nadie (me dice emocionado). Ven, acércate y ponte los audífonos.-
Es su nuevo programa online, “Los amigos que perdí”, inspirado en su antiguo espacio en la televisión “2 a la N”. Ahí entrevistó a muchos personajes olvidados. Desde cómicos, hasta ex concursantes de belleza. “Estos personajes eran tan antiguos, que ya muchos han muerto. Más de 50, entonces me puse a recordar e hicimos este nuevo programa en homenaje a todos ellos.”, declara bastante conmovido. Pero la verdad, es que Carlos suele apelar a la memoria. Él cree que mientras más sepamos del pasado, mejor futuro formaremos. Y es ese el tipo de periodismo que busca hacer. Uno que cuente historias. A veces tristes, a veces alegres. Historias duras, pero importantes. Esas que ya nadie quiere contar, pero que nunca se deben de dejar pasar. Por eso, también está a punto de lanzar el programa “Yo no me olvido”.
Entonces Carlos se dispone a grabar el en vivo promocional de todos los días. Quién iba a pensar que ese mismo reacio a la tecnología, grabaría cada día para Facebook Live. Arma su discurso, y al mismo estilo de Emilio, saca de un almacén una caja y, emocionado, le entrega a Laura los nuevos juguetes que compró en California. Los instalan, se echa un poco de polvo matificador de brillos y está listo para comenzar. Por unos breves minutos, vuelve a ser el mismo Carlos de la televisión. Impactante. Seguro. Sin titubear al hablar. Pero lo único que ha quedado del conductor de Canal N, es la forma en la que proyecta sus palabras. Tal vez, Carlos extrañe terminar su jornada a la 1 p.m. y regresar raudo a su casa. Tal vez, anhele el sueldo que tenía en el canal. O solo tal vez, desee la misma llegada que tenía a los televidentes. Pero ahora, en cambio, se divierte, juega, hace bromas y disfruta del periodismo que siempre quiso hacer.