El jueves 5 de octubre la selección peruana consiguió un importante empate ante el seleccionado argentino. Un empate que nos deja cerca del mundial. Mientras ese día corría, la Plaza de Armas de Lima se llenaba de distintos personajes, camisetas y pasión por el fútbol.
Texto y fotos: Germán Olano Rivera
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Un policía en la Plaza de Armas, a la entrada del jirón de la unión, conversa por teléfono mientras vigila el perímetro. Un cantante invidente va entonando las notas de una canción de Gianmarco. Una señora que vende caramelos los lleva ocultos en una mochila por si llegan los municipales. Un mendigo busca botellas de plástico en la basura, a él no le importa mucho si Perú va al mundial. Un grupo de tres chicos caminan cantando mientras agitan los brazos y llevan camisetas de la selección. Una fila enorme de personas espera su turno para comprar una tajada de pizza con un vaso descartable de gaseosa a 3 soles con 50 céntimos. Un perro camina desorientado sin entender a la multitud o, quizá por ser día de partido, hasta los canes buscan un buen lugar para ver jugar a los seleccionados.
Un container cumple el rol protagónico de puesto de salud por si pasa alguna emergencia en la Plaza de Armas. Una señora vende collares hechos a mano y los lleva en una bolsa negra. Un joven con la camiseta de Perú vende “palos para selfie”. Dos latas de cerveza descansan en una banca que ya fue abandonada por dos sedientos asistentes. Una mujer corre hacía una cámara de televisión para enviar un saludo a la selección. Otro, atrás de ella, grita algunas groserías producto de la emoción.
Una señora lleva en brazos a una niña que cubre su delicado cabello con una vincha. Lentes oscuros protegen sus jóvenes ojos de los rayos de un sol que salió porque juega Perú (o eso dicen). Sus labios están pintados con un lápiz labial rojo y, con una de sus pequeñas manos, acaba de esparcirlo por un lado de su mejilla. Al otro lado, un niño lleva la misma camiseta que su padre, ambos con el nombre de Cueva en la espalda. Otro niño más tranquilo lleva en la cabeza un globo largo enrollado y pide otro mucho más grande que están inflando los trabajadores de la Municipalidad.
La música
Una banda de música afroperuana toca una canción mientras la Plaza se va llenando. En eso, el cantante pide a 3 asistentes del público para que suban al escenario. Un niño con síndrome Down canta una canción del Zambo Cavero con la esperanza de llevarse un polo. Finalmente, se lo lleva y suelta una sonrisa llena de ternura. Una chica canta después del primer niño y, con una energía desbordante, roba el show al cantante. Dos anfitrionas resguardan los lados del escenario y llevan en la pierna derecha el nombre de una marca que no importa.
Dos periodistas de ESPN animan a los asistentes para grabar su emoción. Un serenazgo cuida una de las vallas de seguridad que separan a los hinchas del escenario y, en un acto de compasión efímera, deja pasar a un joven para que pueda hacer fotos del evento. Dos jóvenes hacen piruetas con una pelota de futbol en una maqueta de cancha de fútbol. Algunas personas mayores esperan sentados en sillas de plástico a que empiece el juego. Un hincha lleva la máscara de un personaje de Jim Carrey y una marioneta de la Rana René.
El alcalde
Un alcalde sale de su oficina para recibir el atropello de muchos periodistas tratando de robarle algunas palabras, pero, el apodo de “el mudo” no es gratis, se esforzó. Un periodista que no tiene la posibilidad de acercarse al alcalde solo llega a decir “Castañeda de mierda”. Un joven busca, sosteniendo el escudo de su camiseta, alguna cámara para ser retratado. Otro hincha lleva un cartél que reza “El hincha besucón”. Otro llora mientras el himno nacional es cantado por toda la Plaza de Armas, donde ya no entra ni un alma. Un grupo de serenazgos se ve obligado a empujar las vallas de seguridad para que los hinchas no las tiren. Dos pantallas grandes muestran el inicio del juego. Algunos periodistas fuman cigarros mientras esperan la reacción del público para tomar fotos y grabar. Un grupo de hinchas hace reventar cuetes y bombardas. Un balde es golpeado con dos palos para simular el sonido de un tambor. Un palo salva a Perú de un gol. Una señora baila el último éxito de Maluma en el entre tiempo. Un tiro libre pateado por Paolo Guerrero se convierte en un gol que no fue. El público se retira con un empate que deja en el paladar un sabor a victoria.