La indiferencia social y la escasa labor del gobierno mantienen en alza el número de niños que trabajan en las calles de la capital. Exploramos las causas, las consecuencias y los escenarios para terminar con esta situación.
Por Nicolas Menacho Segura, María José Bernaola, Nicolas Prado De la Mata y Martin Rodriguez
El trabajo infantil sigue siendo un tema relegado en la discusión pública sobre los fenómenos sociales que afectan gravemente al Perú. Ni las ONG ni las empresas privadas han podido suplantar la labor del Estado, encargado por antonomasia de esta situación.
En el año 2015, el Instituto Nacional de Estadística (INEI) reveló que el 52.3% de los niños de 5 a 17 años en las zonas rurales participa en alguna actividad económica. Mientras que en las zonas urbanas, el 16.2%.
De igual forma, 1274 100 niños realizan labores peligrosas (77.3%). De esta cifra, 71800 (5.6%) realizaron trabajos forzosos. Asimismo, de los que trabajan, tienen un promedio de asistencia escolar el 93.0%, y los que no, un 96.5%.
Además, la coyuntura de la pandemia por la covid-19 ha acrecentado el problema a nivel nacional: según el INEI, en el año 2020, un 7.2% de adolescentes entre 14 a 17 años sólo trabajaba, mientras que, en 2021, la cifra se elevó a 9.9%. De igual forma, el 22.8% estudia y trabaja.
El repositorio virtual de Unicef, actualizado el pasado 22 de mayo de 2022, indicó que Perú fue uno de los últimos países en reabrir las escuelas debido a la pandemia. Esta particularidad, según el organismo internacional, afectó severamente al desarrollo del sector educativo: “Se ha registrado una pérdida de aprendizajes que el Banco Mundial estima en un retroceso equivalente a 10 años”, sostiene el estudio.
La educación, piedra angular
En torno a este insufrible estilo de vida que atraviesan los infantes en donde se perjudica su formación escolar, docentes de colegios estatales con mayor cercanía a estos niños relatan sus experiencias. Y concluyen que suelen tener complicaciones tanto en su entorno familiar como en el aprendizaje de las materias.
Según Ana Delgado, docente de nivel primario del colegio estatal 3047, ubicado en Los Olivos, “depende de los padres alentar a que los niños estudien, esto mañana o más tarde genera que sepan enfrentarse a la vida, mientras que un niño de la calle ni tiene el calor familiar… simplemente se dedica a buscar alimento”. Del mismo modo sostiene que “por lo general estos niños acuden a clase, y, al no haber desayunado, su capacidad de atención no es la misma: su mente está cansada por el hambre”.
Por su parte, María De la Mata, docente de inicial en la Institución Educativa 637 “Valle Sharon”, de San Juan de Miraflores, menciona lo siguiente: “Para nosotros, que integramos el sector educativo, es lamentable ver que nuestros alumnos están trabajando desde muy pequeños. Esto lo hacen por necesidad, porque hay un padre detrás de ellos que los introduce para que trabajen en lugar de ellos, o simplemente lo usan como un método de aprovechamiento en las calles. Sin duda, se están vulnerando sus derechos y se está afectando su proceso de educación”.
Es así que observamos una forma de vulneración no sólo física y cognitiva, por las limitaciones fisiológicas de un niño en tanto que requiere de un cuidado especial, sino mental y psicológica, ya que esta rutina podría obstruir el desarrollo socioemocional del infante de cara al futuro.
Al respecto, Giuliana Adrianzén, psicóloga del colegio San Agustín, menciona: “Estos niños han tenido que madurar de forma prematura, no han tenido tiempo de jugar o desarrollar habilidades. Esto genera que crezcan con baja autoestima, tengan problemas de personalidad, de aprendizaje, y de sociabilidad con otros niños”.
De lo particular a lo estructural
Las causas de este fenómeno, que es, por supuesto, estructural, son variadas, dependiendo, en algunos casos, del entorno de cada niño en particular. Sin embargo, según Adrianzén, suelen repetirse como un patrón: “No solamente es por la pobreza, sino desastres naturales o provocados, abusos físicos y sexuales desde la familia, y por último la
desintegración del entorno familiar que muchas veces reproduce este trabajo infantil”.
En relación con este último punto, estudios académicos como el elaborado por Sebastián Blancas, en su tesis de Economía para la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), revelan que las probabilidades de que un niño trabaje nacen también de una normalización intergeneracional. Es decir, si el padre trabajó de niño o joven, el hijo tenderá a formarse con las mismas características.
De igual forma, el estudio arroja que depende mucho de la ubicación geográfica para que se reproduzca este fenómeno. Es mucho más probable que esto se dé en las zonas rurales, por lo que entra a tallar el factor sociocultural como marco que rodea al infante.
Por su parte, el sociólogo Ángel Crovetto nos dice que este fenómeno se ha normalizado desde la percepción de la sociedad al ver a los niños trabajar. Cuando existen condiciones de pobreza, las personas más vulnerables de las familias son las que terminan pagando los platos rotos y es por la carencia que ven una “motivación” para trabajar, debido a que se vuelve una cotidianidad.
¿Qué está haciendo el Estado?
El gobierno peruano ha venido trabajando en la prevención de esta problemática que afecta a miles de niños en el Perú. Por esta razón, en octubre del 2022, el Ministerio de Trabajo y Promoción de Empleo (MTPE) publicó nuevas medidas y normas mediante el documento
“Lineamientos para la implementación del modelo municipal de detección y erradicación del trabajo infantil”. A través de este documento técnico, se busca identificar casos de menores de edad en situaciones vulnerables que estén trabajando para que sean captados y atendidos por las instancias correspondientes.
Asimismo, el MTPE tiene como propósito que en el 2025 se ponga fin al trabajo infantil. Con la aprobación y ejecución de esta medida, se busca reducir las cifras de casos de menores de edad que trabajan bajo diferentes circunstancias.
En relación a las medidas del Ejecutivo, Crovetto comenta que el Estado tiene muchos planes nacionales para intentar acabar con este asunto. El problema central es que es un tema invisibilizado, no forma parte de la estrategia nacional, lo que genera la percepción de que no se está haciendo nada.