Redacción: Adriana Chávez Follow @PS_UPC
Hay quienes tienen más suerte que otros al momento de encontrar el lugar perfecto para trabajar. Sin embargo, lo cierto es que todos debemos pagar un derecho de piso, lo que se traduce en: prácticas profesionales. Y para practicar son necesarias varias cualidades: buena disposición, ser puntuales y, sobretodo, estar dispuestos a aprender. Pero muchas veces, por más buena disposición que tengamos, suceden cosas que escapan de nuestras manos y que, con el tiempo, se convierten en terribles experiencias que valen la pena ser contadas. Cinco jóvenes se animaron a relatarnos sus peores anécdotas como practicantes profesionales.
*
La animadora
Cuando yo tenía 19 años empecé a practicar en la tele como animadora de público y mi jefe era una persona joven, super chévere y yo tenía recién una semana trabajando. Un viernes, después de la chamba salí a tomarme un trago, estaba yo con mi prima y me encontré con mi jefe. Pasamos la noche en grupo porque él también estaba con una persona más, cheleamos, brindamos. Pensé que era chévere que sea así con mi nuevo jefe. Pasaron los días y de la nada, después de que hicimos “bonding” en el bar, estaba en el baño mientras daban comerciales, escuché que alguien cerraba la puerta general (porque habían varios cubículos individuales). Salí del mío y me encontré a una señora con un niño en brazos que me estaba acusando de ser una “quitamaridos”, que no me haga la loca, que ya se había enterado de todas las cochinadas que hacíamos. Me dijo que iba a hacer que no consiguiera trabajo en ningún canal, me habló como una loca, yo estaba asustadísima. Fue horrible, esta karmeadaza, sobretodo porque no había hecho nada. Le conté a mi mamá, mi abuelita y mis amigas buscando consejo. Al final decidí hablar con mi jefe para dejarle en claro que no quería meterme en problemas y que por favor le deje en claro a su mujer que no había nada entre nosotros.
¡Págame Lévano!
D 25
En agosto del 2016, empecé en Diario UNO. No me pagaban más que propinas de 20 soles por notas publicadas en el diario. Acepté tal trato porque coincidía con la editorial del diario. Asentaba con la cabeza a todas las columnas de Lévano hasta que me enteré que el viejo, en silla de ruedas, se metía sus encerronas en el Atlantic City de Miraflores. Ahora, desde la redacción de Ojo Público, le grito: ¡Págame Lévano!
El explotado
A, 23
Una vez fui a una entrevista de trabajo. Cuando les dije que era de la UPC me dijeron «Ah sí, el anterior era de tu carrera. Luchito Cáceres», luego me aclararon «no ofrecemos paga, pero tampoco tienes que trabajar mucho y te la convalidamos». Luego, en la única práctica que hice, entré con el floro de que ellos querían innovar y aceptar propuestas, y que me llevarían mucho de viaje, pero me llevaron solo una vez y no podía hacer nada más que videitos de automovilismo y contenido web tipo «los 10 autos más caros de las celebridades en Hollywood».
El jefe borracho
N, 24
Cuando tenía 23 años empecé a trabajar en una productora. A mí me urgía un trabajo y encontré este. El sueldo era mínimo y el trabajo era de lunes a sábado, a veces incluidos los domingos. Resulta que cada vez que llegaba por las mañanas habían como 10 botellas de chela vacías en la entrada. La productora no solo era eso sino que también fungía de departamento de mi jefe, que se levantaba a las 12 y con el pelo hecho un desastre y con la resaca pretendía dar órdenes a los demás practicantes. Duré dos semanas y no volví más.
Y para terminar… el colega machista
De ser mujer, estudiar Derecho y practicar en un «Estudio de lobos»…
Ángela, 23