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El miércoles pasado no fue un día más para el fútbol. En plena lucha por la igualdad de derechos en el mundo del deporte, y con el auge que provocó la última Copa del Mundo femenina, que rompió récords de audiencia y de interacción en las diferentes plataformas sociales, el partido que definió al campeón de la Supercopa de Europa contó con el arbitraje de la francesa Stéphanie Frappart, quien estuvo a la altura de una definición como esta.
Frappart dirigió el duelo entre Liverpool y Chelsea. Y lo hizo de forma sobresaliente: condujo el partido sin sobresaltos y acertó, en compañía de sus asistentes -su compatriota Manuela Nicolosi y Michelle O’Neill, de la República de Irlanda- en todas las acciones que generaron polémica en el transcurso del encuentro que terminó definiéndose en los penales a favor del equipo dirigido por Jürgen Klopp.
Más allá del acierto de las líneas en varias ocasiones de juego, en la jugada más complicada del partido para la árbitra francesa, su decisión fue la correcta. A los 98 minutos, en los primeros de acción del primer suplementario, el arquero español del Liverpool Adrián tocó levemente a Tammy Abraham, delantero del Chelsea, dentro del área. A pesar que el roce fue mínimo, Frappart estuvo bien posicionada para sancionar la pena máxima, que derivó en el 2-2 para el conjunto de Londres. Desde el VAR convalidaron la elección de la jueza, sin necesidad de llamarla para revisar lo ocurrido.
Stéphanie Frappart hizo historia. Logró otro hito para que las mujeres sigan ganando espacio en el mundo del fútbol, y lo hizo demostrando su capacidad en uno de los partidos más importantes del fútbol europeo.