Primera ala temporal de atención COVID-19 del Hospital de Chulucanas. Foto: Equipo de imagen institucional, Hospital Chulucanas
El nosocomio ubicado en la capital de Morropón (Piura) ha atendido hasta los casos más graves de COVID-19 sin camas UCI. El personal médico teme no contar con los recursos suficientes ante un eventual rebrote.
Escribe: Luana Baca
Después de meses llenos de muerte, cansancio y tragedia, hoy, en el hospital de Chulucanas, el personal médico por fin puede respirar con más tranquilidad. Pero, ¿se les acabará pronto esta sensación? Como se sabe, el pasado 15 de agosto, el Ministro de Salud Hernando Cevallos anunció el lanzamiento de una alerta temprana ante una eventual tercera ola de COVID-19. Según dijo, esta ha sido pronosticada para iniciarse en la última semana de septiembre. Pese a ello, es un tema que asusta y preocupa en todas las regiones del país.
Los enfermeros del hospital E.S.II-1 “Manuel Javier Nomberto” de Chulucanas no son la excepción. Especialmente, los encargados del área COVID-19. Este centro de salud es el más grande y completo de la provincia de Morropón, y, por este motivo, una gran cantidad de personas de distintos distritos acuden a atenderse en él cuando sus enfermedades se complican. De hecho, Oscar-Berrú Vargas, gerente de la Subregión de Salud Morropón-Huancabamba, detalló que, para finales de abril de este año, en plena meseta de contagios por COVID-19 de la segunda ola, Chulucanas concentraba al 80% de los pacientes que necesitaban atención en la provincia.
A pesar de ello, este centro de salud no cuenta con camas UCI ni con cánulas de alto flujo y, además, solamente tiene capacidad para atender a cuarenta pacientes que necesiten ser hospitalizados. Susan Rosas, enfermera del área COVID-19 en el hospital de Chulucanas, le contó a Punto Seguido que, durante la segunda ola, a pesar de ya contar con una buena cantidad de oxígeno y mayores recursos humanos en comparación al inicio de la pandemia, la situación los superó. “No creí que nos iba a golpear tanto porque contábamos con medicina y el recurso principal: el oxígeno. Pero la cantidad de pacientes rebasó nuestra área de hospitalización. Teníamos capacidad para cuarenta camas y terminamos atendiendo a más de ochenta pacientes. Aumentaron los casos en adultos y, lamentablemente, muchos de ellos perdieron la batalla contra la COVID-19. Fue muy desolador y triste”, declaró.
No obstante, aquel período también sirvió para aprender. Meisy Nima, técnica de enfermería del área COVID-19, expresó que, para ella, la segunda ola ha sido definitivamente un tiempo de mucho aprendizaje y crecimiento. Ahora se siente más preparada, profesional y personalmente.
Ambas enfermeras explicaron a este medio que, en cuanto a aspectos técnicos, el hospital ha mejorado. Desde junio, cuentan con un isotanque de oxígeno, más medicina, más balones de oxígeno y más recursos humanos. Pero, aun así, el número de camas se mantuvo. Por esto, la enfermera Rosas quiere con todo su corazón que no suceda una tercera ola, pues siente miedo. “Cada vez hay más contagios en las personas más jóvenes y ellos serían los más afectados”, dijo. La señorita Nima se siente más tranquila al respecto, aunque también espera que no ocurra. Su mayor temor es que, una vez más, “se congestione todo y no podamos dar la atención debida a nuestros pacientes”.
La buena noticia es que, el 10 de agosto, la Dirección Regional de Salud (Diresa) de Piura se pronunció ante la posibilidad de una tercera ola y presentó su plan de contingencia. Se requerirán más de 394 millones de soles de presupuesto y, de este monto, 9 millones 730 mil 139 serían destinados al hospital de Chulucanas.
Hasta el momento nada es seguro sobre lo que pueda suceder en el futuro cercano, pero lo que sí es real es la ardua labor que ha cumplido el personal médico para mantener a la población sana. En palabras de Rosas: “Ha sido una etapa difícil, con sentimientos encontrados de miedo, tristeza, pero también de valentía, estar ahí en primera línea dando todo por ayudar a los pacientes. El trabajo cambió de un momento a otro, desde el uso del EPP, el riesgo de contagiar a mi familia, trabajar 24 horas por turno, aun así intentaba que la atención al paciente fuera la mejor. Con lo vivido hasta ahora, la enfermería es todo un orgullo”.