La pandemia afectó el fútbol en todo el mundo. Con las ligas y los torneos suspendidos, más de uno se conformó con ver las repeticiones de partidos, ya sea por televisión o las redes sociales, para no extrañar tanto esa pasión. El tiempo la hizo valorar y hoy debemos adaptarnos a vivir el fútbol desde nuestras casas.
Escribe: Camila Abril Bonetto Campagna
“Uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde”. Una frase, miles de situaciones, interpretaciones y asociaciones diferentes. Una frase que nos dicen desde que somos pequeños y que tendemos a asociar con personas, ya sean amigos o familiares, y hasta con objetos. Pero jamás a nosotros mismos, a nuestros cuerpos, o a los derechos que poseemos, y es, por alguna desconocida razón que nunca reconocemos ni valoramos del todo, aquellas pasiones que traen alegría a nuestras vidas, y que son capaces de despejar nuestra cabeza y sacarnos una sonrisa en los peores momentos.
Hoy, ante una situación que pone en tensión no sólo a una persona o a un país, sino al mundo entero, no es una institución, ni una autoridad la que nos separa de aquello que tanto disfrutamos. Hoy, un virus es el que nos aleja de los parques, de los estadios y de las canchas. Hoy, una pandemia que se hace llamar “Coronavirus” nos saca no solo la posibilidad de salir a hacer deporte, sino también, el disfrute de verlo.
Los canales de deporte ante esta coyuntura que transita el mundo con la expansión del COVID9, transmiten día tras día una serie de repeticiones de partidos que el público fanático conoce de memoria. Ya no existe la programación en vivo. No tenemos la ansiedad previa al partido en el que juega el equipo del que somos hinchas, ni el nudo en la garganta que se generaba a lo largo de todo el partido, que nos acompañaba hasta el momento final en que conocíamos el resultado.
Hoy no hay clásicos por los cuales apostar, ni debates sobre la estructura que plantean los directores técnicos. Hoy, no hay preparación previa al partido que vamos a ver o que vamos a jugar. No hay grupos organizando entrenamientos, ni las famosas “pichangas” de amigos. Hoy, nos damos cuenta de que éramos ricos y no lo sabíamos, porque la riqueza la teníamos en la libertad de poder hacer, ver y sentir el deporte, que un virus pudo quitarnos. Nos damos cuenta de que éramos ricos y no lo sabíamos, porque la riqueza la teníamos en la libertad de poder hacer, ver y sentir el deporte, que un virus pudo quitarnos.
Ante esta situación, fue una pandemia la que supo frenar al mundo, y nos hizo valorar al deporte y a la felicidad que éste es capaz de dar. Desde la cancha o desde el parque, la alegría que genera en una persona practicar la actividad que disfruta. Desde un bar o una casa, desde el sofá, la cama, o el asiento del auto, la emoción que genera escucharlo, sentirlo, esperar el sonido del locutor al pronunciar una palabra que trae consigo, miles de sensaciones: gol. La magia de hacer, ver, escuchar o sentir el deporte, genera algo inexplicable. Algo que un virus tuvo que arrebatarnos, para poder, de una vez por todas, valorar.
Fue el sábado 17 de mayo en que, a través de la pantalla de un televisor, todos pudimos ver que teníamos un privilegio que no supimos valorar. Aproximadamente dos meses atrás, todos podíamos tener el papel de público, ser espectadores, hinchas, ser apoyo y emoción en un estadio, podíamos sentir y ver el esfuerzo y la lucha de los jugadores que representaban a los equipos que íbamos a ver, podíamos disfrutar, podíamos ver un partido de fútbol. Hoy, después de haber visto todas las repeticiones que los programas de deportes supieron ofrecernos, es con la reincorporación de la Bundesliga que volvemos a tener la posibilidad de sentir la emoción que solo una jugada en vivo puede generar.
Hoy, podemos ver en vivo mucho más que un partido, mucho más que jugadores buscando un gol. Hoy vemos una realidad que es atravesada por el mundo entero, plasmada en la cancha. Vemos la ausencia de público, las medidas de prevención, protocolos, y mascarillas Hoy vemos en los jugadores de los equipos de Alemania, en sus cuerpos técnicos, y en los encargados de poder llevar a cabo la reincorporación de este torneo, algo más fuerte que todo. Vemos distancia. Distancia en un juego de contacto, que, ante esta situación, busca adaptarse para no perderse, para no apagar el fanatismo, y la pasión, para no apagar el fútbol.