Si a pocas horas de sueño más un viaje incómodo le sumas el tráfico limeño, obtienes grandes cuotas de estrés y desesperación por llegar un destino. Esta es la realidad de cientos de estudiantes y trabajadores que tienen problemas para trasladarse en Lima.
Por: Olenka Fajardo Quispe
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Martes, 6 de la mañana, me pongo ropa cómoda y salgo de casa. Tengo clases a las 7 a.m. en la UPC de Monterrico y vivo en Surco, casi al límite con Barranco. Si fuera en bus, me estaría lamentando porque ya no tendría oportunidad de llegar a clase a tiempo. Y es que Lima se ha convertido en una ciudad complicada para desplazarse. Pese a que estoy a 35 minutos en el transporte público, la ruta me exige tomar dos buses y, sumado a la congestión vehicular de las 6:30, tardaría mínimo una hora y media en llegar a la universidad. En ese momento, ir en taxi sería lo mismo. Antes creía que todo se solucionaría si me compraba un automóvil, pero el tráfico no discrimina y la situación sería la misma. Felizmente, ahora uso un modo de transporte alterno que supera el tránsito silenciosamente y sin contaminación: la bicicleta.
6:05 de la mañana, el primer tramo es tranquilo, casi no hay carros en la vía por la hora. Me cruzo con varios ciclistas. Voy por la calzada avanzando a pedaleo firme por mi ruta de 10 kilómetros. Surco cuenta con una supuesta ciclovía –la cual prefiero no usar- que va desde la Plaza de Armas de Santiago de Surco hasta Chacarilla y en realidad es un carril improvisado para bicicletas que pasa por calles estrechas y aparece y desaparece por tramos del camino. Ir por la avenida Velasco Astete es una de las mejores opciones. Sus pistas no están muy dañadas y, en caso hayan muchos carros, se puede ir por la vereda que es bastante amplia (lo que evita incomodar a los peatones).
La hazaña comienza más adelante , doblo a la derecha y entro a la Av. Primavera, dejando atrás las grandes veredas de Velasco Astete. Tengo que cruzar el puente que está a cuatro cuadras y ya veo que los autos comienzan a acumularse. Esta parte es complicada porque hay muchos carros en la vía que solo quieren pasar rápido y ven al ciclista como un intruso. Y las veredas son tan angostas que el peatón ve al ciclista del mismo modo. Mientras me acerco, veo al mar de gente bajo el puente Primavera esperando a algún bus que pase y no sea blanco de aglomeración de pasajeros para poder subir. Muchos de los que esperan son estudiantes o trabajadores que solo quieren llegar al final de la Av. Primavera. Son 12 cuadras, pasando el puente, que parecen cortas pero en realidad es un tramo de 2 kilómetros que toma poco más de 20 minutos a pie, sea bajo el sol o el cielo gris. Es un camino que en carro toma 6 minutos si está libre y hasta más de 30 minutos si hay tráfico. Pero sin importar la situación, en bicicleta solo toma 8 minutos.
Mi camino es un poco largo y llego algo cansada. Pero luego de refrescarme, siento como si hubiera recargado energías. Sin fatiga, sin sueño.
Pasé 45 minutos pedaleando en lugar de una hora y media en el bus usualmente parada junto a una multitud de personas que también quieren trasladarse. Algunos dormitando en el camino, otros con miedo a que les saquen algo del bolsillo o la mochila, todos apretados como sardinas enlatadas. Y cómo olvidar el estrés que comenzaba a generarse en las personas cada vez que el bus intentaba cruzar las avenidas más transitadas. Pero, ¿qué pueden hacer las personas que viven muy lejos, los que no tienen bicicleta o no cuentan con duchas en el lugar donde estudian o trabajan?
MÁS CÓMODIDAD
Para aquellos que se tienen que movilizar distancias bastante largas o les parece pesado el ejercicio matutino, la siguiente opción les parecerá perfecta.
Lola Barba es una joven miraflorina que había adaptado el uso de la bicicleta como parte de su rutina, pero pasó de un trabajo en el que podía llegar y asearse antes de comenzar a laborar a uno al que debe llegar formal e impecable (con falda y tacos) para poder ingresar. Ella ya había superado la incomodidad de los buses, los gastos excesivos en taxis y el estrés del tráfico. Y regresar a eso, le parecía terrible. “Que cólera que teniendo ciclovía (Av. Arequipa) que pasa super cerca, la empresa no me de facilidades para que yo pueda ir en bicicleta”, exclamó Lola.
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Fue entonces que recordó que aún tenía una salida: usar una bicicleta eléctrica. Ya la había utilizado anteriormente en otro país. “La usé por primera vez en uno de los parques gigantes que hay en Brasil, ahí las alquilan para recorrer todo el lugar y me pareció alucinante”. La bicicleta eléctrica que ella utiliza tiene pedales y se puede usar de dos modos. Puedes pedalear como con una bicicleta normal, pero la velocidad del vehículo multiplica 20 veces la velocidad usada para pedalear. También, puedes solo sentarse, colocar los pies en el medio y avanzar silenciosamente. Toda la gente que la ve pasar queda asombrada por su vehículo. Muchas veces pasa al lado de los carros estancados y se siente tranquila porque llegar a tiempo no depende del chofer del bus ni el tráfico, solo depende de ella.
Este tipo de bicicletas tienen el mismo tamaño de una bicicleta tradicional. La mayoría son plegables y tienen una velocidad máxima de 28 kilómetros por hora. Los precios oscilan entre los 1.700 y 4.000 soles, dependiendo de la marca y el material del que está hecho. Lo más costoso es la batería, la cual es pequeña y puedes retirar de la bicicleta y llevarla contigo si la vas a dejar en la calle.
Lola Barba compró su vehículo por internet. “Fue una inversión qué superó mis expectativas y si sacamos la cuenta de cuanto gastaría entre buses y taxi de ida y vuelta del trabajo, la bici se paga sola” afirma Lola.
Lola suele ir al trabajo usando su pequeña bicicleta y llega tranquila, sin una gota de sudor gracias al motor eléctrico. Al retornar a casa pedalea para liberarse del estrés y volver a la vida con la actividad física. “Para mi es maravilloso poder salir de trabajar subirme a la bici, colocarme los audífonos y pedalear. No sale pensando el bus lleno que encontrará o las monedas que no tiene monedas para pagar o si el cobrador le aceptará un billete. «Simple y tranquilamente, soy yo” agrega con una sonrisa en el rostro.
Las opciones están en nuestras manos y atarse al tráfico ya no es la única salida. Quizá sea momento de avanzar un pedal a la vez.