Fuente: Andina. En Perú, los casos han aumentado en un 300% durante los últimos cinco años, según el Ministerio de Salud y ESSALUD.
La cantidad de menores de edad que sufren de trastornos alimenticios va en aumento. Esta enfermedad, que puede conllevar a la muerte, está altamente relacionada con problemas de baja autoestima y depresión. ¿Cuál es la función de las instituciones educativas frente a ello?
Escribe: María Belén Pérez Bless
Enfermedades como la anorexia y la bulimia están cada vez más presentes en los menores de edad, especialmente entre los jóvenes que están entre primero a quinto de secundaria. Según estudios realizados por Chumpitaz (2020), alrededor del 7 y 11% de adolescentes puede tener problemas alimenticios. Ante ello tanto los padres de familia como los psicólogos institucionales juegan un rol fundamental.
La psicóloga Angie Bolaños Infante, quien ha trabajado tres años en un colegio público y uno en uno privado, comentó para Punto Seguido que desde el área educativa se tiene como principal enfoque el prevenir y promocionar las enfermedades de salud mental, mediante las clases, para poder orientar a los adolescentes. Además, de evaluar a los alumnos para detectar quiénes son los que necesitan terapia y tras ello, continuar con el procedimiento de citar a los padres y solicitarles que lleven al menor a que reciban ayuda psicológica o psiquiátrica, según el caso.
El gran problema que señala la doctora Bolaños es que muchos de los padres de familia se muestran renuentes a colaborar y aceptar el problema de salud mental que sus hijos puedan tener, “cuando les dan el diagnóstico, a veces, el papá viene y menciona ‘bueno, pero yo no considero que sea eso; simplemente se está cuidando, porque es adolescente y todos los adolescentes pasan por crisis’ y esa es la mayor excusa”, afirmó. Angie Bolaños contó que a esto se le suma el estigma que aún está latente sobre relacionar la psicología con locura. Por ello, algunos padres se ponen a la defensiva y creen que con solo una orientación desde el colegio se solucionará.
Por su parte, la psicóloga Katia Castañeda Uchuya quien trabaja en un colegio particular, aseguró para Punto Seguido que la guía de los padres de familia en este proceso de transición de cambios para el adolescente es de suma importancia. Sin embargo, esto no siempre se da. Al igual que la doctora Bolaños, opinó que el no contar con la colaboración de muchos de los padres de familia juega en contra a la labor que ellos tienen que realizar, es como un trabajo extra para ellos. Ambas doctoras contaron que, en muchas oportunidades, han terminado por darles una psicoeducación y Castañeda, por su parte, hasta terapia de pareja.
“Yo creo que cada padre tiene que asumir la responsabilidad, porque muchos chicos, a veces, se sienten hasta culpables de las cosas que sus padres no manejan bien. Lo que me permite a mí en tutoría es el poder llegar a ellos también con algún tipo de mensaje, porque esa es la única manera de poder yo trabajar o de poder yo cuestionar un poquito las ideas que ellos traen a partir de sus vivencias”, afirmó la doctora Castañeda.
Aunque muchos puedan pensar que los psicólogos institucionales tienen la obligatoriedad de brindarles terapia continua a los alumnos, las psicólogas Castañeda y Bolaños afirmaron que esto no es así. Ambas señalaron que el rol que tienen en el sistema educativo no incluye el hacer ello; sin embargo, escuchan a sus alumnos y tratan de darles un espacio de quince a treinta minutos a los que acuden a ellas. No obstante, indicaron que no se dan abasto, pues lo ideal sería que en cada nivel haya una psicóloga asignada, es decir, una por primaria y otra por secundaria. Sin embargo, esto no se da así en muchos colegios. Por ejemplo, cada una de ellas son las únicas en la institución en la que trabajan; y una de ellas solo va dos veces a la semana.
La psicóloga Bolaños tiene que ver por los 700 alumnos que hay en el colegio donde labora. Mientras que, por su parte, la doctora Castañeda señaló que aunque los alumnos en el colegio privado donde está ahora son una cantidad más reducida, esto no quita que siendo solo ella pueda llegar a todos los alumnos como debería. El trabajo no lo pueden realizar con la eficacia con la que quisieran, pues se les dificulta detectar los problemas de salud mental de todo el alumnado y redirigirlos con los padres para que busquen terapia, ya que son muchos para una sola persona. Además, se suma a que tienen que capacitar a los profesores para que colaboren con su trabajo y sepan distinguir a quienes derivarlos con ellas.
“A veces uno tiene que identificar cuál es el más riesgoso, el que si no los atendemos ahorita es un riesgo total y empezar a dejar a los otros; pero los otros también lo necesitan, pero no nos podemos multiplicar. Dentro de ese stop que tenemos que hacer para intervenir en otras aulas, a veces, los otros problemas se vuelven peor”, comentó Bolaños.
Al no contar con la cantidad suficiente e ideal de profesionales para que estas evaluaciones y prevenciones lleguen satisfactoriamente a todo el alumnado, varios problemas como los trastornos alimenticios, depresión, ansiedad, baja autoestima y demás aumentan o no se detectan a tiempo. Esta situación debe agravarse aún más en los colegios que no cuentan con un psicólogo a cargo y según cifras del Ministerio de Salud, el año pasado 2023, solo un poco más del 2% de colegios nacionales tenía dentro de su planta de profesores un especialista en la salud mental.