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Punto Seguido - UPC

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Jicamarca: Ollas comunes denuncian  retraso en la entrega de víveres por parte del Estado

05/07/2024 by Mabel Aguilar

En la olla común «El Mirador de Israel», los alimentos del Estado, destinados a 33 días, solo alcanzan para 15 días. Foto: Katerin Cabello

En Jicamarca, 132 ollas comunes están en crisis. La Municipalidad de San Antonio de Chaclla atribuye esta situación al retraso en la entrega de alimentos por parte del Estado, poniendo en riesgo la alimentación de 8,938 personas vulnerables y el cierre de estas ollas comunes.

Escribe: Katerin Cabello

Las ollas comunes «El Mirador de Israel» y «Ángeles de la Solidaridad N°8» son dos de las 132 ollas comunes en Jicamarca que denuncian la demora en la entrega de víveres. Desde abril, todas las ollas comunes en Jicamarca no han recibido los víveres necesarios por parte de la Municipalidad Distrital de San Antonio de Chaclla, que atribuye la responsabilidad al Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis). 

Ubicada en la limítrofe provincia de Huarochirí, a las afueras de Lima Metropolitana, Jicamarca enfrenta desafíos significativos en términos de pobreza. Según el Instituto Peruano de Economía (IEP), el 26,1% de la población en las regiones de Lima se encuentra en situación de pobreza, dificultando el acceso a una alimentación diaria, lo que convierte  a las ollas comunes en la única fuente de comida para muchos.

Sin embargo, las 132 ollas comunes de esta zona han denunciado la falta de suministro de víveres por parte de la Municipalidad de San Antonio de Chaclla desde hace dos meses. Esta escasez de recursos ha dificultado la continuidad de brindar alimentos a las numerosas personas que dependen de ellas para sobrevivir día a día.

Ollas comunes en crisis

Punto Seguido visitó la olla común «El Mirador de Israel», donde se ofrecen desayunos y almuerzos diarios a 105 personas de lunes a viernes. No obstante, según consta en el acta de entrega, la Municipalidad de San Antonio de Chaclla  les proporcionó víveres por última vez el pasado 9 de abril. 

«No recibimos los víveres desde el 9 de abril. Supuestamente nos dieron para 33 días. Ya acabamos todo abril, ahora todo mayo y hasta ahorita no nos dan nada», señaló Isabel Romero, coordinadora de la olla común «El Mirador de Israel».

Esta situación también ocurre en la olla común «Ángeles de la Solidaridad N°8», que alimenta a 90 personas a diario, y es que tampoco recibe sus víveres desde abril. Debido a esta escasez, han tenido que recortar su menú, ofreciendo solo almuerzos y eliminando los desayunos que solían proporcionar.

“Lo que a veces nos donan o lo que a veces compramos con las actividades (que realizamos), lo usamos para el almuerzo, porque para hacer desayuno ya no nos alcanza», indicó Flor de María Araya, coordinadora de la olla común «Ángeles de la Solidaridad N° 8».

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¿Dónde están los víveres? 

Según el artículo 81 de la Ley N° 31953, en 2024 se han asignado S/ 86,130,855 del presupuesto del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS) para financiar la atención alimentaria de las ollas comunes que se integren al Programa de Complementación Alimentaria (PCA).

Este programa, gestionado por el MIDIS, coordina la distribución de canastas de víveres a nivel nacional, proporcionando los suministros a cada municipalidad para su entrega a las ollas comunes en sus respectivas comunidades.

Las ollas comunes han pedido respuestas y soluciones a la Municipalidad de San Antonio de Chaclla ante la demora en la entrega de los víveres. Isabel Romero explica que la culpa del retraso según la municipalidad de su región se la atribuyen al Estado.

«La única respuesta que recibimos es que el Estado tarda dos, tres o hasta cuatro meses en traer los alimentos. Según ellos, la demora viene del Estado», aseguró.

Sin embargo, en algunos casos, parece ser la municipalidad la que no proporciona los alimentos a tiempo a las ollas comunes. Flor de María Araya recuerda que en una ocasión el personal municipal les aseguró que pronto recibirían los víveres, pero la entrega se retrasó considerablemente.

“Cuando fui a reclamar junto con varias mamitas de la olla común, nos dijeron que pronto repartirán los víveres. Un personal de la municipalidad salió y nos prometió que al día siguiente traerían los víveres, pero que dejáramos de reclamar. Esperamos al día siguiente y no recibimos nada”, contó Flor de María.

La olla común “Ángeles de la Solidaridad” ha tenido que protestar de manera presencial y a través de las redes sociales para solicitar ayuda. Foto: Flor de María Araya
La olla común “Ángeles de la Solidaridad” ha tenido que protestar de manera presencial y a través de las redes sociales para solicitar ayuda. Foto: Flor de María Araya

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¿Cuántas son las ollas afectadas? 

En Jicamarca, hay un total de 132 ollas registradas en el MIDIS, que benefician a un total de 8,938 personas. Esta es la cantidad de ollas y personas afectadas por la demora en la entrega de alimentos. Todos ellos se ven perjudicados debido a que la distribución es uniforme: o bien todas las ollas reciben sus provisiones, o ninguna las recibe según lo señalan miembros de las ollas comunes. 

Además, la entrega de víveres se torna complicada debido al método empleado por la municipalidad local. Ellos establecen una lista de entrega diaria, limitando la entrega a un máximo de 20 ollas por día. Esto genera retrasos y dificultades en el acceso a los alimentos por parte de las ollas comunes y sus beneficiarios. 

Esto se debe a que, cuando la canasta de víveres llega a la Municipalidad de San Antonio de Chaclla, el personal encargado de su distribución sigue un cronograma. Cada día, seleccionan de manera aleatoria entre 10 y 20 ollas comunes y les entregan sus víveres. Esta dinámica se repite hasta que las 132 ollas comunes han recibido sus provisiones correspondientes. Este proceso genera alivio para las primeras ollas seleccionadas, pero provoca angustia en las últimas que quedan en la lista, según lo describe Isabel Romero.

A pesar de haber sobrevivido a una pandemia y un huaico que dañó varias ollas comunes de la zona en 2023, este nuevo inconveniente ha hecho que, por primera vez, las ollas comunes consideren cerrar sus puertas.

“Aquí en Jicamarca hay niños con autismo, síndrome de Down, labio leporino, madres que no tienen un trabajo estable, abuelitos enfermos. Si cerramos la ollita común, ellos serían los afectados”, expresó Flor de María Araya. 

Si deseas ofrecer alguna ayuda, puedes comunicarte a los siguientes números: 970-125-655 (Isabel Romero) y 992-284-894 (Flor de María Araya). 

¿Alcanzan los alimentos que brinda el Estado para las ollas comunes?

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Mercados asociativos y ollas comunes: receta para la seguridad alimentaria

30/05/2024 by Mabel Aguilar

Foto: Diego Andrade

El peor descenso del Producto Bruto Interno agropecuario en treinta y dos años, en el 2023, acentuó  problemas estructurales como  que los agricultores no siempre reciben ni precios justos ―de  intermediarios― ni suficiente asistencia técnica del Estado. Aquellos estuvieron  entre los más afectados por la pandemia, pese a haber provisto de alimentos a los hogares confinados. Sin embargo, ferias que reúnen a productores y consumidores, así como las Ollas Comunes han permitido capear la crisis, y en el 2024 se proyecta mejorar significativamente.

Por: Diego Andrade, Mia Ravenna y Alexandra Zambrano

“Esos subsidios han sido solo para la gente que tenía plata como los empresarios. Nunca llegó a las zonas agrícolas ni a los campos…conozco productores, agricultores de otros productos y cuando yo les pregunto por cómo ha sido toda esa situación, me dicen lo mismo. El Estado siempre se olvidó de nosotros”, relató decepcionado Franklin Ríos, al referirse a ciertos programas insuficientes que no cubren la totalidad de  trabajadores del campo, como él, que vende lo que cultiva en el emprendimiento “Agroferias Campesinas”, en su versión dominical, en las esquinas de las avenidas Brasil y Pérez Aranibar, en el distrito de Magdalena.

La crisis en el sector rural peruano desde el 2020 se debe a múltiples factores. Aunque el COVID-19 inicialmente no afectó significativamente a la producción agropecuaria, los pequeños productores, que representan la mayoría con 2.2 millones, según cifras del Instituto Nacional de Estadistica e Informática (INEI), sufrieron por las dificultades para  el comercio presencial. Además, de acuerdo con el del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), cerca de 1.2 millones de estos productores son pobres, aumentando la precariedad  del cultivo familiar. Incluso, agrega IICA, muchos de ellos operan de forma independiente, limitando su capacidad de negociación y relaciones comerciales.

En un artículo publicado por la investigadora Arlitt Lozano Povis en la revista Sostenibilidad del Sur, los fenómenos meteorológicos extremos, como el cambio climático, alteran la productividad agraria. Asimismo, la falta de programas de extensión agrícola y asistencia técnica, limita el crecimiento  de este sector. Amélie Gaudin, profesora de agroecología de la Universidad de California Davis, indicó a Punto Seguido que en el Perú sí se puede mantener una agricultura sostenible.

“El cambio climático sube el estrés abiótico en los cultivos, pero si el sistema de cultivo es más diverso puede ayudar a mitigar los impactos de los cambios climáticos. Por ejemplo, un agricultor pequeño en el Perú cultiva 67 variedades de papas juntas, lo que ayuda a mantener una producción más estable ante cambios climáticos”, manifestó Gaudin.

El alza de los precios de los abonos expuso la incapacidad estatal durante el mandato de Pedro Castillo: en el año 2022, el Ministerio de Agricultura y Riego (Midagri) fracasó en tres procesos de compra de fertilizantes por irregularidades en los contratos, golpeando la producción de ese año. Además, la constante rotación de ministros en este organismo durante dicho  Gobierno  y, posteriormente, en el de Dina Boluarte ha generado más inestabilidad en el sector. Hasta la fecha, 10 ministros han ocupado ese cargo desde el año 2021. “Tienes ministros que duran en promedio cuatro o cinco meses, en general no existe una política poderosa y fuerte por la inestabilidad”, señaló el economista Miguel Ordinola, experto en economía agrícola.

La inseguridad alimentaria es real

El 40,1% de los distritos del Perú son vulnerables a enfrentar obstáculos para acceder regularmente a alimentos nutritivos, debido a la escasez o limitaciones de ingresos conforme al Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS) en el 2021. Fortunata Palomino, presidenta de la red de ollas comunes de Lima, precisa que la situación se ha complicado por los costos más altos para las ollas comunes. «Cada día estamos peor porque cada producto se encuentra inalcanzable, y no hay una alimentación balanceada o nutritiva. Tratamos de cumplir con la gente que vive de las ollas comunes, pero necesitamos apoyo del Gobierno y que se brinde apoyo económico a la agricultura familiar”; expresó Palomino, añadiendo que los pequeños campesinos siempre colaboran con sus organizaciones.

La inseguridad alimentaria impacta a nivel económico y social, exacerbando la pobreza monetaria y profundizando la brecha entre los que tienen acceso adecuado a alimentos y los que pasan hambre. «Hay mucha gente que está decepcionada de las autoridades porque se sienten olvidados. La Ley de Seguridad Alimentaria aprobada en 2021 no se activa, tampoco se considera el plan de nueva política alimentaria. Seguiremos haciendo incidencias por el derecho a la alimentación, es un derecho de todos los peruanos, no solo para los que pueden pagar”, mencionó Fortunata Palomino.

¿Cómo afecta la caída agropecuaria a los peruanos?. Infografía: Mia Ravenna.

En 1978, surgieron los primeros comedores populares de Lima para  enfrentar la crisis económica en los lugares  más marginados. De hecho, según el protocolo de  funcionamiento de ollas comunes de Ventanilla, “Las ollas comunes se organizan como un apoyo de emergencia alimentaria”, sin embargo, esta opción se ha utilizado como una salida permanente a la falta de alimentación en las últimas décadas. “Son soluciones que deberían haber sido pasajeras, pero se han vuelto normales. Uno va a toda la circunferencia alrededor de Lima, los conos, y ya las ollas comunes se han institucionalizado”, afirmó Miguel Ordinola, quien considera que la prevalencia de esta instancia no es sostenible, a largo plazo, para combatir la inseguridad alimentaria.

Por su parte, diversos programas sociales se diseñaron para abordar la alimentación en los colegios, como Qali Warma, programa que abastece a colegios públicos del país. Según cifras del MIDIS, se ha llegado a atender a más de 4 millones de escolares en el año 2023. No obstante, se ha cuestionado  el valor nutricional de sus  alimentos. Ángela Fuentes, economista que ha estudiado la calidad de la comida de Qali Warma, explica : “La verdad es que es muy deficiente, porque lo que se les da son alimentos procesados, que no tienen gran calidad nutritiva. Lo ideal sería que en cada colegio tengan una cocina, un comedor, y se preparen los alimentos ahí, y se consuman alimentos locales,” señaló Fuentes.

Franklin Ríos, el productor agroecológico de Junín,  refiere que la emergencia sanitaria y la crisis política han coadyuvado al  incremento de precios.  Si bien el Gobierno aprobó subsidios para impulsar la economía de pequeños agricultores en el país, reitera que a él  nunca le llegaron.

La agricultura puede combatir la anemia

En el 2023, la anemia en el Perú afectó al 43,6% de los niños menores de tres años de acuerdo con el INEI, por lo que el Ministerio de Salud, se planteó el plan Multisectorial para la Prevención y Reducción de la Anemia Materno Infantil en el periodo 2024-2030. Este  se compone de diversos objetivos y actividades que deben ser realizadas por diversos ministerios, y uno es el de Agricultura, pero  su rol en la lucha contra la anemia está limitado a apenas 2 de las 55 actividades planteadas. 

Al respecto, Miguel Ordinola considera que esa intervención es insuficiente: Él ve  una oportunidad desaprovechada  en el plan para combatir la anemia e impulsar el sector agrícola o “Si de  cincuenta y cinco acciones o actividades del plan, solo dos son de agricultura, no se nota que haya una promoción que responda a sistemas agroalimentarios que tienen ahora una crisis por el lado de anemia y desnutrición”, concluye Ordinola.

En un  informe del MIDAGRI del 2024, sobre Seguridad Alimentaria y Nutricional, se enfatiza sobre la necesidad de que la población tenga  acceso a alimentos agropecuarios.  Ordinola, por su lado, resalta la importancia de promover la biofortificación de hierro en alimentos como la papa y el arroz para combatir la anemia.

 Pequeña agricultura: sostenible y accesible a los bolsillos

El agricultor ―y comerciante a la vez de Agroferias Campesinas― Franklin Ríos comenta que los desafíos principales para los agricultores suelen estar relacionados con el agua.  «Si en el Perú hubiera al menos un buen manejo de una cuenca hidrográfica, creo que tendríamos abundante agua para seguir trabajando», dijo Franklin. Además, surge su preocupación por la contaminación generalizada de las hortalizas. «De verdad, hay lugares donde ni siquiera el Internet ha llegado, encuentras botellas de pesticidas y chacras enormes de papa llenas de pesticidas», culminó Ríos, aclarando que él y sus compañeros feriales cultivan de forma segura para los consumidores.

Carlos Lazo, gerente general de Agroferias Campesinas, creó esta entidad itinerante para ayudar a familias de agricultores y a los hogares consumidores, ofreciendo un espacio  de venta directa  en  mercados feriales, en la que los segundos  conocen a los  emprendedores rurales, asegurando precios equitativos mediante el comercio solidario.

Agricultores venden sus productos, sin intermediarios, en Agroferias Campesinas, en la sede de Magdalena, todos los domingos. Foto: Alexandra Zambrano

“El objetivo de esta asociación es que este movimiento sea autosostenible y eso es complicado con la cantidad de agricultores”, reconoció Lazo. No obstante, valoró la diversidad del grupo, formado por personas de diferentes regiones del país, lo que implica una amplia variedad en filosofías y tradiciones que han consensuado en sus 11 años de vida.

Cesiah Ochoa ganadora de la “Gran canasta Campesina” que se sorteó el domingo 19 de mayo por el aniversario de la gran feria campesina, invita a más personas a asistir y apoyar esta iniciativa. “Visiten las Agroferias Campesinas Es una excelente manera de apoyar a nuestros compatriotas y conocer sus productos y culturas. Es una experiencia enriquecedora para disfrutar en familia durante el fin de semana. Muy recomendado.”, comentó emocionada Cesiah quien disfruta de sus productos.

Movimientos que acerquen a los productores con los compradores, así como las Ollas Comunes, en el país, han venido enfrentando fieramente retos como los de una crisis agropecuaria, en 2023, no vista en más de tres décadas. Felizmente, la proyección del Banco Central de Reserva del Perú es de una recuperación de 3.5% durante el presente año 2024. ¡Los agricultores y la ciudadanía lo agradecerán!

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Cuando las ollas y los platos están vacíos

24/05/2023 by Mabel Aguilar

Ollas comunes y comedores populares: han aliviado el hambre agudizado en los últimos tres años. 

Por Verenizze Lara, Humberto Oyague, Alexander Yaranga y Andrés Aparicio

Encargada de la olla común “Renacer” en el asentamiento humano Nuevo Jerusalén en Pamplona Alta, del distrito San Juan de Miraflores, el cual brinda almuerzo, a precio módico, de lunes a viernes. Foto: Alexander Yaranga.
Encargada de la olla común “Renacer” en el asentamiento humano Nuevo Jerusalén en Pamplona Alta, del distrito San Juan de Miraflores, el cual brinda almuerzo, a precio módico, de lunes a viernes.
Foto: Alexander Yaranga. 

“La olla común para mí es la unión de todos los vecinos”, menciona Derek, un jovencito de tan solo quince años con una sonrisa muy entusiasta. Nos cuenta que paga tres soles por el menú, pero cuando no puede hacerlo, recibe una donación. Él acude a la olla común “Renacer” del asentamiento humano Nuevo Jerusalén, ubicada en la cuesta de un cerro en Pamplona Alta de San Juan de Miraflores. Alrededor de la ruta se observan casas de madera prefabricada y de cemento deteriorado. Los caminos son estrechos y sofocantes por la polvareda de arena. Para llegar se debe ascender, teniendo sumo cuidado, pues la tierra afirmada se convierte en un peligro latente. Además, se evidencia en muchas viviendas que la falta de agua y desagüe son el problema de cada día.

Estos son aspectos que caracterizan a diversas ollas comunes, y que las diferencian de los comedores populares, puesto que las primeras suelen hallarse en las partes más altas, más pobres, con menos servicios y sin mucho apoyo de instituciones públicas o privadas. Tania Vásquez, socióloga y especialista en demografía y desarrollo, indicó que las ollas comunes representan organizaciones de base y tuvieron contextos donde su relevancia fue igual de significativa que ahora. “Su historia empieza desde la década de 1960 o 1970, cuando las familias migrantes empezaron a poblar las zonas periféricas de las ciudades. Con la pandemia del COVID-19, su reactivación fue crucial en las familias para acceder a los alimentos”, agregó Vásquez, que es investigadora principal del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). 

Los primeros en asistir a la olla común “Renacer” son niños o adolescentes para adquirir el almuerzo: baldes reemplazan bien los usuales tápers de comida.
Foto: Alexander Yaranga

Vicky Bautista es dirigente de la olla común “Renacer”, hace ocho años, y atiende a más de cincuenta personas al día, especialmente a madres, ancianos y niños; ella aseveró, con tristeza, que cada vez compra menos alimentos por el alza de sus precios, aunque recuerda que en la agobiante pandemia del COVID-19 también fue crítico porque la mayor parte de ese tiempo carecieron de apoyo externo: “No sabíamos qué hacer. Unas monjas nos apoyaron por un par de meses. Solo repartimos para los más necesitados. Para 25 o 20 personas estábamos cocinando.” Y con un semblante de preocupación respecto al incremento de precios, aseveró: “Se han tenido que reducir los insumos. Antes usábamos cinco kilos de zapallo y ahora solo la mitad, no nos alcanza”.

El economista Iván Huertas, comentó que el alza de precios se originó por la inflación mundial. “Se acentuó por los conflictos sociopolíticos en el país y el impacto ha sido muy severo: después de 25 años tenemos la inflación más alta, alrededor del 8.7%, debido a eventos internos y externos”, añadió el consultor financiero. 

En efecto, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el índice de los precios al consumidor (IPC) a nivel nacional, en el mes de marzo, se elevó en 1,19%, mientras que, en el primer trimestre del año, subió 2,10%, y en los últimos doce meses su variación es de 8,67% (abril 2022 – marzo 2023). Los valores de los alimentos que más se consumen, aumentaron en marzo de 2023: la leche y el huevo (4,0%); el pollo, (7,2%); las frutas, 3,1%; y pescados y mariscos, 1,4%. En consecuencia, los costos de las ollas comunes se han estado encareciendo sostenidamente. 

Variación (%) del Índice de Precios al Consumidor a nivel Nacional y Principales Ciudades en marzo del 2023. Gráfico: Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) 

El alza del costo de vida también involucra a los comedores populares, aunque sean más urbanizados, con mayor disponibilidad de servicios y cuenten con asistencia del Gobierno central. Blanca Torpoco, secretaria del comedor popular Víctor Raúl Haya de la Torre, en José Gálvez, del distrito Villa María del Triunfo, mencionó: “Tenemos apoyo de la municipalidad. Mensualmente nos traen víveres, pero también compramos pollo, carne, verduras, papas, porque estos alimentos a veces faltan”. La organización se ubica cerca a un alto cerro, pero el trayecto es menos escarpado que el de la olla común Renacer. Hay más casas con infraestructura sólida, y que no carecen de agua, luz o gas. 

“Para mí este comedor significa mucho. Es una ayuda para las personas que tenemos familia. Las cosas están caras, como el pollo y las verduras. Gastamos mucho. Contribuyendo a cocinar, te llevas un menú para tus hijos y ahorrar en gas”, expresó Janeth, mientras preparaba el almuerzo para los comensales, que no tardaban en aparecer. Lleva cinco meses laborando en el comedor popular y acompañando a la señora Torpoco. El establecimiento atiende a más de noventa personas al día. Por dentro hay un espacio limitado para que un máximo de quince personas consuman, pero es muy pulcro. Son cuatro o cinco mesas, y, sobre todo, con un ambiente acogedor para todos aquellos que acuden por el menú del día, siempre de 3.5 soles. 

Blanca Torpoco, secretaria del comedor popular Víctor Raùl Haya de la Torre en José Gálvez, distrito de Villa María del Triunfo.
Foto: Andrés Aparicio

Las mujeres tienen un papel clave en las ollas comunes y los comedores populares: son las líderes de sus comunidades y, para muchos, las heroínas de los arenales. Hay veces que las porciones de la comida se deben reducir, pero ellas multiplican los platos por un crecimiento del número de los comensales. Marisol Matienzo, quien es becaria de la Fundación Carolina y el Banco Santander en España y colaboró durante la pandemia con las ollas comunes en Mi Perú, distrito de la provincia del Callao, opinó para Punto Seguido sobre el rol femenino: “Ellas ofrecen respuesta en tiempos de inquietud. Construyen una salida frente a la incertidumbre. Son el motor fundamental para que las ollas comunes y los comedores populares funcionen”. Además, ella admira su capacidad de obtener alianzas y recursos, sean privados o públicos. No obstante, la egresada de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), consideró que la sociedad no reconoce la encomiable tarea que ejecutan. 

Por otro lado, hay que tener en cuenta que se establecen políticas públicas, las cuales implican primordialmente al aspecto económico para solventar los gastos en abastecimiento y procuran velar por la continuidad de las dos organizaciones. En julio del 2022, durante el gobierno del ex presidente Pedro Castillo, se dictó el Decreto de Urgencia Nº 017-2022, en el cual se transfirió 96 millones 834,634 soles con el objetivo de coadyuvar a las ollas comunes frente al alza de precios. El soporte estuvo destinado y repartido en 80 distritos de 14 regiones del Perú. Antes de eso, solo los comedores populares recibían, legalmente, subvención estatal. 

Ahora bien, para el año 2023, el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS) ha dispuesto ampliar el presupuesto para los dos grupos comunitarios. El fondo de las ollas comunes es de aproximadamente de S/100 millones, que beneficiarán a más de 200,000 personas en 14 regiones. Mientras que los comedores populares tendrán una partida de S/223 millones, favoreciendo a más de 700,000 personas en el territorio nacional. 

¿Estos esfuerzos y proyectos que realizan las autoridades estatales, son suficientes para ofrecer un desarrollo eficaz, sobre todo, en las ollas comunes que son autofinanciadas? Lorena Alcázar, investigadora principal de GRADE, declaró a Punto Seguido que la ayuda ofrecida no siempre llega a las zonas rurales, y se prioriza familias en Lima que, por ejemplo, podrían no ser las más urgidas del país “Se les entrega [a comunidades rurales] canastas, apoyo de diferentes organizaciones. Pero no necesariamente es lo que requieren. No tienen implementos, ni las condiciones sanitarias, ni alimentos que permitan una dieta balanceada, afirmó Alcazar, especialista en políticas sociales. Agregó que continuamente se les da arroz, azúcar, fideos o menestras, pero no es suficiente. 

Alcázar junto a su colega Ricardo Fort, investigador principal de GRADE, desarrollaron un riguroso análisis de las ollas comunes, planteando recomendaciones en políticas públicas para mejorar su situación. Entre ellas está el elaborar un registro nacional de ubicación y beneficiarios, así como sus características y necesidades, y cuáles son duraderas y temporales: para planificar proyectos particulares en cada grupo. También propusieron capacitaciones a las gestoras, mediante talleres, ampliando su visión de empleabilidad, y potenciando sus actividades. Además, sugirieron incorporar comités de acompañamiento, involucrando a la ciudadanía, para que no vaya solo a entregar recursos, sino que se evalúe la conveniencia y transparencia del proceso de ayuda. 

¿Se podrían implementar las mismas medidas para los comedores populares? Sí, porque pese a tener mayor sostén de las autoridades, hay días cuando deben adquirir directa y propiamente los alimentos. Por ello, requieren tener dirigentes que, además de ser líderes, también puedan asumir compromisos para mejorar las estructuras y calidad del servicio, ya sea olla común o comedor popular. En ello, las autoridades locales y nacionales tienen una gran labor que, hasta el día de hoy, no ha podido ser lo suficientemente eficaz. Estas organizaciones, dirigidas por mujeres y, a la vez madres de familia, que han enfrentado la pandemia del COVID-19 y la reciente alza de precios, han sido y siguen siendo el único medio de subsistencia para muchas familias vulnerables.

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Ollas comunes en pandemia: una práctica que resurge tras el hambre

17/10/2020 by Mabel Aguilar

Niños a las afueras de la olla común «Nuevo Amanecer» (Foto: cortesía)

En respuesta al gran impacto económico por la covid-19, reaparecen las ollas comunes, conformadas en su mayoría por madres solidarias que cuentan con muy poco o ningún apoyo de los organismos estatales.

Escribe: Sidney Cornejo Follow @PS_UPC

Olla común “Nuevo Amanecer” Los Álamos, San Juan de Lurigancho

—¿Mamá, otra vez vas a salir?
—Mi amor, sí.
—Mamá, todos los días cocinas para ellos, ya no tienes tiempo para nosotros.

Le reclama Gerson a Rosa.

Rosa Olivares es madre de Kevin y Gerson, sus edades son de 20 y 13 años respectivamente. Ellos residen en el distrito de San Juan de Lurigancho, precisamente en la agrupación familiar Los Álamos, la cual forma parte de las zonas más vulnerables de la capital.

Rosa se levanta diariamente a las cinco y media de la mañana, prepara el desayuno de sus hijos, y minutos después se dirige hacia la casa del señor Vladimir donde realiza una olla común para abastecer a 120 personas. A las siete en punto, el desayuno está listo y la cola para este también. El menú varía entre quaker con pancito o quaker con cachanga, esto depende de las donaciones que recibe de los comerciantes del mercado. Después de repartir los alimentos, Rosa se dirige a su hogar para despertar a sus hijos y sin más, vuelve a partir, esta vez para elaborar el almuerzo. Al mediodía, ya se puede divisar una extensa fila de ancianos, madres solteras y niños que esperan ansiosos su segunda comida del día. A las tres de la tarde, acabada la distribución y la limpieza del lugar, Rosa retorna a su vivienda para cocinarle a sus hijos. Poco tiempo después, se encamina nuevamente a la casa del señor Vladimir para servirse a preparar unos tecitos con pan para la cena de los más necesitados de la zona. Después de culminar su labor solidaria del día, Rosa al fin puede descansar y reintegrarse con los suyos.


Rosa Olivares cumpliendo su labor humanitaria (Foto: cortesía)

“Yo trabajo como empleada del hogar y estuve en contacto con la señora que me brindó trabajo. Ella me preguntó cómo estaba la situación por aquí, y yo le comenté que aún no había venido ayuda del Estado. Ella inmediatamente me pidió una cuenta bancaria y me depositó 100 soles. Gracias a ella comenzamos la iniciativa”.

San Juan de Lurigancho es el distrito más poblado de Lima (1, 117, 629 habitantes). Está dividido en 18 comunas, cada una de las cuales contiene, además, unos 20 asentamientos.

Ante la inesperada pandemia del nuevo coronavirus, Rosa junto con otros pobladores de la zona: Vladimir, Yolanda, Vilma y Dionisia, observaron la desgarradora realidad de sus vecinos y se reunieron para ayudar. Se distribuyeron las tareas y nombraron a Rosa como presidenta de esta fraternal iniciativa. Con la donación de los 100 soles, la ayuda de un vecino que regaló 10kg de arroz, y el buen corazón de Vladimir que cedió su hogar para la preparación de la olla común, decidieron empezar esta noble causa.

“Con lo poco que tengo me alcanza para subsistir, lo que a mí me preocupa son mis vecinos. Quisiera tener más para darles a todos”.

Según un estudio del INEI en el 2019, la tasa de pobreza del país se ubicó en 20,2% (6 millones 564 mil 93 personas), que tienen un gasto per cápita mensual que no cubre el costo de la canasta básica (352 soles).


Victoria de 73 años, paciente de cáncer, recibiendo su desayuno en la olla común «Nuevo Amanecer» (Foto: cortesía)

El primer día entregaron el sustento de casa en casa, pero se percataron que era mayor el presupuesto que necesitaban porque tenían que comprar tapers descartables. Así que les avisaron a sus vecinos que bajen con su olla o su tapercito para ahí entregarles sus alimentos.

En el sector que vive Rosa, la crisis económica es extrema. La mayoría viven del día a día, son trabajadores informales, empleadas del hogar o taxistas. Según un estudio del INEI del 2019, 118 mil personas entre 25 y 44 años son empleadas informalmente. El empleo formal en el país es de 27,4% a nivel nacional, mientras que el empleo informal se ubica en 72,6%.

No solo está la historia de Rosa, líder de este grupo, también se encuentra Yolanda Sullcaray, quien también ha decidido no abandonar a su comunidad.

Yolanda tiene dos hijos menores, vive con su esposo en casi lo más alto del cerro, ella es la tesorera del grupo. Sin embargo, no se siente con autoridad dentro de la olla común, considera ser una mano más de ayuda.


Adulta mayor recibiendo su almuerzo (Foto: cortesía)

Antes de que iniciara la pandemia, ella no contaba con un trabajo estable, pero sus cachuelos la ayudaban a mantener a su familia. Desde que inició la pandemia ya no pudo salir más, fue ahí donde tomó la decisión de ayudar a sus vecinos.

“Yo me encontraba trabajando, pero cuando empezó la pandemia me quedé sin trabajo. Así que decidí formar parte de la olla común”.

A pesar de tener niños menores que exigen el tiempo de su madre, Yolanda dedica seis horas de su día a cocinar y limpiar para alimentar a la comunidad.

Estas valerosas mujeres, a pesar de no contar con muchos recursos, hacen lo imposible para conseguir entre 150 a 180 soles diarios y brindar así las tres comidas del día a ancianos, madres solteras y niños. No niegan que muchas veces han querido tirar la toalla, pero su corazón generoso siempre puede más y donde comen dos, comen 120.

“Varias veces hemos pensando en tirar la toalla, pero vemos alrededor muchas caritas tristes y seguimos, hasta donde Dios quiera”, comenta Rosa.

Medidas del Gobierno ante esta problemática

El 13 de julio, se lanzó un proyecto de ley 5764 que propone reconocer a las ollas comunes como organizaciones sociales de forma temporal. La propuesta es incluir esta labor en la ley 30790 donde se encuentran los comedores populares. Organismos que cuentan con un presupuesto mensual y tienen apoyo económico del Estado.

El 26 de julio la Municipalidad de Lima anuncia el proyecto social “Adopta una olla”, el cual tiene como fin que empresas o ciudadanos apoyen de forma económica a una olla común, para que esta trabaje en su autosostenimiento. Al momento, se han logrado capacitar a 76 ollas comunes y 204 están inscritas, se les ha entregado 34,967 raciones y 83 asentamientos humanos han sido asistidos según el portal web.

Súmate a nuestra campaña #AdoptaUnaOlla y dona alimentos a una de las 204 ollas comunes de las zonas más vulnerables de la ciudad, que se han visto afectadas por el #COVID19. ► https://t.co/UjDghZFMxd pic.twitter.com/iumQ1trz7v

— Municipalidad de Lima (@MuniLima) October 9, 2020

El 18 de septiembre se inaugura la web Lima te cuida, la cual brinda información detallada de las estrategias territoriales, como por ejemplo, charlas psicológicas, medidas de bioseguridad, pruebas de coronavirus, alimentos proporcionados, apoyo a las ollas comunes, trabajos de desinfección en hospitales y calles, etc.

El 24 de septiembre el alcalde de Lima Jorge Muñoz asistió a la primera entrega de la campaña “Adopta una olla” en Carabayllo. Hasta el momento, se han realizado cinco entregas de víveres de primera necesidad a los distritos de San Juan de Lurigancho y Villa María del Triunfo. Siendo la quinta entrega el Sábado 10 de octubre. Los centros comunales recibirán 16 toneladas durante un mes, esto es igual a 1,700 raciones.

Ante lo expuesto anteriormente, se puede concluir que sí hay un apoyo social por parte del Estado, pero hay carencias. Se evidencia una deficiente organización para distribuir los beneficios. Una debilidad que el organismo estatal posee frente a estas organizaciones sociales y su población.

El significado actual de las ollas comunes

Frente a este tipo de situaciones precarias, las ollas comunes intensifican su significado dentro de su localidad. Estos espacios de reunión solidaria son símbolo de empatía y de reconocimiento vecinal en su máxima expresión. No solo tienen como fin satisfacer las necesidades básicas de sus vecinos, a pesar de que estas mujeres también padezcan carencias, sino que también, toman espacios para el debate, la conversación, donde salen a la luz las necesidades de una comunidad y se da pie a un empoderamiento poblacional. Las líderes vecinales no cesan hasta que su pueblo sea visibilizado, escuchado y protegido económicamente.


                  Integrantes de la olla común «Nuevo Amanecer» (Foto: cortesía)

Es clave resaltar que el papel de las mujeres no solo se limita a abastecer y canalizar ayudas. Siendo estas también una población vulnerable, demuestran que el rol de líder no solo le pertenece a los hombres. Abriendo la posibilidad de un cambio en la percepción de la mujer tradicional ligada a solo preocuparse por los quehaceres del hogar y los hijos, y dando pase a la visión de una mujer autosuficiente y cabecilla de una organización. Se puede decir entonces, que las ollas comunes también son símbolo de empoderamiento femenino.

El resurgimiento de las ollas comunes, refleja la desesperación de una comunidad que demanda ayuda pública urgente.

Si quieres conocer más de la historia de Rosa y Yolanda, te dejamos aquí el siguiente reportaje.

¡No te pierdas nuestro podcast! donde interpretamos a más profundidad el significado de las ollas comunes y hablamos de sus inicios.

Sidney Cornejo · Ollas comunes en pandemia: una práctica que resurge tras el hambre

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Pucusana: Olla común que alimenta a más de 60 familias cerraría por falta de recursos

08/09/2020 by Mabel Aguilar

Dirigentes vecinales sirviendo una ración de comida. Foto: Alejandra Elías.

 

La activación comunitaria organizada por cuatro madres de familia no ha recibido ningún apoto por parte del Estado.

Escribe: Alejandra Elías

La olla común ubicada en el pico del Cerro Colorado, liderada por cuatro madres de familia que diariamente cocinan más de 60 platos para sus vecinos, tendría que cancelar sus servicios en las siguientes semanas por falta de alimentos y donaciones.

La pandemia del Covid-19 y el freno de la actividad económica en el Perú provocó que Noemí Santiago, una de las dirigentes del Asentamiento Humano “Virgen de las Mercedes”, en Pucusana, viera en esta organización comunitaria independiente y autogestionada una manera para subsistir y alimentar a sus dos hijas y vecinos.

Cada día, dentro de una carpa sin techo, sujetada por palos y que, de vez en cuando, cede ante el viento, las madres preparan, a leña y en tres ollas de 50 litros, una sopa de menudencias, o, en un un día bueno, como menciona Noemí, de pollo. De esa forma, los ciudadanos del Asentamiento Humano pueden acercarse desde el mediodía con sus recipientes para llevarse una ración.

Ella, junto a las otras tres madres, se levanta desde las seis de la mañana y visita los mercados aledaños en busca de donaciones, como un kilo de papa o alguna verdura que les sobre a los comerciantes; sin embargo, la situación es cada vez más crítica y la ayuda está cesando. Ellas, al igual que las otras familias, se dedicaban a la venta ambulante y pesca, pero desde el decreto de estado de emergencia, ya no pueden salir a trabajar.

A ninguna de los más de sesenta beneficiarios se les otorgó el bono económico o canasta de alimentos. El caso del Asentamiento Humano “Virgen de las Mercedes” es uno de los cientos que existen dentro de las ollas comunes formadas desde inicios de la pandemia en nuestro país. Zonas afectadas y en extrema pobreza que se alimentan una vez al día de alimentos como menestras y otros almacenados, pero que cada vez son más escasos en la zona por la falta de acción y colaboración que les permita continuar alimentándose.

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