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Cada vez más jóvenes recurren a redes sociales para entender su malestar emocional, pero la falta de orientación profesional y la difusión de contenido no especializado están generando diagnósticos erróneos, estigmatización y retrasos en el tratamiento adecuado.
Escribe: Karla Antón (Periodismo Digital)
El 80 % de los adolescentes latinoamericanos con trastornos mentales graves no recibe tratamiento, según UNICEF. En este escenario de abandono institucional, las redes sociales se han convertido en la principal vía de información emocional para muchos jóvenes, dando lugar a una tendencia en alza: el autodiagnóstico digital. Aunque parte de una necesidad legítima de comprensión, esta práctica conlleva riesgos como la desinformación, el refuerzo
de estereotipos y la demora en el acceso a ayuda profesional.
Falta de atención psicológica empuja a los jóvenes a las redes
Según UNICEF, alrededor del 15 % de los adolescentes en América Latina sufre algún trastorno mental. En este contexto, las redes sociales —en especial TikTok, que en 2024 alcanzó los 163,1 millones de usuarios en la región, según datos de Statista— se han convertido en espacios donde los jóvenes buscan respuestas emocionales ante la falta de acceso a atención profesional.
Tany Vargas, psicóloga clínica y educativa, señala que esto ocurre debido a la escasez de especialistas disponibles, especialmente en entornos escolares o públicos.
“Primero porque es la fuente [redes sociales] más cercana que tiene y con esto quiero poner como ejemplo la ausencia que hay actualmente de psicólogos no solo en las escuelas, sino en distintas entidades, tanto instituciones públicas como privadas, y eso hace que la psicología esté mucho más lejos del objetivo que es la conducta humana”, añade Vargas.
Además, destaca que, a diferencia de lo que ocurre con la salud física —donde el dolor motiva una consulta médica inmediata—, los malestares psicológicos suelen ser ignorados o postergados. En ese sentido, las redes sociales terminan siendo el primer lugar donde se accede a información sobre lo que se está sintiendo.
Testimonios virales refuerzan autodiagnósticos equivocados
El contenido generado por usuarios —especialmente en formato testimonial— ha ganado gran popularidad, con miles de millones de visualizaciones en hashtags relacionados con el TDAH, el trastorno de personalidad límite o la ansiedad. Este tipo de publicaciones crea un efecto espejo: los espectadores comienzan a identificarse con síntomas explicados de forma superficial, sin el debido contexto clínico.
Vargas señala que el autodiagnóstico surge también de una necesidad de entendimiento personal: “Es parte de entenderse a uno mismo y al mismo tiempo entenderse a través de los demás y sentirse aceptado”. Aunque esto puede tener un efecto de contención, también conlleva el riesgo de adoptar como propios diagnósticos que no han sido evaluados clínicamente.
Diagnósticos erróneos y autoetiquetado: un riesgo silencioso
La apropiación personal de categorías diagnósticas suele basarse en una interpretación subjetiva y adaptativa de los síntomas. Esta práctica no solo puede conducir a errores en la comprensión del propio estado mental, sino que también puede desincentivar la búsqueda de ayuda profesional. Al asumir un rol de «persona enferma», algunos jóvenes pueden profundizar su malestar o adoptar conductas que refuercen su identificación con un diagnóstico que nunca fue validado. Además, la normalización y espectacularización de ciertas patologías en redes contribuye a la estigmatización de la salud mental y a la difusión de información errónea.
“Vamos generando estas autoetiquetas, esta estigmatización también, que genera más ansiedad, que incluso vayamos de forma gradual tergiversando todo lo que vamos viviendo y, al mismo tiempo, deformando la realidad”, advierte Tany Vargas.
También señala que esta dinámica puede llevar a que las personas asocien cualquier cambio emocional a un trastorno: “Hoy no dormí bien, entonces puede ser que tenga ansiedad. Hoy no tuve tanto apetito, entonces puede ser que tenga depresión”, menciona.
Influencers sin formación ocupan el espacio de los profesionales
Gran parte del contenido popular sobre salud mental en redes no es generado por profesionales. Estudios como el de PlushCare, muestran que solo el 23 % de los creadores en TikTok que hablan de salud mental tienen formación acreditada. Esta carencia de rigurosidad contribuye a que los síntomas se presenten de forma distorsionada o exagerada.
Un ejemplo de ello es la difusión de supuestos signos de TDAH como «hacer ruidos al azar» o «ser competitivo», que no tienen respaldo en el DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales).
¿Qué hacer frente a este fenómeno?
Si bien es natural querer encontrar respuestas rápidas cuando uno no se siente bien, autodiagnosticarse a través de redes sociales no es la mejor opción. Por más que algunos contenidos parezcan confiables o nos hagan sentir identificados, ningún video o test online puede reemplazar la evaluación de un profesional. Lo más sano —y lo más sensato— es usar esa curiosidad inicial como un primer paso para buscar ayuda clínica real. Tany Vargas coincide en que el problema no es informarse, sino depender únicamente de lo que se ve en redes:
“La idea no es eliminar una y que reemplace la otra, sino que sumado inclusive estas dos perspectivas que puede tener, se sienta mucho más […] que tiene un soporte para poder comprenderse mejor”.
La clave está en complementar, no sustituir. Informarse está bien, pero tratarse de verdad es lo que marca la diferencia.