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Punto Seguido - UPC

Revista Punto Seguido - UPC presenta noticias, crónicas, fotos, videos, entrevistas, reportajes y contenidos en 360. Publicación digital de los estudiantes de Comunicación y Periodismo de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.

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Una rutina en tiempos de coronavirus.

Una rutina en tiempos de coronavirus.

06/03/2023 by Mabel Aguilar

Hace más de noventa días el mundo se ha paralizado debido a una pandemia. Un virus es el que nos tiene en vilo a millones de personas . Un virus que no discrimina edades, religiones, nivel socioeconómico ni ideologías políticas. Eramos tan felices con lo que teníamos y no lo sabíamos. Éramos felices con nuestro tráfico limeño, con ese embotellamiento en las principales arterias de la ciudad, que volvió loco a cualquiera que se atreviera a sumergirse en ella. Nos topamos con los bocinazos de los micros, el pisa pisa,  los malabares en los semáforos, las personas corriendo en las estaciones de transporte público. Los robos eran algo diario, los asesinatos y noticias que colocaban a Lima como una ciudad insegura. Éramos felices con todo esto y no lo sabíamos.

  

Cambiamos nuestros hábitos de limpieza, hoy en día todos usamos mascarillas y guantes si tenemos la necesidad de salir. En los supermercados se toma la temperatura al ingreso y la distancia entre personas es de un metro . Eramos tan felices en nuestro micro todos apachurrados, en el metropolitano como si fuera un sauna andante. Vivíamos felices con todo lo que teníamos. Hoy nos vestimos con ropa cómoda, dejamos atrás las camisas, ropa lujosa y de adquirir cosas que sabemos no necesitamos a estas alturas pero que en su momento nos llenaba de satisfacción.  Éramos felices con tanto y hoy con poco no queremos más. Quizás no podamos sentir el calor humano en las calles, pero podemos sentir la unión de  los peruanos desde las ventanas, balcones todos los días a las ocho de la noche. Donde, desde nuestras limitaciones aplaudimos y gritamos a viva voz nuestro agradecimiento a todos los policías, militares, doctores, personal de limpieza y aquellos que desinteresadamente están poniendo su integridad en segundo plano para ayudarnos a quienes estamos en casa. Por ellos y sus familias debemos estar agradecidos y sobretodo mostrar respeto por la labor que realizan día a día, por salvaguardar la seguridad de los peruanos.  

 

Nuestra rutina está alterada, hemos dejado de estudiar, trabajar y hasta de poder salir a pasear a nuestras mascotas. Hemos vuelto a convivir con aquellas personas que quizás no veíamos por estar trabajando, estudiando o metidos en el celular. Las recetas de las abuelas se han desempolvado y se convierten en postres. Nuestro entretenimiento paso de los cines multitudinarios a un sofá en casa con canchita y una buena compañía. Eramos tan felices y no lo sabíamos. Estamos en días donde las conversaciones se hacen sin voz, bailes sin tocarse, karaokes improvisados, juegos de mesa sin mesa. Abrazos en las miradas, nuevos amigos para toda la vida, héroes sin capa y amores re-naciendo.

 Por: Sebastian Gamboa.

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Willaq Pirqa: La latente necesidad de reivindicar el quechua

03/03/2023 by Mabel Aguilar

Willaq Pirqa—traducida al español como pared que habla—es la película del momento. La cinta dirigida por el ayacuchano César Galindo y protagonizada por Víctor Acurio lleva más de 12 semanas en cartelera y se ha convertido en la película peruana en quechua más vista en las salas de cine. El filme ha sido muy bien recibido por los espectadores, logrando llevar más de 80 mil asistentes a disfrutarla en la gran pantalla.

El estreno de la película trajo de vuelta a la mesa el debate sobre la importancia de la difusión y el respeto del idioma quechua. Punto Seguido conversó con Luis Medina, traductor y profesor quechua en Idiomas Católica. El profesor explica que, a pesar del avance que significa tener una película enteramente quechua en el cine, aún falta mucho por hacer.

“Willaq Pirqa estuvo presente en muy pocas regiones. No más de cinco. (…) Desde el Estado y la sociedad civil se deben implementar políticas públicas que garanticen los derechos lingüísticos y culturales de los pueblos originarios. Hay una responsabilidad grande y compartida, especialmente, desde los gobiernos regionales, las autoridades provinciales y distritales y, además, las UGEL. Son ellos quienes deben garantizar y llevar a la práctica los derechos lingüísticos, mediante la producción cultural e intelectual en la propia lengua, educación en la propia lengua, etc., y la sociedad civil tiene el derecho y la potestad de exigirlo”, declaró Medina.

En el Perú, 13.9% de la población tiene el quechua como lengua materna. En este sentido, en las últimas décadas, desde el Congreso, se viene trabajando por la preservación, el respeto y la promoción de los derechos lingüísticos de los ciudadanos, así como de la propia lengua quechua.

“Hay avances en lo que concierne a los derechos lingüísticos y culturales. Existe un mayor acceso al debate, a la información y la interacción social (…) Todo este renacer que estamos viviendo no inició mágicamente: es producto de luchas políticas y los debates ideológicos. Son conquistas logradas. Por ejemplo, Paulina Arpasi fue la primera mujer indígena—aimara—que llegó al Congreso. Arpasi fue presidenta de la Comisión de Amazonía, Asuntos Indígenas y Afroperuanos y de la Comisión Especial Revisora de la Legislación de Comunidades Campesinas y Comunidades Nativas. Ella creó la Comisión Especial Revisora de la legislación sobre las comunidades campesinas y comunidades nativas, Ley 28150, que tiene como propósito estudiar la legislación nacional sobre el tema y establecer una ley general a beneficio del campesinado”, mencionó Medina.

Medina, además, resaltó el rol de otros exparlamentarios, como María Sumire, la responsable de promover la Ley que regula el uso, preservación, desarrollo, recuperación, fomento y difusión de las lenguas originarias del Perú.

“También hay que recordar a legisladores quechuas como María Sumire quien, desde el Parlamento, buscó combatir la discriminación y el racismo. Dos prácticas que son ahora consideradas delitos. Sumire creó el Proyecto de Ley 806, que posteriormente se convirtió en la Ley 29735, que regula el uso, preservación, desarrollo, recuperación, fomento y difusión de las lenguas originarias del Perú. Esta norma ha permitido la creación de la Dirección de Lenguas Indígenas del Ministerio de Cultura, la edición del mapa etnolingüístico de la Educación Intercultural Bilingüe por el Ministerio de Educación. Ahora, es la base para la futura creación del Instituto de Lenguas Indígenas”, señala el profesor.

Asimismo, el profesor recalcó que, aunque desde el arte es posible crear conciencia sobre el respeto al quechua, es necesario combatir el racismo desde la educación.

“Una ideología se combate con otra ideología. Aquí es cuando entra el discurso de la igualdad, la convivencia, el respeto por el otro, la interculturalidad, ¿se puede aportar desde el arte? Sí, pero sobre todo desde las escuelas y las universidades. La educación juega aquí un rol muy importante”, explicó Medina.

Finalmente, como quechuahablante, el profesor siente que la nueva ola del cine peruano que ha traído películas como Wiñay Pacha y Retablo es un hito. Desde los Andes, están naciendo nuevas producciones de calidad; sin embargo, queda trabajo por hacer.

“Antes ya habíamos tenido películas destacadas como “La teta asustada” o “Madeinusa”, aunque con los estereotipos del hombre occidental. Es gratificante ver los avances, que exista películas quechuas producidas por hombres quechuas. Con respecto al debate, creo que no hubo, sino muchos elogios para la película. Aún falta tomar distancia de Willaq Pirqa y generar los debates necesarios”, precisó Medina.

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Trabajo ganador en la categoría “La escena fotográfica” en el concurso Talento Periodístico 2022: “Señor de los Milagros”

17/02/2023 by Mabel Aguilar

Por: Alejandra Elías

La procesión del Señor de los Milagros es una de las tradiciones religiosas más concurridas del Perú. La historia cuenta que un angoleño de nombre Benito pintó la imagen de Jesucristo crucificado en un templo improvisado en la zona de Pachacamilla. Luego de un terremoto en 1655, la pared donde estaba pintada la sagrada imagen se encontraba intacta. Se intentó borrar en múltiples ocasiones, pero las acciones no se concretaron, Aproximadamente en 1987 se pinta una réplica y es esa la imagen que sale a procesión.

Foto: Alejandra Elías.


La pintura fue cambiando a lo largo del tiempo. En primer lugar sólo aparecía la imagen del Cristo crucificado en el medio, luego se agregó a la Virgen María y a San Juan, o para muchos, Maria Magdalena, a los costados, y, finalmente, la figura del Espíritu Santo y a Dios, encima de la cruz, formando una trinidad vertical.


Cada año, octubre es conocido como el «mes morado», el mes del «Señor de los Milagros». Por segundo año consecutivo, la distinguida procesión no se realizó por la pandemia de la covid-19, pero por primera vez desde la declaración de estado de emergencia y confinamiento, los fieles lograron visitar la imagen del Cristo Moreno por unos segundos.

Foto: Alejandra Elías.


Largas colas de fieles con vestimentas moradas, rosarios, escapularios y flores, se acercaron a las instalaciones de la iglesia Las Nazarenas para venerar la imagen.


Esta es su historia.

Señor de los Milagros 02

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Trabajo ganador en la categoría «La mejor historia» en el concurso Talento Periodístico 2022: «Integridad frente a las tablas»

16/02/2023 by Mabel Aguilar

El primer actor Reynaldo Arenas relata los pormenores de su vida artística, incluyendo la construcción de sus personajes más memorables, así como la lucha por defender sus principios de vida.

Por: Sergio Herrera Deza

Bondy es angosta y poco transitada. Casitas coloridas de un piso coronan sus veredas, pero la vegetación de sus jardines es discreta. Le deben recordar que el Valle Sagrado es muy lejano. Una bodega es el único foco de actividad en toda la cuadra siete. Casi nadie ingresa, pero ahí subsiste. Como cuando tuvo que abrir una dulcería para mantener a su familia, porque la “democracia” le había cerrado las puertas del arte. Bondy muere en el estacionamiento del seminario de Santo Toribio, pero él no cree en la Iglesia Católica. Todas las casas de la cuadra están al descubierto, menos la suya. Está protegida por una reja metálica gris y entre los espacios en blanco, se ve el recorrido de una quinta colorida donde hace tiempo que el reloj se paralizó. Un rincón de vida en medio de un escenario olvidado por las autoridades. Como el arte en el Perú. 

Cinco minutos y tres timbrazos después, don Reynaldo Arenas (Cusco, 1944) abre la puerta. Ya suma 78 años en el calendario, pero mantiene un pacto atípico con la juventud. Su piel cobriza apenas muestra arrugas y aún exhibe la amplia cabellera negra que el celuloide inmortalizó en el protagónico del filme Túpac Amaru (1984). Las tardes son cada vez más frías, pero él viste un polo de rayas rosadas y celestes que deja al descubierto sus brazos recios. Un pantalón de vestir negro y mocasines grises sin medias concluyen aquel atuendo dominguero. Un reloj dorado cubre su muñeca izquierda; una pulsera de bordados andinos, la derecha. El presente y el pasado ocupan un mismo estatus en su vida. Pero cualquier rasgo llamativo se ve opacado cuando pronuncia algo. “Por aquí, ponte cómodo”, dice mientras abre la puerta de una casa blanca de ventanas anchas. Suena trivial en el papel, pero en la práctica, su voz modulada se apodera de la escena. Evoca a un maestro de ceremonias, a un presidente imaginario. A un respeto único. 

La vejez queda aparcada en el pasillo de la quinta. En su lugar, la sala de estar emana una atmósfera cálida donde no hay lujos ni carencias palpables. Sofás de tela bordean las paredes y rodean una mesa de vidrio que rebosa de adornos. Un dragón jade y un huevo de vidrio son los únicos intrusos en una colección de figuras andinas. Destacan una llama de lana y varios toritos de Pucará. Sobre la pared se deja ver una galería de fotos con rostros reiterativos: una mujer joven de sonrisa sincera, un hombre calvo y dos niños risueños. Es la familia de su hija que vive en Estados Unidos. 

Solo tiene un retrato personal. Uno en el cual aparece con terno y las piernas cruzadas que se sitúa encima del sofá, donde finalmente se sienta. En algunos momentos de la conversación, su postura se sincroniza con la foto. Denotando que no se trata de ninguna actuación. Es simplemente él, sus gestos. La temática andina salpica hacia las otras paredes, pues en estas abundan los cuadros inspirados en calles pintorescas del Cusco. No muy diferentes a la de su calle natal: Fierro, hogar de músicos y artesanos. Las raíces de su vocación. 

La presencia del arte 

“Estaba cerca de la estación del tren y era donde se hospedaban los viajeros que llegaban de provincia”, recuerda con añoranza. Reynaldo vivía con su madre en una casa de dos pisos, perteneciente al señor Loayza, un ingeniero agrónomo de la zona. La propiedad tenía dos patios traseros donde cada noche, los vecinos se reunían a tocar quena y charango. Mientras los alfareros aprovechaban la atmósfera inspiracional para avanzar con sus trabajos. En aquel entonces, el pequeño Reynaldo era un observador silencioso, pero ya se veía tocado por el arte. Muchas veces se iba a dormir escuchando el silbido dulce de la quena.

A los cinco años, tuvo que mudarse a Lima con su madre. “El racismo era muy marcado y no teníamos mucho futuro en Cusco. Así que desde los 5 hasta los 16 visité muy poco mi tierra natal”, confiesa y se coge el mentón con la mano en señal de reflexión temporal. En un inicio, tuvo que vivir en barrios de clase obrera como el Porvenir y Surquillo. Allí presenció el bullying de primera mano. “Como no vestía, no hablaba y ni siquiera comía como ellos era visto como inferior”. Pero después se dio cuenta que la violencia se originaba en los hogares. “Muchos de esos chicos venían de entornos violentos donde había 6 o 7 hijos, ¿Qué padre va a dedicarle afecto equitativo a tantos hijos?, se pregunta con algo de desesperación.

Sin embargo, a los dos años de su primera llegada a la capital, su madre consiguió trabajo como empleada en la casa de la familia Hernández. Desde los 7 a 11 años fue un hijo más de la familia. Hizo migas rápidamente con Luis, el hermano mayor y futuro poeta. “Con él, conocí a los grandes dramaturgos como Shakespeare y Molière. Me hice aficionado también a la música clásica de Chopin y Mozart”. Recuerda las tardes donde “Lucho” se iba a la playa y Reynaldo, de diez años, se refugiaba en su cuarto para explorar y desmenuzar la amplia biblioteca de madera. Se aproximaba a las tablas, aunque todavía se inclinaba por el dibujo.

Pero la vocación actoral le llegó cuando terminó la secundaria. Por intermedio de un trabajo como auxiliar en el Colegio Superior de Lima, se matriculó en el taller de los hermanos Velásquez, unos jóvenes dramaturgos que enseñaban técnica actoral. “¡Camina bestia!”, fue su primera línea. Era un soldado romano que le daba latigazos a Cristo durante una obra del Vía Crucis. Ya entonces, le veían potencial, así que sus profesores le sugirieron que postule al Instituto Nacional de Arte Dramático (hoy ENSAD).

Para 1972, ya había sido admitido. Entre ensayos interminables y giras a provincias, fue forjando carácter. Un día, pasó una gran vergüenza frente a la clase. “No se dice Rshamon, es Ramón, Reynaldo”, le repetían sus profesoras de dicción. Querían reformar su acento cusqueño, porque “nadie se imaginaba a Hamlet hablando de esa forma”. A partir de entonces, todos los días en la soledad de su cuarto, practicaba sus guiones con una grabadora. Se escuchaba y repetía el proceso hasta que su voz se convirtiera en una marca registrada.

Hasta que, en 1976, logró graduarse del INSAD. “Tuve que esperar un año, porque era el único de mi promoción que quedaba”, se sincera y ríe con espontaneidad. A continuación, tras un papel fugaz en la novela “Simplemente María”, se dedicó de lleno al teatro. Su dominio escénico y vocal le fue ganando adeptos, al punto que fue convocado por el SINAMOS (Sistema Nacional de Apoyo y Movilización Social) para promover el arte peruano en el extranjero. Viajaría por Europa interpretando obras emblemáticas como Ollantay hasta que, en 1977, la dictadura del Gral. Morales Bermúdez apartó del gobierno a los artistas del SINAMOS. 

La construcción de un personaje universal

Y desde entonces, una dulcería familiar atendía a diario. Los escaparates se veían poblados por mazamorras y arroz con leche. Pero rara vez estaban llenos: la inflación eleva costos y evapora esperanzas. Parado en la puerta, el administrador, Reynaldo, observa aquella calle anónima de Pueblo Libre con cierta frustración. Es 1982 y hace cinco años que casi nadie lo convoca a las tablas. Es padre primerizo, pero el gobierno nunca halló sensibilidad en él. “Había regresado la democracia, pero los actores que habíamos colaborado en Sinamos seguíamos vetados. Nos acusaban de subversivos”, narra en tono lastimero. 

Pablo Fernández, un ex maestro suyo, de tez blanca, calvicie incipiente y mirada afilada, lo llama por su nombre. Abraza a Reynaldo y le increpa por haber desaparecido del radar. Pero no tarda en ir al grano. “Mira, Fico García, un paisano tuyo va a dirigir una película sobre Túpac Amaru. La semana que viene, los cubanos llegan para realizar el casting”, dice Fernández. Reynaldo lo medita y se niega a responder al instante: esos cinco años han minado su moral. Había adelgazado mucho: pesaba apenas 60 kilos. “Harías un buen Túpac Amaru”, le sugiere Fernández, dos días después. Ya en el calor de su hogar, vinieron las palabras determinantes como una flecha en el blanco. “Prepárate, hijo. Nunca había visto un profesor que le ruegue tanto a un alumno. Yo me encargo de la tienda”, sentenció su madre esa noche.

La colaboración entre Cinematográfica Kuntur S.A., fundada por el peruano Federico García, y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfico (ICAIC) haría posible que el mundo recordase la gesta de José Gabriel Condorcanqui. El historiador argentino Ignacio Márquez recalca que, desde el inicio, “Túpac Amaru” se vio marcada por un presupuesto holgado, destinado al perfeccionismo técnico. “Las imágenes y escenas de la película fueron filmadas con las costosas cintas 35mm color film negativo, por lo cual muchos tramos fílmicos representan la única toma que se hizo debido a los altos costos. Cada lata de cinta costaba 245 dólares y filmaba 3 minutos y 30 segundos”. Pero no era una ambición ciega. Tenía un propósito como el actor que sería su protagonista.

A las seis de la mañana, cuando la neblina se instalaba en el cielo limeño, Reynaldo entrenaba con tenacidad en un pequeño gimnasio. Levantaba pesas una y otra vez, mientras por momentos, observaba la puerta con detenimiento. Porque en cualquier momento entrarían los suboficiales de la Prefectura a ocupar sus posiciones. “Solo puedes estar de 5 a 6 y media de lunes a sábado”, le había recordado un capitán, amigo suyo. Esa era la única condición. Por lo demás, la prefectura de El Sexto se convirtió en su centro de entrenamiento sin sobresalto alguno. Aún no se presagiaba el motín sangriento que liquidaría a la añeja prisión, solo dos años más tarde.

Los sábados en la tarde, cambiaba las pesas por riendas y aprendía a montar caballo en el club de caballería Potao. Sorteaba vallas y galopaba libremente en una Lima que permanecía atada al tráfico y al desconocimiento de su proyecto. Él mismo quería escapar de la ignorancia, asistiendo a clases de historia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Allí se empapaba durante horas de las citas y batallas de Túpac Amaru. Con el pasar de los meses, el curaca de Tinta se iba fundiendo con su cuerpo y espíritu.

Un cineasta cubano abrió la puerta de la productora. Apenas atinó a saludar a la figura que tenía enfrente, porque se quedó estupefacto. Era un hombre andino y corpulento que exhibía una cabellera lacia hasta la cintura.  “Vengo por el papel protagónico”, pronunció el visitante con total seguridad. Cinco días después, Federico García y los productores cubanos elegían a don Reynaldo Arenas para el rol de Túpac Amaru.  

Un filme polémico 

La película pronto tuvo sus primeros detractores. Las universidades privadas  y la Iglesia Católica se negaron a financiarla, debido a la participación del régimen castrista en ella. Para 1983, las masacres de campesinos y voladuras de torres eléctricas comenzaban a marcar la agenda periodística. Y cualquier manifestación cultural relacionada al socialismo era vista como una apología al terrorismo. “En resumen, se filmaba cuando había plata. Así que una película programada para rodarse en 8 semanas, terminó demorando un año”, cuenta don Reynaldo. 

En cuanto a la trama del filme, esta inicia con el juicio de la Monarquía española contra Túpac Amaru II por tratarse del líder de una insurrección acontecida en la sierra sur del Virreinato del Perú entre 1780 y 1781. José Gabriel Condorcanqui aspiraba a una sociedad peruana más justa, libre del tributo indígena y la esclavitud africana, entre otras imposiciones arbitrarias. Una vez es capturado, la película se vale de los testimonios judiciales de sus colaboradores para reconstruir el pasado. De vuelta en el presente, el tiempo dilatado del rodaje ponía a prueba la paciencia de los involucrados.

  • Me estoy quedando sin trabajo, Fico. Tengo una hija pequeña y debo darle de comer.
  • Lo sé, Reynaldo, pero no nos abandones. Tú eres el protagonista, ¡Te necesitamos!

“Así que durante el tiempo que no rodaba escenas, tuve que trabajar como taxista en Lima”, revela don Reynaldo en un registro calmado. La confesión fluye por sí sola. No parece afectarle. “Tampoco podía cortarme el pelo, engordar o aclarar mi piel durante ese año”. El Perú y sus demonios habían llevado a Túpac Amaru del galope a caballo al tráfico de media mañana. 

El rodaje fue todo menos estático. Los directores de arte siempre recorrían las locaciones con premura, en busca de elementos modernos que pudiesen contradecir la ambientación del siglo XVIII. Cuando filmaron en el Cusco, varias personas tuvieron que retirar desde antenas televisivas hasta letreros de Coca Cola. Mientras tanto, el presupuesto continuaba alterando la agenda. “Primero, empezamos el rodaje en Lima. Luego cuando se juntó suficiente plata nos fuimos al Cusco. Una vez se acabó el dinero, los cubanos nos convocaron a su país para filmar la venta de esclavos y las batallas”, recuerda con seguridad.

Cuando finalmente se estrenó en 1984, la película causó furor por su verosimilitud histórica y la calidad de las actuaciones. Fue el disparo de salida para una gira internacional que llevaría al equipo a países tan disímiles como Alemania Occidental, la Unión Soviética y Japón. No tardaría mucho en saltar al VHS. A finales de los ochenta, un joven tacneño que vivía en Arequipa compró la cinta por pura curiosidad. Al darle play y presenciar la determinación manchada por el dolor que mostraba el protagonista en la escena inicial del calabozo, quedó deslumbrado con la interpretación de Reynaldo Arenas. “Me encantó su drama, su poderío, su manejo escénico. Y pensé: yo quiero ser como él”, dice Juan Carlos Oganes, hoy director de cine y amigo fraternal de don Reynaldo. Ambos han trabajado juntos en cinco películas, siendo la más famosa, “Gloria del Pacífico”: un drama bélico sobre la batalla de Arica que fue estrenado en el 2014. 

Un retrato del soldado anónimo

Tres años antes, Oganes estudiaba tres borradores de guion en su sala. Los llenaba de anotaciones y entonces, volvía a revisarlos con detenimiento. Había elegido la segunda opción, pero no le convencía del todo. “No tenía narrador y si llenaba de fechas y eventos la película, el público no iba a captar la propuesta. Necesitaba un hilo conductor”, cuenta Oganes y acentúa su afirmación, alzando las manos. Joven, robusto, de cara redonda, ojos achinados y lentes delgados, el director en todo momento habla con seguridad y convicción. Usa una gorra militar con el escudo peruano, pero nunca cae en el patriotismo barato. “Fue cuando recordé el primer guion que tenía, donde un ex soldado peruano le narraba a su hijo la verdadera historia de la batalla de Arica antes de morir. Era un personaje que escribí para Reynaldo”, desglosa con su voz de expositor. Las fichas ya estaban jugadas. 

“Tú no vas a caminar, todo el tiempo estarás en la cama y necesito que le pongas mucho empeño para que el personaje me conmueva”, fueron las palabras de Oganes al presentar a Vicente, el soldado agonizante. Era el verano del 2013 y don Reynaldo ya se dirigía rápidamente hacia algunos hospitales de Lima. Necesitaba estudiar los movimientos de un enfermo terminal de cáncer con tal de adoptar al personaje. Para marzo, ya lo tenía listo y tuvieron que transcurrir solo seis días en una casona de Ancón para filmar todas las escenas. Aunque los desafíos igual se manifestaron.

“Fue la última película que filmé con luces incandescentes de tungsteno. Alumbran 1000 watts y son muy calientes. Son muy delicadas y solo puedes moverlas, una vez están apagadas al menos media hora”, recuerda Oganes. Entonces, esboza una pequeña risa. “Reynaldo estaba arropado y sin moverse. Se moría de calor y estaba todo arrugado”. Todo el equipo de filmación observaba con alerta al veterano actor, pero él nunca pidió salir de escena. Solo se hizo aficionado a las jarras de limonada helada. 

La madera del actor

Cuando se le pregunta sobre qué debe hacer el actor para asimilar un personaje, don Reynaldo es tajante. “El actor debe absorber todo y tener una buena percepción de la vida”. Luego cita a Stanislavsky y el estudio de los ámbitos social, psicológico y físico del personaje que este propuso hace un siglo. Pero lejos de sumergirse en una reflexión teórica, remata con una frase de portada. “La fuente del actor es la calle”, y sonríe. Por ello, detesta que los personajes pierdan humanidad.

Y al movilizarse por la calle, suele ser recibido con afecto. Va al mercado a comprar verduras y los caseros no le quieren cobrar. O como el día que se subió a un micro y el cobrador exclamó “¡Artistas pagan doble!” ante las risas de los pasajeros. “Soy un amigo del pueblo”, dice como consigna. Aunque en realidad, se define como hogareño. Cuando no está dictando clases a sus alumnos o actuando en algún proyecto, se encuentra leyendo libros de poesía o dramaturgia en su escritorio. 

 “Yo noto que Reynaldo sabe quién es él. Pero no es botado ni orgulloso. Yo lo uso como referente cuando he tenido que sacar personas de otros proyectos míos que tienen ínfulas de grandeza”, declara Oganes sobre su amigo. Fuera de las riquezas materiales, su único objetivo es el trabajo incansable. Así sea para cobrar cinco soles por un monólogo sobre Vallejo dirigido a escolares. Pero en el camino arduo de las artes escénicas peruanas le van apareciendo otros proyectos. Mañana será una película con Oganes sobre el terrorismo; pasado, otra sobre el incendio de mesa redonda y en julio, una comedia familiar. Los trabajos se suman en su expediente sin que él frunza el ceño. Solo no quiere que atenten contra los principios que tanto luchó por defender desde su llegada a Lima. Las convicciones del papel que nunca dejó de interpretar: el hombre digno. Y universal. 

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Trabajo ganador en la categoría “El arte de la entrevista” en el concurso Talento Periodístico 2022: “La Primera Trompeta de Chimbote”

16/02/2023 by Mabel Aguilar

Por: Alessandra Depaz

Daniel Cortez Belupú nació en Sechura (Piura) en 1947, pero todo su talento lo dedicó a la ciudad de Chimbote (Áncash), donde lo consideran la “Primera Trompeta de Chimbote” y cultura viva de su puerto. Daniel Cortez fue uno de los fundadores de la agrupación emblemática Los Rumbaney. Quienes desde 1969, deleitaron con sus composiciones musicales a toda la ciudad de Chimbote y dejaron un legado artístico que es un ejemplo y orgullo para toda la ciudad. Asimismo, Daniel Cortez fue el compositor de la emblemática salsa “A Chimbote”, una canción que se volvió un himno para todos los chimbotanos.

En 2012, fue declarado Patrimonio Cultural Vivo De Áncash por el Ministerio Regional de Cultura de Áncash. Este título se suma a todos los reconocimientos, distinciones y homenajes que ha recibido. Con Los Rumbaney, obtuvo un Disco de Oro en el Festival Nacional de la Salsa que se realizó en el Callao en 1970, entre otros premios que ganaron en los años que estuvieron activos. Sin duda, un Maestro que ha conseguido muchos logros a lo largo de su vida artística y profesional.

En esta entrevista audiovisual, Cortez habló sobre su vida personal y los principales referentes musicales que tuvo en su crecimiento profesional. Asimismo, comentó cómo Los Rumbaney revolucionaron el género y marcaron un estilo propio que tuvo un alcance internacional. Un estilo que “no le debe nada a nadie” en palabras de su fundador. Cortez explicó que a pesar que “Rumbaney” significa Rumba Negra y el estilo de la agrupación era salsa y cumbia, a él le gustaba darle un estilo latino y bailable. Entre otros datos importantes, Daniel Cortez dio una reflexión sobre el cambio que ha tenido la salsa en Chimbote y en el Perú desde los años 70’s hasta la actualidad.

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