Escribe: Claudia Soto Giglio
A los trece años, Hernán Viera descubrió su increíble potencial. Una incomparable fuerza lo llevó a convertirse en el hombre más fuerte de Perú. Años más tarde lo encontramos representando a la bicolor en las olimpiadas y hemos tenido el honor de verlo en los Juegos Panamericanos Lima 2019. Comenzó desde abajo pero su fuerza residía en su voluntad para lograr lo que ahora lo gratifica.
Foto: Andina.pe
Hernán Viera es una historia diferente. El levantador olímpico tenía cuatro años cuando su papá lo abandonó, la responsabilidad que tenía sus mamá era tanta, que sus hermanos quedaron bajo el cuidado de sus tíos, así él sería la única prioridad de su joven madre. Él tenía claras sus responsabilidades desde muy pequeño, sabía que el dinero no alcanzaba para mucho y que su mamá no trabajaría toda la vida, entonces decidió hacer algo por ella: vender pan, bodoques y agua. Sus tardes transcurrieron en las tranquilas calles de su natal Piura, vendiendo como jugando. El joven levantador de pesas ya tenía trece años cuando una tarde cualquiera prende el televisor y observa a quien sería su futuro entrenador. Ricardo Gonzaga Calderón, un experimentado en el mundo de las pesas llegó al colegio de Hernán en busca de pequeños talentos. Durante los recreos –que duraban apenas 15 o 20 minutos- todos los niños se esforzaban por formar parte de un equipo que llegaría lejos.
“Quiero verte a ti” dijo el entrenador, dirigiéndose a Hernán y con mucha seguridad en sus ojos, el profesor Ricardo estaba convencido que había encontrado a la futura promesa peruana. Procedió a invitarlo a su casa a entrenar, a Hernán y su mejor amigo, y así se convirtió en la persona que impulsa al pequeño deportista a superarse día a día.
El levantamiento de pesas no es fácil. El que cree que solo es pararse en un tablero frente a tres jueces y elaborar el ejercicio con cierto peso en la barra, está equivocado. Es una fuerte combinación de sudor frío, nervios de punta, cábalas, visualización, coraje y entrega. Es tener las metas bien puestas y la malla bien ajustada.
Rosa Espinoza Sánchez es la orgullosa madre de Hernán, la que, a pesar que al principio se negaba haciendo comentarios como: “te vas a matar” o “te caerá la barra en la cabeza”, hoy agranda la sonrisa, abre los ojos y grita con una emoción que desborda su cuerpo “Ese es mi hijo”, y agradece que en buena hora fue rebelde y no le hizo caso cada vez que lo castigaba. Esta mujer fue la más difícil de convencer, ya sabemos de dónde sacó la convicción su pequeño pesista. Durante dos años, el profesor Ricardo le suplicaba a Rosa que su hijo formara parte del equipo nacional sub 15, hasta que aceptó. Todos eran conscientes de que esto implicaba una responsabilidad mayor, pero el esfuerzo daría recompensas. “Él era prácticamente mi hijo, yo lo invitaba a desayunar y algo más de comer cuando terminaba de entrenar” menciona Ricardo, hasta que se tuvo que mudar a Tumbes.
Foto: Andina.pe
Hernán pasó por una época rebelde, en la que iba a casa de su entrenador pero él no le abría; y así pasaron las semanas. Consternado, el pequeño atleta sentía que sus sueños se derrumbaban. Al poco tiempo se enteró que su entrenador le había sido infiel a su mujer y que se había ido a Tumbes a buscarla y difícilmente regresaría. Sin más, agarró sus cosas y se mudó al antiguo Estadio Nacional, donde conoció a Pedro Gaviero Matos, el entrenador que realmente explotaría su talento. “Tú vas a ser grande, el mejor pesista del mundo”, le repetía Gaviero a Hernán, hasta que lo visualice y se lo crea. Ya como sub 15, Hernán participó en su primer campeonato, levantando un total de 207 kilos, casi un récord, con lo que consiguió la medalla de oro y el reconocimiento a “mejor deportista”. Inmediatamente su entrenador contactó a otro en Cuba y solicitó una beca. Tres meses después, Viera estaba ingresando al sub 17 bajo la promesa de su entrenador: “ganas el macro regional y te llevo al nacional”. Esta era una oportunidad que no podía dejar pasar, porque la inversión era fuerte y aún no contaba con los medios para progresar en este deporte; entonces no lo pensó dos veces y comenzó con su estricta preparación y dieta. Hernán aún necesitaba proteger a su madre, el dinero no sobraba y se encontraba en una fuerte disputa: renunciar a su trabajo o renunciar a sus sueños. Era una decisión que contempló por mucho tiempo pero que finalmente tomó.
En Chiclayo, en abril del 2008, ganó el macro regional y se convirtió en el capitán de la selección. Pedro, su orgulloso entrenador le dijo un día: “De todos, el que tiene más condiciones eres tú, no lo desaproveches”, y esas palabras quedaron como huella indeleble en la memoria de Hernán. Unas semanas más tarde, el reconocido atleta había sido aceptado en Cuba, con otro entrenador y lejos de su madre. “Pero los sueños pesan, y si no los persigues, quedarte con las ganas pesará más”.
Comienza el año 2009 y se disparan las medallas. Entre ese y el siguiente año, Hernán consiguió romper 47 récords en campeonatos panamericanos, sudamericanos y continentales, a sus cortos 16 años. Definitivamente era una promesa para el país, su entrenador no se había equivocado. Una mañana, con su madre fuera de casa, Hernán recibe la llamada de su vida, había sido aceptado para entrenar en Cuba. Cogió el mismo teléfono, se despidió de su madre y emprendió su camino. Lo bueno recién comenzaba.
Ya en Cuba, Hernán se levantaba todos los días a las 7:45 de la mañana, desayunaba y se iba a entrenar. Allá no tenía internet, así que por un largo tiempo no pudo comunicarse con su madre, pero él tomó por el lado positivo, “si hubiese hablado con mi mamá muy seguido, tal vez habría pensado en regresarme, y tiraba mis oportunidades a la basura”. Hernán lleva dedicándose profesionalmente al deporte alrededor de diez años y se ha perdido decenas de fechas importantes por prepararse para alguna competencia, “el tiempo castiga, los años pasan”, su única motivación ahora es darle salud a su mamá. Ella padeció de cáncer hace muchos años atrás, “ella me crió, me enseñó valores, es lo mínimo que puedo hacer por esa hermosa mujer”. Tiene una cábala para cada competencia: antes de salir a la plataforma, se coloca sus audífonos y escucha música criolla, baila un poco y visualiza sus próximos movimientos; y es así, como él ejemplifica la famosa frase: “visualiza lo que deseas”.
“no podía dejar de competir, es mi patria y así me rompa los músculos tenía que salir”
El atleta peruano vive viajando por todo el mundo, recolectando sueños. Hace unos meses abrió una escuela de levantamiento de pesas para niños de escasos recursos en Arequipa, su próximo proyecto será en Lima. Luego de representarnos en los Juego Panamericanos Lima 2019, el planea vivir la experiencia de una última olimpiada mundial y retirarse definitivamente del deporte, para manejar sus academias como entrenador. Actualmente levanta un total de 370 kilogramos, pero el orgullo con el que llena a su madre pesa más que eso.